La localidad de Chiva, uno de los escenarios más afectados por la tremenda dana que ha asolado buena parte de la provincia de Valencia, sigue sumida en el caos y anoche todavía no se había restablecido el servicio de luz y agua, lo que imposibilita la vida en las mínimas condiciones. Eso es lo que ha motivado que algunos vecinos hayan optado por salir del pueblo, hartos de esperar que las autoridades y los servicios de emergencia y Protección Civil acudan para prestar la ayuda que necesitan.
Es el caso de Antonio, que en la tarde de ayer se encontraba en una de las calles devastadas por la riada cargando los enseres y elementos más necesarios para salir de Chiva, junto a su familia, y buscar un lugar donde pasar al menos unos días. Después, cuando la localidad vuelva a ser habitable, regresaría. A este vecino se le ve, resignado, mientras ordena bolsas y maletas en el remolque del vehículo, instantes antes de salir de allí, con toda la prudencia del mundo.
Otro de los problemas que acechan a los vecinos de Chiva es el pillaje. Para sorpresa general son varios los negocios que han sido asaltados por la noche en los que los ladrones, en el máximo grado de inmoralidad ante la tragedia de las víctimas, se llevan todo lo que encuentran de valor.
He Xiu Joang regenta un bazar en la localidad y la noche del jueves tuvo que hacer guardia en el establecimiento, prácticamente destrozado, para evitar robos. De hecho, el miércoles intentó dormir en el piso superior del local comercial, pero a eso de las tres de la madrugada apreció que había alguien dentro del comercio y bajó, sorprendiendo a cuatro personas robando que salieron precipitadamente. Joang optó entonces por quedarse allí para preservar lo poco que se ha salvado de la riada y la inundación.
Los pillajes en locales comerciales, e incluso en casas, han sido una de las sorpresas más desagradables de esta tragedia, hasta el punto que la Guardia Civil ha tenido que establecer un dispositivo en los municipios afectados, también en los de l’Horta Sud, para proteger los bienes privados frente a los asaltantes y ladrones.
También en Chiva, Mercedes mostraba su desolación ante esta catástrofe, palabra que repite una y otra vez para definir lo ocurrido. Ella tenía una tienda que su familia ha regentado durante más de cuarenta años y que ha quedado arrasada. «Lo hemos perdido todo», indica esta mujer que pasó la noche del martes al miércoles en un piso de la segunda planta de un edificio. Mercedes cuenta, como lo han hecho tantos vecinos de Chiva, que vio pasar los coches arrastrados por la corriente «como si fueran pelotas de playa» y que el suyo está entre los que se han perdido.
En Chiva, donde ya se contabilizan al menos diez muertos, la alcaldesa de la localidad, Amparo Fort, teme el peor escenario y ha señalado que pueda haber «centenares» de fallecidos, porque hasta la tarde de ayer aún no se había podido llegar a los muchos vehículos que han sido arrastrados por la riada y han quedado tirados en cauces y junto a la autovía A-3. También hay decenas de viviendas en núcleos diseminados donde también viven personas de las que no se sabe nada hasta ahora.