Los huevos son uno de los productos más consumidos en todos los hogares españoles. Debido a su precio, propiedades y salubridad, son un alimento básico en la dieta. Se pueden hacer y combinar de muchas maneras, por lo que se encuentran en una amplía variedad de recetas y platos típicos de otoño.
Sin embargo, un mal uso de ellos puede provocar problemas de todo tipo. La frescura es el principal parámetro de calidad de los huevos, por lo que es importante conocer cuando están en mal estado. Los huevos frescos contienen bacterias llamadas Salmonela.
¿Qué es esta bacteria?
La salmonelosis asociada a los huevos es una de las causas más comunes de intoxicación alimentaria, ya que pueden estar presentes tanto en la cáscara como en el interior de los huevos. La contaminación ocurre de dos maneras principales: a través de la infección de las gallinas, que transmiten la bacteria a los huevos antes de que se formen las cáscaras, o por contacto con superficies contaminadas
El riesgo de contraer salmonelosis al consumir huevos contaminados aumenta cuando se consumen crudos o poco cocidos, ya que las altas temperaturas al cocinar eliminan la bacteria. Esto es especialmente relevante en alimentos como mayonesas caseras, salsas, o postres como el tiramisú.
Los consejos de la OCU
A simple vista, no es fácil conocer si un huevo está fresco. No obstante, y como ocurre con la mayoría de cosas, existen trucos caseros que solucionan más de un problema. En este caso, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) aconseja realizar una técnica que se usa en la mayoría de casas, pero que sigue siendo muy efectiva.
Para realizarlo, simplemente debes rellenar un vaso con agua. De esta manera, al introducir el huevo pueden pasar dos cosas.
- Si se hunde y se queda plano en el fondo, es que está fresco.
- Si flota, es señal de que no está bueno. La razón por la que ocurre esto es que el huevo, a medida que pierde frescura, su interior se llena de aire, y por eso flota.
Estudio de la OCU sobre la frescura de los huevos
El objetivo más importante para que los huevos no pierdan la frescura es mantenerlos en frío, ya que ralentiza el crecimiento de bacterias como la salmonela. Además, es aconsejable que los huevos se guarden en su envase original de cartón, ya que ayuda a protegerlos de golpes y evita que absorban olores de otros alimentos.
También es importante asegurarse de que los huevos estén almacenados con la punta hacia abajo porque ayuda a que la yema permanezca centrada y evita que se adhiera a la membrana interna de la cáscara, lo que podría afectar su calidad. Asimismo, hay que evitar lavar los huevos antes de guardarlos, ya que su cáscara tiene una capa protectora natural que impide la entrada de bacterias. Si se lavan, esta barrera se elimina, lo que puede hacerlos más susceptibles a la contaminación.