Hijo de un andaluz y una gallega que se conocieron en Reino Unido, Julius Ruiz habla con dificultad el idioma materno de sus padres. Cada palabra que sale de su boca parece el fruto de un esfuerzo ímprobo. Pero las ideas de este hispanista, doctor en Historia por Oxford y profesor de la Universidad de Edimburgo, están muy claras. Las expresa con la seguridad de quien conoce bien de lo que habla, después de diez años investigando y dos años escribiendo el libro que tiene entre manos, La guerra sucia (Espasa). Una historia de la batalla de la Segunda República en guerra contra la llamada quinta columna. Es decir, contra los partidarios de los sublevados que permanecían emboscados y organizados en territorio leal. Un fenómeno plural con ramas civiles y militares dentro del ejército popular y del Estado republicano.

El principal organismo que llevó a cabo esta labor de persecución de la quinta columna fue el Servicio de Información Militar (SIM), una suerte de policía secreta creada para centralizar la investigación y represión del enemigo en la retaguardia tras meses de caos y violencia indiscriminada ejercida por los partidos y organizaciones de izquierdas. “Las investigaciones serias sobre el SIM brillan por su ausencia en comparación con las dedicadas a la quinta columna”, apunta Ruiz en las primeras páginas de su libro. También sobre otros organismos equivalentes y coetáneos, como el Departamento Especial de Información del Estado (DEDIDE).

La guerra sucia pretende suplir, al menos en parte, esa carencia. «Es un libro mucho más amplio de lo que yo pensaba al principio», reconoce Ruiz, autor de otros títulos como El terror rojo, Paracuellos o La justicia de Franco. La represión en Madrid tras la Guerra Civil. «Pero pensé que era necesario para hacer justicia al tema y a la riqueza de los datos» que ha logrado recabar.

Pregunta.- La destrucción y la dispersión de los archivos de estos organismos después de la guerra quizá explique la escasez de investigaciones a fondo sobre ellas.

Respuesta.- Es demasiado fácil renunciar a hacer una investigación científica porque se han quemado papeles esenciales. Aunque se han destruido los originales de muchos documentos, existen copias en otros fondos. Hay que cruzar los datos de los distintos archivos. Todos los cuerpos de policía produjeron muchos documentos. Me gustaría tener más, pero creo que he encontrado lo suficiente para dar una visión bastante completa, a través no solamente de los documentos internos del SIM o el DEDIDE, un cuerpo de policía completamente olvidado en los libros de historia. Utilizo los documentos que han sobrevivido, pero también los encontrados en el archivo del Komintern, que está en Moscú pero que ya está digitalizado y abierto al público.

El hispanista británico Julius Ruiz retratado el pasado 15 de octubre en Madrid.
El hispanista británico Julius Ruiz retratado el pasado 15 de octubre en Madrid. | Borja Martínez

P.- Una de las fuentes que utiliza es la Causa General, la investigación oficial de la «dominación roja» llevada a cabo por el franquismo después de la guerra.

R.- Es una fuente complicada y problemática, pero lo que tenemos que hacer es contrastarla con otras. La Causa General es muy fiable, por ejemplo, en lo que concierne a los testimonios de las víctimas. Cuando hay referencias a un agente de policía suele haber un informe republicano que lo corrobora. No se puede aceptar todo lo que dice, hay que ponerlo en su contexto, pero es una fuente imprescindible, y creo que no hay problema en decirlo, porque además en este libro se recurre a todo tipo de archivos nacionales e internacionales. Es a partir de esa cantidad de datos que se puede construir un relato y un examen profundo de lo que realmente pasó. Y no solamente citando las memorias de algunos protagonistas políticos que salieron durante la Transición, por ejemplo, que es lo que ha pasado en España en los últimos 40 o 50 años. Ese tipo de libros son documentos autoexculpatorios y egoístas por naturaleza. No se puede descartar lo que se dice en ellos, pero hay que someterlos a crítica, como cualquier fuente.

Lo que va del terror a la represión

Interpretar los documentos de los servicios de inteligencia y la policía secreta no es tarea fácil. El lenguaje suele ser críptico y elusivo. «Hacen extensos informes sobre su forma de actuación, pero su cultura es verbal porque sus órdenes suelen serlo. Hay que extraer la verdad de términos eufemísticos, cuando utilizan expresiones como actuar con energía o imponer un régimen severo. Pero por fortuna tenemos los testimonios de las víctimas», explica Ruiz.

La utilización de la tortura fue sistemática entre los agentes de policía independientemente de su color político

A veces se tiene la suerte de dar con un documento más explícito. «Sobre el caso específico del uso de la tortura, cito en el libro un protocolo de interrogatorio que encontré entre los papeles personales de Indalecio Prieto escrito por el jefe del SIM, Manuel Uribarri, a principios de 1938, un documento reservado. En la documentación del DEDIDE y del SIM hay referencias a la utilización de la tortura que demuestran desde mi punto de vista que fue sistemática y utilizada por los agentes de policía independientemente de su color político: socialistas, comunistas, anarquistas e incluso republicanos de izquierdas. Es decir, no fue una represión de un partido en particular contra los fascistas o contra otros partidos, fue una represión revolucionaria de los antifascistas en general». 

P.- ¿Puede separarse la represión de la quinta columna del llamado terror rojo? Hubo muchos miembros de las organizaciones políticas que hicieron sanguinarios méritos durante las primeras semanas de la guerra y acabaron ingresando en los servicios de inteligencia militar.

R.- Muchos jóvenes revolucionarios que participaron primero en la revolución de Octubre y que tuvieron un protagonismo importante en el verano revolucionario del 36 luego ingresaron luego en estos cuerpos. Fue el caso de Francisco Ordóñez o de Santiago Garcés, ambos jefes de la policía secreta. O el de Ángel Pedrero, el lugarteniente en la famosa Brigada de Investigación Criminal de Agapito García Atadell, hombre muy cercano a Indalecio Prieto y a la ejecutiva socialista. Hombres que mataron a gente en el verano del 36 y luego entraron en la policía secreta republicana en 1937 y 1938.

P.- De algún modo el Estado reconoció sus méritos.

R.- Se suele decir que el Gobierno republicano castigó a los incontrolados, pero eso es falso. Hay un capítulo sobre la justicia en el que dedico mucho espacio a los intentos del democristiano Manuel de Irujo, ministro de Justicia entre mayo y diciembre de 1937, de castigar a los culpables de esas atrocidades. El Gobierno no tenía problema de castigar a los poumistas, a los anarquistas o a quienes habían aprovechado la guerra para enriquecerse. Pero procesar a dirigentes socialistas, a un jefe local de un pueblo o de una ciudad, eso era imposible. Era como procesar a la revolución. En aquel contexto, cuando la autoridad del Estado se había roto, castigar a los socialistas que mataban a fascistas era imposible. Dirigentes importantes como el secretario general del PSOE, Ramón Lamoneda, o Julián Zugazagoitia, ministro de la Gobernación, presionaron a Negrín para que suspendiera las investigaciones abiertas por Irujo, que finalmente dimitió harto de la situación. Él quería restaurar el Estado de derecho pero los socialistas lo veían como un ataque a la revolución.

P.- El SIM se crea en agosto del 37 pero hasta marzo de 1938 no se unifican todos los organismos de inteligencia y policía secreta bajo sus siglas. ¿Qué nos dice esto de la situación de la República y de la evolución de la guerra?

R.- El proyecto político de Negrín se basa en centralizar el esfuerzo de guerra. Después de los hechos de mayo de 1937 –la guerra civil en el seno del bando republicano entre comunistas y anarquistas en Barcelona– quiso consolidar los cambios introducidos por Largo Caballero, extenderlos y crear ministerios y agencias de seguridad centralizadas y con autoridad. El SIM se creó como una policía anticomunista porque se quería separar a los comunistas de la labor de contrainteligencia. La rama catalana del DEDIDE, que había sido mucho más importante que el SIM a lo largo de 1937, estaba dominada por comunistas españoles y extranjeros, dirigió la persecución de los poumistas en Cataluña y estableció su propia red de cárceles privadas incluso con campos de trabajo satélite. La fusión de marzo de 1938 tuvo lugar en el contexto de la derrota militar que estaba ocurriendo en Cataluña, la partición en dos del territorio republicano y la superioridad militar franquista en todos los ámbitos. El DEDIDE podía ser un cuerpo poderoso para suprimir al enemigo interno, pero se impuso la lógica de la guerra y del proyecto político de Negrín.

P.- ¿Cuál fue el papel de los agentes soviéticos en la actuación de la policía secreta republicana?

R.- Su ayuda fue logística y no política. No hubo un intento de controlar políticamente los servicios de policía secreta. El libro en ese sentido rechaza los relatos franquistas. Aunque hubo excepciones, como el SIM de las Brigadas Internacionales, que fue comunista, porque las Brigadas eran comunistas. O el DEDIDE catalán, dominado por el PSUC con la ayuda de gente del Komintern, sobre todo del Partido Comunista alemán, y con el respaldo del NKVD [la policía secreta soviética]. Para ellos la guerra más importante era contra el trotskismo, y su prioridad era su eliminación. Los documentos republicanos muestran una relación directa entre los asesores soviéticos y los dirigentes del SIM central, pero es difícil esclarecer la naturaleza de esa relación porque los informes del NKVD siguen clasificados. Todos los datos que necesitamos para ello no los tenemos, aunque tenemos lo suficiente para decir que Alexander Orlov [espía soviético y enlace del NKVD en España] rompió las relaciones con Indalecio Prieto por culpa de la dimisión forzada de Gustavo Durán como jefe del SIM madrileño. Durán era comunista, hizo centenares de nombramientos de comunistas, y Prieto montó en cólera y metió en su puesto a uno de sus hombres, Ángel Pedrero.

La ayuda de los agentes soviéticos fue logística y no política. No hubo un intento de controlar políticamente la policía secreta republicana

Si los comunistas hubieran sido los amos del SIM eso se vería en los nombramientos. Pero a partir de la primavera del 1938, el joven Garcés, que es la voz de Negrín, empieza a depurar a comunistas dentro del SIM central para meter a los negrinistas y gente de su confianza. Estoy seguro de que los asesores soviéticos no estaban muy contentos con ello, así que yo no veo a Negrín como una marioneta de los comunistas, más bien al contrario. Se puede ver con el famoso proceso del POUM, un juicio espectáculo negrinista montado para demostrar, no la tesis comunista de que los poumistas eran unos fascistas, sino que eran unos rebeldes contra el Estado democrático. Y la operación tuvo mucho éxito: los corresponsales extranjeros, incluido Orwell, un hombre habitualmente muy crítico con el Gobierno republicano, dijeron que al menos en este caso los tribunales estaban funcionando bien en España.

P.- Un tribunal que juzgó al desaparecido Nin en rebeldía.

R.- Exacto. Mientras, los asesinos de Nin, hombres como Fernando Valentí, uno de los jefes del SIM madrileño, o Antonio Ortega, el hombre que ordenó la operación, no fueron ni siquiera citados para declarar en el proceso. Se trataba de ocultar lo que había sucedido, que un político había sido asesinado con la participación de agentes del Estado. Pero Negrín logró cambiar el relato por completo, y todavía hay muchos historiadores que citan el proceso del POUM como el ejemplo de la restauración de la democracia o del sistema burgués, o de que Negrín era liberal y demócrata.

P.- Es curioso cómo la quinta columna, un término que nace como una metáfora y que arraigó en la propaganda republicana como el principal enemigo a batir, acabó designando un fenómeno muy real. ¿Hasta qué punto se trató de un movimiento cohesionado y coordinado desde Burgos?

R.- Al comienzo de la guerra hubo algunos grupos clandestinos dedicados sobre todo a la autodefensa. Querían, como es lógico, ayudar a los rebeldes, porque eran simpatizantes de la rebelión militar, pero no tuvieron mucha relevancia. Tampoco había muchos motivos para actuar, porque todos pensaban que la guerra iba a ser breve, que Franco iba a entrar en Madrid y que el Gobierno republicano se rendiría. ¿Por qué arriesgar la vida si la guerra iba a terminar en Navidad? Es tras el fracaso de Franco a las puertas de Madrid en noviembre de 1936 cuando se puede decir que aparece la quinta columna tal y como la entendemos. En zona franquista hay un esfuerzo paralelo para centralizar los servicios de inteligencia y contrainteligencia, que no culmina hasta noviembre del 37, con el SIMP del coronel Ungría. Es entonces cuando intentan establecer una relación más estrecha con las redes endógenas que ya estaban en la zona republicana, y tienen cierto éxito, pero la conexión siempre fue débil.

P.- ¿Cuál fue la actividad principal de la quinta columna, al margen de ayudar a camaradas?

R.- Su actividad principal, o eso es por lo menos lo que querían los franquistas, fue recabar información militar. Pero las conexiones entre los grupos quintacolumnistas y los mandos nacionales siempre fueron inciertas. Y eso se puede ver sobre todo en Cataluña, donde el SIM hizo un juego espectacular creando enlaces falsos con agentes dobles y logró capturar a casi todos los dirigentes de la quinta columna catalana. Los antifascistas pensaban que la quinta columna era un movimiento profesional y monolítico políticamente; todos fascistas, muy bien disciplinados y dirigidos por los alemanes y por los italianos, porque para ellos Franco solo era una marioneta de Hitler y Mussolini. Pero la realidad fue muy distinta. La quinta columna fue un conjunto de redes muy diversas, con conflictos políticos entre ellas, sobre todo en Cataluña, donde hay falangistas que se están disputando el poder de la Falange clandestina, una circunstancia que ayudó mucho al trabajo del SIM. La quinta columna, no lo niego, jugó un papel importante, pero no el que los antifascistas creyeron. Los republicanos temían que podían asestarles una puñalada mortal por la espalda en cualquier momento, y que la guerra terminaría con esa puñalada y no con la victoria en los frentes.

P.- El libro comienza significativamente con dos casos de mujeres quintacolumnistas. ¿Cuál fue la aportación femenina al fenómeno?

R.- Había una cultura machista, compartida por republicanos y franquistas, según la cual la peligrosidad de las mujeres se basaba exclusivamente en su atractivo sexual. Se ve en que uno de los símbolos de la quinta columna es la prostituta. La policía tiene una visión bastante contradictoria en este sentido. Por un lado tiene interiorizada esta imagen de la femme fatale hipersexualizada, típica de las películas de Hollywood, capaz de sacar la información de cualquier hombre casi en el acto por su belleza. Pero existe otra creencia, y es que las mujeres no sirven para nada en el mundo del espionaje porque son muy emocionales o se van de la lengua a la primera. Para la inteligencia republicana el trabajo que podían hacer las mujeres no tenía ninguna importancia. ¿Cuidar de los niños, preparar la comida? Cosas propias de su sexo. Pero lo cierto es que el gran fracaso del SIM de Madrid fue pasar por alto el Auxilio Azul, una red muy extendida con más de 6.000 participantes de la que el SIM no tenía ni idea. Pudo desarticular otras redes importantes, como la organización Antonio. Pero por esa visión machista de que lo único que hacían las mujeres eran tareas auxiliares se les escapó una organización como aquella, que fue clave. O el liderazgo de algunas mujeres católicas en otras redes. Después de la guerra, estas mujeres salieron a la esfera pública, fueron condecoradas por Falange, volvieron a sus casas y quedaron olvidadas. Pero cada vez hay más relatos sobre su contribución a la quinta columna. De hecho, cada vez está más claro que la quinta columna se basó en las mujeres.

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