«Gil aprobó con nota el examen de la vida». Con estas palabras despidió esta tarde el párroco de San Pedro, Javier Gómez Cuesta, a Gilberto González, uno de los policías locales más conocidos y queridos de Gijón no solo por todos sus años en el cuerpo, sino también por sus labores como escolta de la alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón. La iglesia de San Pedro fue el escenario donde se celebró el último adiós a un hombre que «hizo un gran servicio público». Entre sus méritos, se cuentan el haber salvado la vida a un hombre que hace unos años sufrió un infarto. Al funeral acudieron numerosos representantes de la sociedad civil gijonesa. Entre ellos estuvo Carmen Moriyón secundada por un buen número de ediles, así como miembros de otros partidos. También acudieron decenas de policías locales y nacionales y mandos de estos dos cuerpos y muchos moteros del club Asturfelix del que «Gil», como se le conocía popularmente, era miembro. Por otro lado, en el tanatorio de Cabueñes se celebró esta mañana el funeral por el también Policía Local Juan José Santos Alarios, fallecido el domingo de forma repentina. Gilberto González falleció el lunes.
La llegada del coche fúnebre a San Pedro se produjo unos minutos antes de las seis de la tarde. Su camino era fácilmente identificable porque poco antes del inicio de la misa, a lo lejos, mirando hacia la rotonda de la avenida de Castilla, se podía ver una gran hilera de luces azules. Eran las sirenas de los coches de la Policía Local y de los motoristas de este cuerpo escoltando los restos mortales de uno de sus compañeros más queridos. Junto a ese cortejo fúnebre iban también muchos motoristas del que «Gil» formaba parte. Además de Moriyón, se pudo ver a los concejales Nuria Bravo, Jorge González Palacios, Monserrat López Moro y varios asesores de Foro. De esta formación también acudió el exconcejal Fernando Couto. En cuanto a cargos políticos, estuvo también el diputado regional Adrián Pumares y su homóloga en Vox, la también concejala de Vox en Gijón, Sara Álvarez Rouco. Por parte de los cuerpos policiales estuvieron el comisario de la Policía Nacional, Dámaso Colunga Alonso; el comisarió de la Policía Nacional Jesús Marcos Riaño y el comisario de la Policía Local, Alejandro Gallo. Hubo otros rostros conocidos de la sociedad civil gijonesa como el presidente de Caja Rural de Gijón, José Ramón Fiaño.
El párroco de San Pedro fue el encargado de conducir el funeral. Su discurso intercaló referencias metafísicas y antropológicas con pasajes que recordaban la impronta de «Gil». «Acompaño en el sentimiento a toda la Policía Local por esta pérdida así como por la de Juan José», afirmó el religioso. «Gil fue policía local. Una profesión, gracias a Dios, muy prestigiada porque es un servicio público. No solo vigilan las leyes, necesarias para vivir con dignidad, también se preocupan por la seguridad», afirmó. Gómez Cuesta recordó que «el mal existe», haciendo alusión también con ese mal a las desgracias naturales como «las de Valencia», en referencia a la Dana. También recordó una de las intervenciones más recordadas del fallecido cuando hace unos años auxilio a un hombre que sufrió un infarto en plena calle. «Tuvo una vida entregada y por eso merece la pena dar las gracias. Gracias por tu vida, por tu servicio y tu desvelo», zanjó Gómez Cuesta.
El féretro de «Gil» lo metieron dentro del templo agentes de la Policía Local y compañeros del club de motos. Ya a las puertas del templo, terminado el oficio, cuando se marchó el coche, todos despidieron los restos mortales del agente con un gran aplauso.