La historia del Girona se escribió en cuatro minutos hermosos. Cuatro minutos que lo colocaron en la cumbre de la Liga. Cuatro minutos para remontar el 1-0 del Villarreal gracias a su buena cabeza. Buena cabeza de Michel, el técnico que ha colocado al equipo catalán en la cima, y buena cabeza de Dovbyk, hermoso fue el 1-1, y excelente cabeza de Eric García ene l 1-2, excelente cabezazo el suyo.

Así escribió la historia en el estadio de La Cerámica, transformado ya en el templo del Girona, el lugar donde conquistó la elite a través del excelente juego desplegado en la segunda mitad que le coloca por encima de los grandes clubs del fútbol español.

El partido, al menos en su primera parte, parecía tener un guión fijo. Dominaba el Girona con el balón en sus pies, pero el Villarreal generaba peligro. Ya ocurrió antes incluso de que se cumpliera el primer minuto. Un desajuste defensivo provocó una ocasión clarísima para el equipo de Pacheta. Era gol o gol porque en la banda derecha del Girona se vivió un desequilibrio de tal magnitud que ni Arnau (lateral diestro) ni Eric García (central diestro) estaban donde debían estar permitiendo la cabalgada de Álex Baena por ese flanco hasta situarse en la línea de fondo, detectando luego la desgarbada figura de Morales. Aunque el ‘Comandante’ puso tan mal su cuerpo que el disparo se fue a las gradas. Estaba solo en la frontal del área pequeña y su tiro ensució la excelente jugada de su compañero. 

Savinho, un demonio

El Girona encajó bien el aviso. El serio aviso del Villarreal ejerció de despertador adueñándose de la pelota. Hubo momentos en que la posesión fue insultante, rozando el 90% en los 10 primeros minutos. Se alcanzó el 87%, aunque no se traducía en ocasiones, a pesar de que el encuentro giró hacia el lado del equipo de Michel. Giró básicamente porque todo nacía en la velocidad de Sávio, cuyo veneno en cada balón que tocaba generaba pavor en la experimentada zaga del Villarreal.

El partido se jugaba, en realidad, en la banda izquierda. Por un lado, Pedraza, el lateral zurdo del ‘submarino amarillo’, se transformaba en una tortura para la defensa gironina. Era el arma más poderosa y, sobre todo, más fiable del once de Pacheta. Y en la otra punta, también la izquierda, cabalgaba Savinho, ese diablo brasileño que miraba a los ojos de Foyth, ese pretendido lateral derecho que persiguió el Barça hasta que escogió a Cancelo porque no tenía dinero para pagarlo.

Acabada la primera mitad, todo continuaba igual que al inicio. El 0-0 iluminaba el marcador del Estadio de La Cerámica, mientras al Villarreal le torturaba el recuerdo de ese disparo a las nubes de Morales. El Girona, entretanto, se fustigaba porque su dominio escénico –parecía, en muchos momentos, que el conjunto de Pacheca jugaba fuera de casa- no tenía, en cambio, traducción real.

Reacción soberbia en la segunda mitad

En el primer capítulo del duelo, ni un solo disparo a puerta ejecutó el equipo revelación del campeonato. Luego, todo cambió asistiendo a una segunda mitad extraordinaria. Y eso que arrancó de mala manera porque una torpeza de Iván Martín sobre Capoue, pena máxima firmada por Parejo con poco tino pero mucha fortuna porque la pelota, caprichosa ella, se coló por debajo del corpachón de Gazzaniga, quien creía tenerla en sus manos. Pero se le escurrió.

No sabía el Villarreal que ese 1-0 era el prólogo de la tormenta del Girona, resumida en cuatro minutos soberbios. Cuatro minutos para disfrutar, una vez más, de la exhibición de Savinho, ¡qué centro el suyo en el 1-1 como si la pelota fuera teledirigida a la cabeza de Dovbyk!- y de esa prodigiosa técnica que rezuman los pies de Aleix García, quien regaló una delicia a la cabeza de Eric Garcia para rubricar el 1-2.

Visto y no visto. No se enteró Pacheta. Ni el Villarreal. Dos goles, ambos de cabeza. Y de cabeza al liderato. Hay tardes-noche que no se olvidan nunca. Sucedió en Vila-real. Ocurrió un 27 de septiembre de 2023. Y se asomó a la cima de la Liga. Todos están por debajo. Madrid y Barça miran desde abajo al revolucionario Girona de Michel.