Ocho bajas y un once con al menos cinco jugadores que, a priori, no están en la nómina titular en este inicio de temporada. Así se tuvo que presentar Óscar Gilsanz, afectado por las ausencias, ante un Almería al que su equipo pudo tutear y mirar a los ojos. Incluso dominar, por breves momentos, hasta que el balón parado castigó de nuevo al equipo. En esos momentos de reconocerse a sí mismo, el Dépor fue menos vertical de lo que acostumbra y encontró por dentro la forma de avanzar. Con un cuadrado formado por Villares y Mario en la base y Hugo y Herrera entre líneas. El de Oroso, acercándose a los pivotes, mientras que el canario puso la marcha extra. El único que, en los momentos de apuro, logró impulsar al equipo a salir de su campo.
Pero esa salida de balón que por momentos dio buenos réditos al equipo quedó anulada tras el paso por el banquillo. El Almería dio dos pasos al frente. El carácter y la entrega de Luis Suárez y Leo Baptistao, una pareja tan envidiable por su calidad como por su sacrificio. Sufrió el conjunto visitante, que no encontró la fórmula para batir líneas, reincidente en el balón corto y sin encontrar ni probar a buscar a los alejados con un juego en largo. A la pizarra le faltaron fórmulas en una segunda parte que fue lo opuesto. Helton mantuvo en pie al equipo, que solo encontró respuestas en algún arreón de Herrera y unos cambios que poco sumaron en ataque.
El Dépor compitió la primera, fue doblegado en la segunda, en un día de urgencias, sin los pilares ofensivos y otro puñado de titulares a los que Gilsanz necesita recuperar. Por lo menos, el betanceiro parece haber encontrado en Juan Gauto un aspirante a revulsivo. Necesita gente con hambre.