Parque Alcosa siempre fue un barrio obrero, machacado y olvidado. Tiene cerca de 3.000 viviendas, un 30 % de paro, un 70 % de personas viviendo bajo el umbral de la pobreza y problemas importantes de adicciones y de salud mental entre sus vecinos. Y sobre esa foto llegó la DANA para acabar de arrasarlo todo.
La radiografía es de Toni Valero, portavoz de la Coordinadora de Colectivos del Parque Alcosa, una asociación de barrio que lleva 40 años realizando trabajo social en dos centros; uno de empleo para jóvenes, y otro para niños pequeños.
Décadas de protestas e incluso huelgas de hambre les han enseñando a organizarse, pese a que la administración a veces no se lo ponía nada fácil. «Vivimos en la pinza de la integración y la desintegración. Cuando les conviene intentan integrarnos, pero si criticamos el modelo y protestamos, el Gobierno de turno activa la maquinaria para desintegrarnos», explica Valero.
La foto del barrio ya era dura antes de la riada. «Un 30% de paro y un 70 % bajo el umbral de la pobreza, eso quiere decir que hay mucha gente que tiene trabajo pero sigue siendo pobre. Eso es una barbaridad», cuenta Valero. A esto cabe añadir el «analfabetismo digital» de la población, algo contra lo que la coordinadora llevaba años luchando. «Hoy en día es fundamental, pero ahora que encima tienen que pedir las ayudas para afectados ya me contarás», añade.
Solo el pueblo salva al pueblo
Si algo bueno tiene Parque Alcosa es que saben muy bien cómo organizarse, y toda esa solidaridad y unión vecinal ha salido a relucir en la catástrofe. «Se han creado varias comisiones de trabajo para agua y comida, voluntarios que van casa por casa para atender a los vecinos más vulnerables, brigadas de limpieza y otras que preguntan las necesidades para coordinarlas con las acciones», explica Valero.
La Coordinadora es el centro de operaciones. Toni está en la planta de arriba pegado a un portátil con mil grupos de wattsap abierto y el teléfono echando humo para organizar a todo el mundo, en los pasillos se acumula ropa organizada por tallas, comida y agua.
El barrio, eso sí, no ha podido evitar quedar reventado por el agua. «El colegio de Orba va a haber que derrumbarlo, es un desastre«, cuenta Jose, un vecino que ayuda como voluntario en la coordinadora. A eso hay que sumar que muchas casas se están hundiendo en el suelo tras la riada; «no somos técnicos, pero estamos llamando a bomberos y arquitectos para que vean el estado de las fincas, muchas han quedado muy dañadas», cuenta Valero. «El barrio está al límite, con esta tragedia nos jugamos nuestra supervivencia. Nos jugamos desaparecer», reivindica.
Componente de clase
Parque Alcosa ronda las 8.000 personas, pero tiene una población flotante muy grande por la cantidad de migrantes sin papeles que vive allí. «Muchos no están empadronados ni tienen permiso de trabajo, con lo que no figuran en el censo», cuenta. Estos también son de los más afectados por la tragedia, al tener menos recursos.
Para valero, la DANA ha tenido un componente de clase muy importante, al afectar sobre todo a la clase trabajadora de las localidades. «Es evidente que los más afectados haN sido la gente más empobrecida y más excluída», cuenta.
Es difícil pensar en un futuro más allá de mañana en Parque Alcosa. Alfafar sigue completamente devastado 9 días después, parece un escenario de guerra. La reconstrucción no ha empezado cuando aún se siguen sacando muertos; «hoy mismo han recogido un fallecido que ha salido al empezar a retirar barro», cuenta Valero.
La puerta de la coordinadora es un río de voluntarios que vienen a ayudar sin saber cómo ni a quién. Un grupo de 6 adolescentes menores de edad con escobas habla en mitad del parque, un militar los ve y se va directo a ellos: «Chavales ¿Queréis ayudar?», el grupo les contesta que sí, y el soldado les dice que le sigan a una casa donde hay mucha faena.
La banda sonora de la localidad es el ruido de la maquinaria pesada sacando barro en cantidades industriales y el de los pitos de Guardias Civiles que tratan de controlar el tráfico de voluntarios que vienen a ayudar. En una acera la ONG del Chef José Andrés reparte cientos de raciones de comida caliente, en la otra sacan lodo de un bajo como pueden.
De lo que está convencido Valero es que saldrán adelante, lo que no puede asegurar son los plazos. «Esto nos va a llevar bastante tiempo, lo que vemos es que el propio barrio corre peligro de venirse abajo porque hay muchos sótanos que aún tienen agua», cuenta.