Han pasado siete días de la mayor tragedia que recuerda L’Horta Sud en Valencia. 168 horas después, los habitantes de las zonas afectadas siguen esperando recuperar una normalidad que no llega, la herida sigue sangrando. Una normalidad, que viendo la inutilidad para gestionar la catástrofe del Gobierno de Carlos Mazón, tardará mucho en volver. 10.080 minutos más tarde, por el momento 211 personas han perdido la vida. Unas muertes que para más de uno son una estadística, pero que para cada uno de los habitantes de L’Horta, o de los que nos hemos criado y tenemos a nuestra familia allí, consideramos como propios. 604.800 segundos después de la riada, la adrenalina de los primeros días ha bajado y el drama anímico comienza a imponerse.

Se llora más siete días después que las primeras 48 horas. La frustración y el enfado de la gente ha aflorado, y no es para menos. La ineptitud del Gobierno valenciano ha convertido la zona en un auténtico polvorín que está a punto de estallar. En estos días hemos visto a alcaldes como el de Alfafar o Sedaví desesperados pidiendo ayuda a su administración. Una administración que en los primeros días rechazó la ayuda que ofrecían las comunidades que no estaban gobernadas por el PP, y que tardó dos días en pedir que viniera el ejército, más allá de la UME, mientras los ciudadanos seguían ahogados en lodo.

El plano político

Si nos adentramos en el plano político, hemos vivido momentos de auténtico bochorno y vergüenza ajena. Mazón, incapaz de asumir ninguna responsabilidad sobre su nefasta gestión, ha permitido que su consellera de Turismo, Nuria Montes, hiciera las declaraciones más asquerosas de la semana. No la ha cesado. Ha intentado echarle la culpa a todo el mundo, UME incluida. Su general hizo unas declaraciones demoledoras para el presidente valenciano, desmontando el falaz relato de Carlos Mazón. Pero el presidente valenciano a lo suyo. Y por último, en una comparecencia sin preguntas de la prensa, no se atrevió a escuchar los gritos de “Mazón, dimisión” de la ciudadanía que se agolpaba en la puerta. Directamente cerraron las puertas del Palau para que no se escucharan en las televisiones, evidenciando con ese gesto lo que realmente le preocupan sus ciudadanos… nada.

Que los ciudadanos están a punto de estallar también se reflejó claramente el pasado domingo con los lamentables altercados vividos en la visita a Paiporta del Rey Felipe VI, la reina Letizia, y de los presidente del Gobierno y de la Generalitat. Unos altercados, por cierto, alentados por la extrema derecha desde la redes.

Lucha sin cuartel

La lucha de los valencianos sigue sin cuartel, pues el barro sigue siendo el triste protagonista. Las calles de los pueblos están sucias, la salubridad empieza a ser un problema, ya que al lodo acumulado y a los coches destrozados que pueblan las calles, se unen las cientos de toneladas de enseres que han tomados las calles. “Haz algo, di algo, denuncia esto”, me dicen mis vecinos de toda la vida. Pues bien, utilizo estas líneas para implorarles, lectores, que no se olviden de nosotros dentro de un mes cuando pasemos a ser un breve en el periódico. No hay palabras para describir la magnitud de la tragedia que hemos vivido. Una tragedia que, en parte, se podría haber evitado si se hubiera avisado a la población a tiempo. Lo decía el otro día y lo repito hoy: ojalá, el responde de lanzar la alerta no vuelva a dormir tranquilo o tranquila en su vida. Ojalá esto que ha pasado sea, por una vez, diferente, y alguien asuma responsabilidades. Pero esto es España, y parece que dimitir sea un apellido ruso.

Cuando empezaba este análisis quería hacer una cronología de la última semana, pero sinceramente solo quiero acordarme de las víctimas y de sus familias y, cómo no, de todos y cada uno de mis vecinos. Un recuerdo especial a los voluntarios que han venido a ayudarnos y han hecho lo que no han hecho nuestros políticos, así como para el ejército, los bomberos y los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Nunca he estado tan orgullosa de ser valenciana. Gracias de todo corazón.

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