Estados Unidos decide el próximo martes día 5de noviembre quien será su próximo presidente entre Kamala Harris y Donald Trump, una elección que se presume muy ajustada, según las proyecciones de las encuestas.
La candidata demócrata y el aspirante republicano llegan al sprint final de una campaña caracterizada de nuevo por la polarización y que, según los pronósticos, puede decidirse por el resultado de un reducido número de estados. La explicación reside en el peculiar sistema electoral del país, que añade incertidumbre a los pronósticos
En las elecciones presidenciales de Estados Unidos funciona un sufragio indirecto con sus propias particularidades. Al votar en estos comicios presidenciales, los ciudadanos de cada estado eligen a quienes serán sus representantes en el llamado Colegio Electoral, un órgano que en una segunda instancia del proceso votará al ganador de las elecciones. Pero la elección popular está marcada por una regla clave: salvo en dos casos -Nebraska y Maine- el candidato ganador en cada estado sumará el 100% de los llamados ‘votos electorales’ que corresponden a dicho territorio. Es decir, el voto no computa de forma proporcional. De esta forma, el ganador se hará con todos los representantes en juego en cada estado, y el perdedor, aunque la diferencia sea de una sola papeleta, no sumará nada.
En total hay 538 compromisarios que conforman el Colegio Electoral. La cifra equivale al número de diputados de la Cámara de Representantes (435), senadores (100) y los tres delegados de Washington D.C. Se distribuyen entre los 50 estados más el distrito de Columbia en función de la población y es equivalente al número de diputados y senadores que corresponde a cada territorio.
Este modelo permite que pueda resultar ganador un candidato que haya perdido en el cómputo del voto popular total. Es lo que sucedió, por ejemplo, en 2016, cuando Donald Trump se impuso a Hillary Clinton. Entonces, el aspirante republicano sumó 62,98 millones de votos frente a los 65,85 de su rival. Es decir, casi tres millones de votos no bastaron a la candidata demócrata para alcanzar la Casa Blanca. La diferencia en el Colegio Electoral fue de 304 frente a 227 a favor del magnate.
Pero el proceso de las elecciones en EEUU tiene otras claves. Son estas:
Primarias y designación de los candidatos
El proceso electoral arranca meses antes de los comicios. En el primer semestre del año se activa el mecanismo de las primarias para elegir al candidato de cada partido. Para participar en estas elecciones, los ciudadanos mayores de 18 años deben registrarse como votantes y cada estado regula los requisitos del registro.
Una vez celebradas las primarias en cada estado, los partidos celebran una convención nacional para designar al candidato, que este año, en el caso de los demócratas, sirvió para el relevo del primer aspirante, Joe Biden, por Kamala Harris.
¿Quién puede votar?
El carácter federal de Estados Unidos concede amplias competencias a cada territorio para regular el derecho electoral, pero por norma pueden votar las personas con nacionalidad estadounidense, mayores de 18 años y registrados oficialmente -algunos estados marcan límites en caso de antecedentes penales o incapacidad mental-.
El sistema no obliga a esperar hasta el día de la votación para ejercer el derecho de sufragio, ya que también contempla el voto anticipado o por correo. En 2020, en plena pandemia de coronavirus, se batió el récord histórico de votos postales al superarse los 65 millones.
El Congreso y el Senado
Los estadounidenses no sólo eligen al futuro inquilino de la Casa Blanca sino que también renuevan la Cámara de los Representantes en su totalidad (435 escaños para un mandato de dos años) y un tercio del Senado (33 escaños para seis años de mandato). Los demócratas tienen ahora mismo el control del Senado, mientras que los republicanos dominan la Cámara de Representantes desde las ‘midterms’ de noviembre de 2022.
Estados Unidos cuenta con un régimen presidencialista, por lo que el inquilino de la Casa Blanca es jefe de Gobierno y de las Fuerzas Armadas, pero el Congreso juega un papel esencial en el entramado legislativo norteamericano y no tiene por qué ser del mismo color político que la Presidencia. El Congreso tiene margen incluso para cesar al presidente.
Este 5 de noviembre también estarán en juego un amplio abanico de cargos estatales, entre ellos los gobernadores de once estados y dos territorios -Samoa Americana y Puerto Rico-.