Las inundaciones son la catástrofe natural que originan mayores daños en España. De media, según el Consorcio de Compensación de Seguros y el Instituto Geológico y Minero de España, en el país se estiman en total unos 800 millones de euros al año. La DANA de esta última semana hará incrementar bastante esa cifra. El diluvio que cayó en un solo día, equivalente a meses de lluvia en algunos sitios, sumergió a pueblos enteros llevándose a su paso, al menos, la vida de más de 200 personas.
La ferocidad de las precipitaciones, que convirtió las calles en ríos, fue un evento extraordinario, pero los expertos auguran a que las DANA van a ser cada vez más frecuentes. Y ahí es donde el urbanismo puede evitar muchas pérdidas, tanto materiales como humanas.
Luis Mediero, profesor en el área de Ingeniería Hidráulica en la Escuela de Caminos de Madrid, explica que cuando se trata de prevención de aguas fluviales, con volúmenes de agua grandes, lo más efectivo es crear presas, especialmente las de laminación. «No almacenan agua de manera continua, sino que están vacías esperando a que llegue la tormenta», indica.
Pone de ejemplo la presa de Forata. Situada entre Buñol y Confrentes, alcanzó más del 100% de su capacidad y frenó la magnitud de la catástrofe en pueblos de Valencia.
Los encaucamientos y desvíos también son una solución potente. La gran riada de Valencia de 1957 llevó a la puesta en marcha del proyecto Plan Sur, con el que se desvió el cauce del río Turia para evitar que la tragedia se repitiera en el futuro. Y, efectivamente, salvó a Valencia el fatídico martes 29 de octubre. Durante buena parte del año, este tramo permanece seco. En cambio, el agua fluye por allí cuando se producen crecidas.
También ayudan a minimizar los daños las motas o diques. «Al hacer encauzamientos, y después poner terraplenes elevados en los márgenes, de forma que el río tenga más capacidad, proteges zonas urbanas», apunta el experto. «Sin embargo -prosigue- aguas arriba o aguas abajo, es mejor ir a la renaturalización de los cauces. Incluso hay otra medida, que es el retranqueo de motas. Se ensancha el río bajo la filosofía de run for the river para darle más espacio. Así, si hay zonas que se pueden inundar, cuenta con volúmenes laterales de almacenamiento que reduce el caudal punta -el caudal máximo registrado durante la avenida)-, logrando retrasar y proteger frente a inundaciones». Esto se ha hecho, por ejemplo, en el parque fluvial del Arga.
Explica también que en el Ebro, donde hay motas, se han identificado ciertos lugares donde se han creado zonas de inundación temporal. Cuando llega una crecida, se abren unas compuertas situadas en los diques que pueden llegar a cultivos -previo aviso y acuerdo con los agricultores-.
Una vez ha pasado la inundación, cuentan con desagües más bajos que permiten que el agua vuelva al cauce.
Entornos urbanos
Todo esto sirve para aguas fluviales. Para las pluviales, en entornos urbanos, con cauces más urbanos, en lugar de hacer presas se pueden crear balsas de detención. «Son como unos pequeños estanques. Algunos pueden estar secos, para almacenar más agua y proteger más, aunque así se pierde un poco el espacio. Otros están parcialmente llenos, formando un espacio virtual que puede tener fauna, ser un espacio de recreo y visualmente agradable. Ya depende del estudio que se haga», expresa.
Recuerda también otra tendencia: los espacios multiusos. Son estanques que almacenan agua y que están prácticamente secos, por lo que se pueden utilizar dentro de la ciudad como zonas de recreo o plazas públicas. Cuando hay una inundación, se cierra y se almacena el agua. «Lo único que hay que tener es un pronóstico para saber cuándo cerrarlo y que no haya nadie», indica. Los ha visto, por ejemplo, en Colonia (Alemania).
Mediero también recuerda que en el año 2008 se entregaron barreras al vecindario de los edificios de Elizondo y Sunbilla más expuestos a sufrir daños por inundaciones de los ríos Baztan y Bidasoa. Desde entonces, cuentan con compuertas que les protejan de las avenidas, barreras que se colocarán en los huecos de portales, comercios y edificios públicos que se inundan con mayor frecuencia.
En general, apunta el ingeniero, el objetivo es hacer «la ciudad esponja«, es decir, que logre absorber o que infiltrar toda la escorrentía o la precipitación que caiga. Y eso se consigue, sobre todo, aumentando la permeabilidad de la ciudad.
Esto se utiliza, por ejemplo, pavimentos drenantes, que logran acumular agua, de forma que se infiltre y llegue al alcantarillado. Logra almacenar una parte y retrasar las inundaciones. Aumentar las zonas verdes, tener tanques de tormentas -unos depósitos enormes que están debajo de la tierra y que acumulan agua cuando hay tormenta para después derivarla poco a poco hacia depuradoras y que vuelvan al río- o poner azoteas verdes también ayuda.
El caso particular de Valencia
Claro que lo que ha ocurrido esta última semana va más allá. José María Bodoque, catedrático de la Universidad de Castilla-La Mancha, explica que esta DANA es absolutamente extraordinaria: «Probablemente, estaremos hablando de una inundación que estará en los 500 años de periodos de retorno o más. Lo único que podemos hacer es mitigar golpes y poco más, porque el problema de base es que en España, durante muchas décadas, se organizaba sin tener en cuenta los terrenos de inundación», señala. En Valencia viven aproximadamente medio millón de personas en zonas inundables; 2,7 millones en el conjunto de España. El problema principal, resalta, es que muchas personas vivían en un lugar donde no deberían estar hogares.
Con todo, sí hay medidas que hubieran podido mitigar los daños de las viviendas que están en zonas inundables. Recuerda las Guías de adaptación al riesgo de inundación y criterios constructivos de nuevas edificaciones en zonas inundables que el Misterio para la Transición Ecológica publicó no hace mucho con el objetivo de mitigar la vulnerabilidad de los edificios ante inundaciones. Por ejemplo, subiendo la cota de acceso a la primera planta para evitar que el agua no entre tan fácilmente a la vivienda, como ha ocurrido en muchos hogares valencianos.
También propone poner barreras en las entradas de los edificios para evitar que entre el agua, así como aumentar su resistencia estructural para que no colapsen o mejorar el sistema de drenaje urbano. «Otra medida, que en Valencia es difícilmente aplicable por la cantidad de gente que hay expuesta a las inundaciones, pero que en lugares más pequeños sí sería viable, sería restaurar el espacio fluvial y reubicar los edificios o viviendas a zonas seguras«, afirma Bodoque.
Los dos expertos apuntan a que, pese a lo expuesto que está el país a sufrir inundaciones, se ha hecho demasiado poco en materia urbanística para mitigar sus efectos. «No hay una estrategia nacional exitosa. Se ha publicado la guía, pero no parece que se esté llevando a la práctica a gran escala», señala el catedrático. De lo que sí se congratula es que, desde el año 2008, con la aprobación de la Directiva 2007/60 de evaluación y gestión de los riesgos de inundación, al menos ahora sí existen instrumentos y herramientas para que no se siga construyendo en zonas inundables. Sobre todo lo demás, queda mucho trabajo por hacer.