Compareció Yolanda Díaz el lunes por la tarde en el Congreso, seis días después de que se publicara en la cuenta de Cristina Fallarás en Instagram la denuncia que ha provocado la mayor crisis política de la breve y atribulada historia de Sumar. Lo hizo después de reunirse con su grupo parlamentario. La vicepresidenta y ministra de Trabajo es consciente de que su futuro político y el del partido que ella creó está en el alero.
Por eso, por conocer su versión sobre los hechos, había una expectación especial. La sala estaba a reventar de periodistas.
Después de atribuir al feminismo un cambio para mejor en este país, se centró en su relato de los hechos.
Dijo que ella se enteró del mensaje difundido por Fallarás el martes por la noche. Al día siguiente, ella acudió a la cumbre bilateral España/Portugal que se celebró en Faro. Desde allí, habló con Íñigo Errejón, «Tuve una de las conversaciones más difíciles de mi vida», reconoció con afectación. En esa conversación -celebrada el pasado miércoles- Díaz afirmó que el aún portavoz de su grupo en el Congreso le «reconoció actitudes machistas y vejatorias».
El jueves -siempre según Díaz- volvió a hablar con Errejón y fue durante esa conversación cuando le pidió «el cese de todas sus responsabilidades».
Asumió que la «expulsión de Errejón iba a suponer una crisis» política en su formación. Pero, añadió, ante hechos tan graves, había que actuar con contundencia «caiga quien caiga».
Ya a preguntas de los periodistas sobre por qué no se actuó con la misma contundencia cuando se tuvo conocimiento de un presunto abuso de Errejón a una mujer durante un festival en Castellón, respondió: «Si yo hubiera sabido en 2023 lo que se hoy, hubiera hecho lo mismo que he hecho ahora».
¿Por qué no le pidió Yolanda Díaz a Errejón que cesara en sus cargos en el mismo momento en el que éste le reconoció un comportamiento machista y vejatorio hacia las mujeres?
Y, cuando se le insistió en por qué no se habló entonces con la víctima (cosa que sí hizo la jefa de gabinete de Errejón, expulsada la semana pasada por haber supuestamente intentado tapar el asunto), Díaz dijo: «Nadie denunció. Para actuar tiene que haber una denuncia».
Los hechos, que insistió en calificar como «gravísimos», no le impidieron marcharse a una cumbre a Colombia. Ante la sorpresa de un periodista ante su decisión de mantener su agenda, ella, un tanto enfadada, dijo que había estado al tanto de todo sin descuidar sus compromisos internacionales. Porque tiene capacidad sobrada para ello.
La comparecencia fue, en fin, un compendio de lo que es Yolanda Díaz. Mucho gesto, mucho sentimiento y poca sinceridad.
La primera gran laguna de su discurso radica en que, una vez que Errejón le confesó su comportamiento «machista y vejatorio», ella, para ser coherente con su alegato, debería haberle exigido inmediatamente la dimisión. Eso sucedió el miércoles. ¿Por qué esperó 24 horas para destituirle? ¿Tal vez porque antes midió los riesgos y necesitó que algún dirigente de su grupo le alertara del tsunami político que se estaba gestando a este lado del Atlántico?
Una segunda contradicción es que no hablara directamente con Errejón cuando se conoció la denuncia de junio de 2023. Ella tenía que elaborar las listas para las elecciones del mes de julio, donde le colocó en un puesto que le garantizaba ser diputado. ¡Qué menos que preguntarle qué había de cierto en el hilo de tuiter que le acusaba de abusos! Pues bien, Yolanda Díaz tampoco supo responder.
En tercer lugar, Díaz se escudó en la falta de denuncia de la mujer que le acusó en junio de 2023 para no haber hecho algo más. «Tiene que haber una denuncia», dijo en dos ocasiones, para que se aplique el protocolo de actuación. Pues bien, la petición de cese de todas sus responsabilidades a Errejón se produjo sin que hubiera una sola denuncia en comisaría. Recordemos que Elisa Mouliaá no acudió a la policía hasta el jueves a medianoche, cuando ya Errejón había anunciado que dejaba la política.
Por último, no se comparece la gravedad que ella da al comportamiento de Errejón («nunca debió ser diputado ni portavoz», aseveró) con el mantenimiento de su viaje a Colombia, cuyo resultado puede resumirse en una declaración de intenciones sobre el futuro de la economía social.
Yolanda Díaz, si es coherente con los principios que dice defender, debería haber presentado su dimisión irrevocable. Pero no. Ella seguirá ahí hasta que se hunda Sumar.