El engranaje de la cumbre del clima de Bakú ya se ha puesto en marcha oficialmente. Y no solo porque este martes decenas de líderes de todo el mundo, incluido el presidente Pedro Sánchez, han comparecido ante la asamblea de Naciones Unidas para explicar al resto del mundo cómo la crisis climática está afectando a sus respectivos países. La maquinaria diplomática de este encuentro ha arrancado con batiburrillo de acuerdos descafeinados sobre cuestiones técnicas y un pacto simbólico entre Estados Unidos y China sobre emisiones. La presidencia de la cumbre azerí, liderada por el diplomático Mukhtar Babayev, ha presumido orgullosa de estos logros aunque, según denuncian observadores y activistas, el arranque de esta cumbre no es un buen presagio sobre lo que está por venir.
El lunes, durante la primera reunión técnica de los negociadores, la presidencia de la cumbre cerró a toda prisa, casi con nocturnidad y alevosía, uno de los muchos flecos pendientes sobre la regulación de los mercados de carbono. El representante de Tuvalu impugnó la decisión y mostró su malestar ante la falta de consultas previas con los demás actores implicados en las negociaciones. En esta misma línea, entidades como Carbon Market Watch también han afeado la dinámica con la que se ha firmado este primero acuerdo y, a su vez, han argumentado que esto «sienta un mal precedente en materia de transparencia y gobernanza» para esta cumbre.
Este martes, en uno de los muchos eventos paralelos celebrados en Bakú, la presidencia azerí ha oficializado la puesta en marcha del fondo de pérdidas y daños para las grandes víctimas de la crisis climática en el sur global. La iniciativa, acordada por primera vez en la cumbre de Sharm el-Sheikh y estructurada en Dubái, presume ahora de estar operativa con un total de 720 millones de dólares y la perspectiva de empezar a repartir estos fondos a partir de 2025. Según ha argumentado el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, los fondos recaudados hasta la fecha siguen siendo insuficientes para hacer frente a las catástrofes naturales en el mundo. «700 millones de dólares es el salario anual de los diez futbolistas mejor pagados del mundo. Ni siquiera representa una cuarta parte de los daños causados por el huracán Yagi en Vietnam. Si vamos a poner en marcha esta iniciativa, nos lo debemos tomar en serio», ha declarado Guterres.
Estados Unidos y China han firmado un acuerdo bilateral para reducir sus emisiones de metano y de otros gases, excepto el dióxido de carbono
La sorpresa del día ha llegado de la mano de Estados Unidos y China, dos de los países más contaminantes del mundo que este martes, contra todo pronóstico, han anunciado la firma de un acuerdo bilateral para reducir sus emisiones de metano y de «otros gases de efecto invernadero» excepto el dióxido de carbono, el gas que más acelerando el aumento global de las temperaturas y el avance de los extremos climáticos. El pacto anunciado este martes, del que aún no ha trascendido la letra pequeña, recuerda a otros anuncios realizados por ambos países en las pasadas cumbres y que, en su momento, cosecharon grandes aplausos en la comunidad internacional. Pero en este caso, aunque todavía es pronto para evaluar el impacto de este acuerdo, son muchas las voces que argumentan que se trata de un golpe simbólico de los negociadores estadounidenses del gobierno de Biden en vistas de que en tan solo unos meses Trump tomará los mandos de la Casa Blanca y, previsiblemente, podría a echar atrás todos estos acuerdos.
Desastres naturales en el mundo
Durante la segunda jornada de la cumbre del clima de Bakú, decenas de líderes mundiales han comparecido para hablar del impacto de la crisis climática en sus territorios y, sobre todo, de cuáles son sus planes o peticiones para minimizar el impacto de estos fenómenos. El primer ministro del Reino Unido, Kier Starmer, por ejemplo, ha aprovechado el estrado para anunciar un plan más ambicioso para recortar sus emisiones de gases de efecto invernadero hasta alcanzar una reducción del 81% por debajo de los niveles de 1990 para 2035. «No hay seguridad nacional, no hay seguridad económica, no hay seguridad global sin seguridad climática», ha afirmado Starmer.
Reino Unido ha presentado un nuevo plan para recortar sus emisiones un 81% para 2035
El presidente de Zimbabwe ha explicado que en su país la crisis climática se manifiesta mediante sequías devastadoras y hambrunas. El gobernador de las islas Seychelles, en cambio, ha dicho que sus tierras podrían desaparecer ante la amenaza de la subida del nivel del mar. Pedro Sánchez ha hablado de la tragedia vivida en las inundaciones de Valencia como el ejemplo más directo posible del peligro que supone la crisis climática para el territorio. El mismo tipo de desastre natural que ha explicado, desde la otra punta del mundo, el presidente de Malawi. «Ya no estamos hablando de la crisis climática mediante modelos y predicciones, sino con los ejemplos de catástrofes naturales que estamos sufriendo en todo el mundo«, ha destacado Mohamed Younis A. Menfi, presidente de Libia.
Los gobiernos han lanzado un llamamiento unánime a lograr un «acuerdo más ambicioso» tanto en materia de financiación climática como en los planes de recorte de emisiones. En esta misma línea también se ha pronunciado Guterres, quien ha aprovechado su discurso ante los líderes globales para reclamar la creación de un impuesto específico para los sectores más contaminantes como la aviación, el transporte marítimo y la extracción de combustibles fósiles para recaudar así más fondos para la acción climática. «Los que contaminan deben pagar«, ha recalcado el secretario de Naciones Unidas durante un discurso en el que, una vez más, ha pedido a los líderes mundiales que «escuchen el tic-tac del reloj» que marca «la cuenta atrás final para limitar el aumento de la temperatura global» a un umbral seguro.
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