Las gradas del Nuevo Arcángel se convirtieron en pequeñas constelaciones. Estrellas, destellos que todos aficionados crearon encendiendo las linternas de sus teléfonos. Brillaba el estadio, como en aquellas noches históricas en el Camp Nou, con esa comunión entre afición y futbolistas tan especial. Las jugadoras volvieron a sentir el apoyo de su gente tras ganar el Mundial. No habían jugado aún en España con la estrella cosida en el pecho.Y el reencuentro no pudo ser mejor. Goleada de autoridad ante Suiza (5-0) y nuevo golpe sobre la mesa.
Quien diga que el fútbol femenino no vende es que no estuvo este martes en el Nuevo Arcángel. Ni lo vio por televisión, así como tampoco reparó en el Mundial. Las futbolistas de la selección, referentes y líderes, volvieron a demostrar que con ellas está la fuerza de la gente, la pasión por este deporte y el respeto hacia el papel de la mujer en la sociedad. Una vez más respondieron sobre el césped, pese a todos y contra todo. Y, con el balón pegadito a los pies, no hay quien las gane.
Ahora, que el fútbol parece haberse quedado en un segundo planto mientras la Federación es sometida a una minuciosa y necesaria reestructuración, las campeonas del mundo tuvieron que volver a vestirse con la zamarra de la selección para el último partido de esta ventana de la Nations League. Y salieron a por el como ellas saben hacerlo, con garra. Tras ofrecer el trofeo levantado en Australia y Nueva Zelanda, la colegiada señaló el inicio del encuentro y, con ello, las futbolistas españolas se cosieron el balón a las botas. La posesión era suya y el fútbol también.
Se divirtieron combinando aquí y allá, con gran libertad dada la pasividad inicial de Suiza, hasta que Mariona se plantó dentro del área tras aprovechar un mal despeje de Noelle Maritz, defensa suiza, para rematar a placer. Herzog impidió en primera instancia que el balón traspasara la línea de gol, pero Lucía García la superó sin oposición alguna. El 1-0 subía al marcador y la afición se arrancaba para hacer la ola en todo el estadio. El Nuevo Arcángel se convirtió en una fiesta. Los aficionados empezaron a abrazarse y gritar, mientras bailaban al son de la música que retumbaba por los altavoces del estadio.
Brillo y balón de Oro
Cuando el balón volvió a rodar, el estadio se volvió magia. Los 14.194 aficionados que llenaban las gradas encendieron sus linternas, poco a poco, como quien prende las llamas de una chimenea. Esa que te hace sentir hogar, que te reconforta, que te abraza. Esas luces que arroparon a las futbolistas en los momentos complicados, o en los históricos, una vez más volvieron a encenderse para señalar que llega el final del túnel.
Y, como no podía ser de otra manera, las jugadoras de la selección devolvieron todo el cariño a base de goles. En concreto, de la futbolista que está destinada a escribir su nombre en el próximo Balón de Oro. Aitana Bonmatí, en el añadido del primer tiempo, remató al vuelo un centro de Olga Carmona que a Herzog se le escapó de las manos para poner el segundo en el marcador.
En la reanudación, la catalana volvió a hacer de las suyas, esta vez casi sobre la frontal del área, para enviar un cañonazo que superó sin piedad la portera suiza, que no tuvo su mejor día ante una España que disfrutó sobre el césped. De hecho, seguro que Herzog soñará con las jugadoras españolas durante semanas. En un nuevo error bajo palos, la portera del conjunto visitante no aprisionó el balón que salió rebotado tras un chut de Inma Gabarro. La sevillana aprovechó el rechace para sumar el cuarto a la cuenta goleadora de la selección.
Sin embargo, aún quedaba tela por cortar y Maite Oroz quería sumarse a la fiesta con un auténtico golazo desde fuera del área. Escorada en la esquina derecha, reventó un balón rechazado para quitar las pocas telarañas que le quedaban a la portería suiza.
El silbato de la colegiada volvió a sonar, aunque esta vez para dar por terminada la fiesta. Las jugadoras de la selección se abrazaban, lo habían hecho. Victoria, goleada y buenas sensaciones. Tras semanas durísimas, sobre todo mentalmente, conseguían cerrar la primera fase de la Nations League con pleno de victorias. Tomaron aire, respiraron y celebraron. Sobre el césped, la faena estaba hecha. Y fuera de él, ya ven la luz al final del túnel.