Más de 110 toneladas de alimentos y productos de primera necesidad han salido de la solidaridad de los cartageneros hacia Valencia, bajo la coordinación del Ayuntamiento. ¿Son muchas o pocas? Es difícil responder, medir las necesidades de quienes han perdido a un ser querido; de quienes han visto arrasado su hogar, sus recuerdos; de quien sabe que jamás recuperará el puesto de trabajo que tenía, porque su empresa ha dejado de existir; de quien ha dejado de disfrutar de un simple café con leche sentado, tranquilamente, en su cocina, mientras daba la bienvenida a un nuevo día; de quien ha pasado de vivir a sobrevivir.
¿Son muchas o pocas las ayudas? ¿Cuánto es suficiente? ¿Los 31.000 millones de euros que reclama al Estado un Mazón que poco tiene ya que ofrecer? ¿O las millonadas que anuncia Sánchez a bombo y platillo en ruedas de prensa en las que se presenta como el salvador? El daño ya está hecho y ni el mayor de los tesoros será suficiente para repararlo. El único consuelo que nos queda a nosotros, pero, sobre todo, a los valencianos, es vernos a todos sumar, que para restar ya están los de siempre.
Conmueve ver a multitud de ciudadanos que siguen entregando su fuerza, sus recursos, su tiempo y hasta sus anhelos a una recuperación aún lejana, a esos voluntarios que persisten en prestar su hombro para consolar y levantar el ánimo de los vecinos. Emociona comprobar que cuando lo necesitamos, cuando queremos, podemos ser el mejor país del mundo, aunque nos unan las desgracias y solo algunas contadas alegrías, como los éxitos deportivos.
Irrita ver el clamor de un país harto de palabras y discusiones tan infructuosas como frustrantes, cómo mientras unos se esfuerzan en limpiar el fango, otros se empeñan en revolcarse en un barro dialéctico de culpabilidades. Cualquiera podría haber adivinado lo que dijo ayer Mazón y podríamos haber escrito previamente cómo iba a replicar su oposición. También podríamos aventurar que la defensa de la ministra Ribera, o del propio Sánchez en un debate en el Congreso, será desviar sus responsabilidades hacia su contrario. Es tan triste, tan lamentable que han perdido toda nuestra confianza, toda la credibilidad y hasta toda decencia. Y lo peor es que les da igual. Nos hemos habituado a esta política, la del enfrentamiento; la del «Yo no he sido, ha sido el otro»; la del «Y tú más»; la de meter mano predicando lo contrario; la de los papeles de Bárcenas y las tarjetas black; la de los ERE de Andalucía o la de Koldo, Aldama, Ábalos y compañía; la de tantas y tantas otras miserias que contemplamos a diario sin escandalizarnos ni inmutarnos.
La DANA se lo ha llevado todo para muchos por delante, todo menos algo con lo que tenía que haber arrasado, que deberíamos haber empujado con los cepillos hacia un alcantarillado colapsado por tanto fango, por tanta mugre, que tendríamos que haber pisoteado con cada par de botas de agua que hemos donado. La DANA tendría que haber arrastrado la desvergüenza de una clase política tan acostumbrada a vivir de fotos y de votos, que son incapaces de ver la realidad, ni tan siquiera de mirarla, y aún menos de sufrirla.
Aunque no es justo señalarlos solo a ellos, porque en medio de esta tragedia, los hay que restan todavía más. Hay quienes intentan estafar a través de bulos, que tratan de exprimir el miedo o la solidaridad para enriquecerse, sin darse cuenta de cuanto se empobrecen con estas inmundicias. Hay quienes persiguen que las desgracias de tantos les llenen de razones que la razón no entiende, como quienes difundieron la foto del rebautizado puente de la solidaridad, señalando que no veían sobre él mujeres con hijab. ¡Qué ansias por envenenar! Que no, que no toca. No necesitamos a nadie más que reste en este país, en nuestros pueblos, nuestros grupos de amigos, nuestras asociaciones o nuestras casas. Bastantes problemas arrecian ya de forma natural para echarnos más encima. Opinar, debatir, discutir o polemizar puede resultar beneficioso, siempre que se haga desde una postura constructiva, con el ánimo de aportar, de sumar y de mirar hacia adelante, no como quien contempla la escena desde la barrera, sin colaborar, aportar o participar. Eso que nos gusta tanto en este país: criticar por criticar.
Es importante seguir al lado de una Valencia aún en estado de ‘shock’, que le lleguen todas las ayudas que les hemos prometido, pero aún lo es más para reconfortarlos, para que puedan y podamos recuperar la confianza en nosotros mismos, que nos vean a todos sumar. Mi amiga Susana lo tiene claro: «A veces, basta con un abrazo».
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