En el caso de un posible conflicto en la región del Pacífico, es probable que la mayor amenaza para el F-35 Lightning II, tanto estadounidense como japonés.

La guerra en Ucrania ha puesto en evidencia que la mayor amenaza que enfrentan los aviones de combate no son, necesariamente, otros aviones de combate. De manera similar, los tanques no deben temer principalmente a otros tanques en el campo de batalla. Aunque los combates aéreos suelen ser fascinantes y captar la atención del público, estos tienen sus raíces en conflictos históricos.

En el caso de un posible conflicto en la región del Pacífico, es probable que la mayor amenaza para el F-35 Lightning II, tanto estadounidense como japonés, no provenga del ampliamente promocionado avión de combate furtivo chino J-20 Mighty Dragon, sino más bien de los misiles y, tal vez, de los drones.

La capacidad de producción de aviones de combate en China se ha igualado en gran medida a la de Estados Unidos. Sin embargo, parece poco probable que se trate de una guerra enfocada en combates aéreos directos. En enero de 2023, el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) dio a conocer sus hallazgos sobre un ejercicio de guerra simulado en Taiwán.

La conclusión general indica que, en todos los escenarios en los que Estados Unidos decide intervenir en defensa de Taiwán, las fuerzas chinas son superadas. Adicionalmente, el análisis sugiere que Japón podría verse involucrado en el conflicto, a pesar de que actualmente su preferencia es mantener una postura de neutralidad.

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Se prevé que China realice un análisis estratégico similar al que llevó a cabo Japón en 1941, cuando decidió atacar Pearl Harbor. La motivación de Japón en aquel momento era apoderarse de los recursos petroleros que se encontraban en lo que hoy conocemos como Indonesia, aunque esto implicaba arrastrar a Estados Unidos a la guerra.

Este razonamiento desencadenó una serie de decisiones que culminaron en el lanzamiento de un ataque preventivo masivo sobre Pearl Harbor, con el objetivo de debilitar la presencia estadounidense en el Pacífico oriental.

Si China considera que Estados Unidos intervendrá en defensa de Taiwán, podría optar por neutralizar de forma preventiva las bases aéreas estadounidenses. Esto incluiría un ataque a la base aérea de Kadena, situada en Okinawa, Japón.

Un ataque a esta base significaría, en efecto, agredir a Japón, lo que podría involucrar al país en el conflicto, lo que sugiere que también sería prudente atacar preventivamente las bases aéreas japonesas.

Sin embargo, aunque en los simulacros de conflicto Taiwán, apoyado por la intervención de Estados Unidos, resulta victorioso, se estima que cientos de aviones estadounidenses y japoneses serían destruidos, junto con una fuerza aérea taiwanesa que sufriría grandes pérdidas.

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La Fuerza de Misiles del Ejército Popular de Liberación de China (PLARF) se considera una potencia significativa en el contexto militar. Por ello, cada fase del conflicto comienza con ataques de misiles terrestres que tienen como objetivo primordial a los buques de superficie y a las bases aéreas de Estados Unidos y Japón.

Estos ataques implican un uso intensivo del inventario de misiles balísticos de corto alcance de China, lo que permitiría una destrucción considerable de la armada taiwanesa y la paralización de su fuerza aérea, según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS).

El CSIS destaca que Taiwán ha realizado un “trabajo admirable” para fortalecer sus bases aéreas. Sin embargo, China ha estado incrementando su capacidad de cohetes en parte para hacer frente a estas defensas. Es probable que el volumen de misiles disponible en China sea suficiente para abrumar las defensas de las bases aéreas taiwanesas y sus refugios fortificados.

Esta situación también se aplica a las bases aéreas estadounidenses ubicadas en Guam y Japón, así como a las propias instalaciones aéreas de Japón. En un escenario estándar, se estima que Estados Unidos podría perder 270 aviones, de los cuales 206 pertenecerían a la Fuerza Aérea de Estados Unidos.

Un factor incierto en este contexto es la posibilidad de que algún portaaviones desplegado en la vanguardia resulte hundido durante los ataques iniciales, lo que incrementaría las pérdidas totales. Japón, por su parte, podría sufrir la pérdida de 112 aviones, mientras que la fuerza aérea de Taiwán podría quedar prácticamente fuera de combate.

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En las tres iteraciones del escenario relacionado con las bases aéreas, la Fuerza Aérea de Estados Unidos experimentó pérdidas que oscilaron entre 168 y 372 aviones. De este total, aproximadamente 96 eran aviones de combate o de ataque de la Armada que se perdieron desde portaaviones. Esto indica que la Fuerza Aérea vio una reducción de entre 70 y 274 aviones, principalmente mientras estaban en tierra.

Las pérdidas de aviones de combate durante los juegos de guerra se distribuyen de la siguiente manera:

  • Pérdidas totales en Estados Unidos: 270
    • De los cuales USAF: 206
    • Japón: 112
    • China: 155

En un escenario pesimista que favorece a China, las pérdidas totales aumentan a 484 aviones, de los cuales 412 corresponden a Estados Unidos, 161 a Japón y 327 a China. En un escenario optimista que favorece a Estados Unidos, Taiwán y Japón, las pérdidas se reducen a 200 aviones, con 90 pertenecientes a la USAF, 90 a Japón y 18 a China.

En algunas iteraciones de los juegos de guerra que no se desarrollaron en bases, se reportó que Estados Unidos podría perder hasta 774 aviones. En el escenario pesimista que beneficia a China, este país experimentó una pérdida promedio de 327 aviones, con un rango que va desde un mínimo de 48 hasta un máximo de 826.

En los escenarios en los que Estados Unidos lanza ataques a las bases aéreas chinas con misiles JASSM-ER, se destruyeron entre 66 y 748 aviones chinos en tierra.

Como señala el CSIS en sus simulacros de combate, “la relativa fuerza de la capacidad aire-aire de Estados Unidos y China no fue relevante, dado que la mayoría de los aviones fueron destruidos en tierra”. Sorprendentemente, el modelo base del simulacro mostró que el 90% de las pérdidas totales de aviones estadounidenses, japoneses y taiwaneses ocurrieron en tierra, a pesar de contar con impresionantes defensas aéreas estadounidenses y japonesas en Okinawa.

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La dura realidad es que, sin importar cuán furtivo sea un avión, ya sea un F-22 Raptor o un A-10 Warthog, todos quedan vulnerables al estar estacionados en tierra cuando son atacados con misiles.

La Fuerza Aérea de Estados Unidos es plenamente consciente de esta situación y, por lo tanto, ha dejado de sentirse segura operando desde bases avanzadas, enfocándose en realizar operaciones desde instalaciones dispersas y adoptando una mayor agilidad en sus tácticas.

De acuerdo con fuentes externas, Rusia ha perdido aproximadamente 130 aviones de ala fija y 145 de ala rotatoria, incluidas pérdidas no relacionadas con el combate, durante el conflicto en Ucrania. La mayoría de estos aviones han sido destruidos en tierra o por misiles tierra-aire. Las victorias rusas en combates aire-aire contra aviones ucranianos, así como las victorias ucranianas en este mismo ámbito, han sido escasas.

En comparación, China es un país mucho más potente que Rusia, que se encuentra en un estado de relativa decadencia desde hace tiempo. Además, no se puede hacer una comparación directa entre Ucrania y los tecnológicamente avanzados Taiwán, Japón y Estados Unidos.

Este contexto, junto con otros factores —incluyendo la expectativa de que el conflicto será breve, estimándose en alrededor de tres semanas— sugiere que los drones de baja tecnología, como los que se han visto en Ucrania, no tendrán un papel relevante. En su lugar, es probable que misiles más avanzados se conviertan en los protagonistas de este enfrentamiento.

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