El mensaje de los soldados del 291 Regimiento estacionado en el ‘óblast’ (región) de Zaporiyia y recogido en un vídeo difundido por Kanal 13, era demoledor. «Nuestros comandantes no nos consideran como seres humanos… nuestros comandantes nos dicen que somos carne de cañón; tres grupos fueron enviados, de ellos solo regresaron tres personas; no hubo ninguna cobertura y a los que fueron heridos no se les proporcionó medios para ser evacuados…los soldados que regresaron fueron enviados de nuevo al frente sin amas», se denuncia en la cinta.
Videos semejantes, muchos de ellos de imposible confirmación, no cesan de emerger en las redes sociales en las últimas semanas, paralelamente al encarnizamiento de los combates en los frentes bélicos del este de Ucrania. El Ejército ruso está avanzando, tanto en el ‘óblast’ de Donetsk, como en las proximidades de la localidad de Kupiansk, en el norte, al tiempo que mantiene la presión militar en el pedazo de territorio ruso del ‘oblast’ de Kursk bajo control de las tropas ucranianas desde hace tres meses, dando la impresión de que el Kremlin está apretando el acelerador ante el regreso del presidente Donald Trump a la Casa Blanca, un hombre que ha prometido lograr un acuerdo para el cese de las hostilidades «en 24 horas«. ero todos estos avances se están produciendo a costa de una cifra de bajas escandalosa, según coinciden los observadores militares. El almirante Sir Tony Radakin declaró recientemente a la BBC que, en el mes de octubre, el Ejército ruso había perdido «una media de 1.500 hombres al día«, entre muertos y heridos, lo que equivalía a 40.000 bajas en dicho periodo, una cifra que multiplica por ocho los dos centenares caídos en combate en febrero de 2022, cuando dio comienzo la invasión de Ucrania, según los cálculos de Volodímir Decenko, exanalista en Forbes Ucrania. «Rusia tiene una ventaja en recursos, y le está intentando sacar partido», valora para EL PERIÓDICO. En total, la cifra de consenso de pérdidas humanas del bando ruso, entre decesos y lisiados, rondaría los 700.000, números que, una vez más, enfatizan el escaso valor que concede el Estado ruso a la vida humana y en particular al Ejército de Tierra, una línea de pensamiento que también se desprende de los escritos del filósofo Aleksándr Duguin, uno de los pensadores de referencia en la Rusia de Vladímir Putin y acusado de ideas genocidas.
De acuerdo con las declaraciones oficiales de Ucrania, el Reino Unido y EEUU, que coinciden a grandes rasgos, la curva de bajas rusas diarias ha crecido prácticamente sin altibajos en los últimos tres años. De los 200 en el ejercicio de 2022 se pasaron a 500 en 2023. Finalmente, a comienzos de este año, dicho dato se multiplicó por dos y alcanzó el millar de muertos o heridos, acercándose incluso a los 1.700 en los últimos días. Habida cuenta de que los avances territoriales registrados en los últimos dos años se limitan a decenas de kilómetros, Decenko hace un cálculo de dicho número en relación con el área territorial conquistada –10,5 hombres por cada kilómetro cuadrado- y llega a la conclusión que en la historia reciente de los conflictos, únicamente supera a la guerra de Ucrania el conflicto armado de Corea en los años 50, en el que murieron o fueron heridos 11,5 militares por cada kilómetro cuadrado arrebatado al enemigo. Unos números que palidecen incluso si son comparados con los de la guerra de un decenio que libró la URSS en Afganistán, -0,1 hombres por kilómetro cuadrado- y que los sovietólogos de la época consideran como uno de los desencadenantes de la disolución de la URSS. «Rusia ha tenido que apostar por un colosal incremento de sus pérdidas para continuar pareciendo que está ganando», concluye el experto Decenko.
Un relato similar emerge del análisis de pérdidas de material militar, en particular en el ámbito de la artillería. De acuerdo con los cómputos de Decenko, Rusia necesita entre 4.000 y 5.000 cañones al año, incluyendo las pérdidas. Teniendo en cuenta que 9.000 de los 17.000 existentes ya han sido retirados de sus almacenes y un tercio de los que se mantienen allí no pueden ser reparados, el Ejército del Kremlin podría afrontar «escasez» en este ámbito en algún momento del próximo año, lo que le obligará a ralentizar sus ofensivas y a reducir el número de disparos a 5.000. En cambio, en cuanto a los tanques y los vehículos blindados, la situación es muy diferente, sostiene este experto, y una eventual penuria no se prevé hasta los años 2027 o 2029.
Ante semejante realidad en el campo de batalla, y teniendo en cuenta una posible retirada de la ayuda militar estadounidense a Ucrania en cuanto el magnate neoyorquino ocupe la Casa Blanca, Decenko tiene una sola recomendación hacia la UE. Dando a entender que un régimen expansionista como el de Putin atacará Europa solo si tiene capacidad para ello, aboga por enviar un mensaje claro al Kremlin: si la UE «consigue hallar mecanismos para apoyar a Ucrania que permitiría planificar (garantizar) el suministro de material y munición durante tres y cinco años, con un claro compromiso de que dicho apoyo crecerá en el tiempo, Rusia perderá el interés en una guerra a largo plazo«.
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