Te levantas por la mañana y, mientras estás desayunando, alguien timbra. Un repartidor te entrega un paquete que no recuerdas haber pedido, pero se dirige a ti por tu nombre y apellidos y está en la puerta de tu casa, por lo que ese paquete tiene que ser tuyo. Lo recoges y, movido por la curiosidad, decides abrirlo para ver si al descubrir su contenido eres capaz de recordar cuándo lo pediste.

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