La fama le llegó tarde y siempre a trompicones aunque el reconocimiento fue algo constante en su vida. Gonzalo Torrente Ballester murió hace 25 años, en enero de 1999, en Salamanca, y aunque tras su ausencia el público se volcó en su literatura, el tiempo hizo lo propio y su nombre lleva años deambulando por una especie de limbo. Hasta ahora. Profesor, articulista de prensa, autor teatral, novelista, crítico literario, ensayista, guionista cinematográfico… la Biblioteca Nacional de España ha decidido volver a poner luz sobre su figura arropando todas sus facetas y no había mejor momento que el aniversario de su muerte para llevarlo a una de las grandes casas de la literatura.

Así, el pasado 18 de octubre abría sus puertas -con la presencia de políticos de distinto signo como Yolanda Díaz, Alfonso Rueda o Alfonso Fernández Mañueco- Gonzalo Torrente Ballester, la travesía de un creador, una muestra que a través de 130 objetos nos lleva por los lugares donde vivió el escritor gallego y que influyeron tanto en su vida como en su obra. De 1910, fecha de su nacimiento, hasta 1999, pasamos por Ferrol, Madrid, Pontevedra, Albany (EE.UU), Vigo, La Romana y Salamanca para conocer «los frutos humanos, intelectuales y artísticos que se gestaron y desarrollaron en cada una de esas etapas».

Yolanda Díaz, Alfonso Fernández Mañueco y Alfonso Rueda durante su visita a la exposición ‘Gonzalo Torrente Ballester, la travesía de un creador’. EFE

Comisariada por Darío Villanueva, catedrático y académico de la Real Academia Española, y Carmen Becerra Suárez, profesora de la Universidad de Vigo, esta exposición cuenta, además de con el ya mencionado centenar de objetos -entre gráficos, documentales o fondos bibliográficos-, con «el documental GTB x GTB, producido en 2010 por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) y la Fundación Gonzalo Torrente Ballester con guion y dirección de Luis Felipe Torrente Sánchez-Guisande y Daniel Suberviola Garrigosa», tal y como explican en la nota de prensa.

En la que añaden que al final lo que narran es un viaje, una aventura que comienza en la parroquia de San Salvador de Serantes (Ferrol). «Una ciudad lógica en un entorno mágico que le inspiró su especial forma de ironía: la percepción sistemática de lo maravilloso en lo real y de lo real en lo maravilloso», aseguró Villanueva en la presentación de la muestra, y que nos traslada a su interés por el ejército, a cómo la miopía le impidió ingresar en él y a que aquella decepción le llevó a irse a Oviedo a estudiar.

«Es en Asturias donde comienza su actividad como periodista en El Carbayón y también donde publica su primera obra, la pieza teatral El viaje del joven Tobías, en 1938″, añaden desde la institución y explican que al terminar Derecho, y tras pasar por Vigo, Santiago o Ferrol donde siguió estudiando y donde daba clases de gramática, acabó instalando en Madrid como profesor.

Foto de niñez de Torrente Ballester en Estepona. BNE

Aunque antes de establecerse en la capital, vivió alguna que otra aventura. La primera fue que el levantamiento del 18 de julio de 1936 le cogió en París y habiendo afiliado al Partido Galeguista años atrás. Que pudo haberse quedado en la capital francesa pero que decidió volver junto a su familia que en aquel momento estaba en Ferrol. Cuentan que al llegar, su padre le regañó diciéndole que muchos de sus amigos habían sido asesinados y que él no dudó en permanecer a salvo afiliándose a La Falange, lo que le permitió seguir escribiendo y, sobre todo, hacerlo algo más tranquilo.

Aunque solo dos años más tarde, en 1938, fue víctima de la censura. Torrente Ballester publicó Javier Mariño, la que fue su primera novela, y que fue secuestra menos de un mes después de llegar a las librerías. Pero, el gallego no cejó en su empeño y, en 1946, consiguió que vieran la luz El retorno de Ulises y El golpe de Estado de Guadalupe Limón, también una traducción de Rainer María Rilke y publicó algunos relatos en periódicos de la época.

Café Gijón 1954. Gonzalo Torrente Ballester con, entre otros, Ana María Matute (tercera por la derecha). BNE.

Y ahora sí llegamos a Madrid, a donde llegó en 1947, y donde, además de trabajar como docente de Historia Universal en la Escuela de Guerra Naval, «inició su actividad como crítico teatral en Diario Arriba, dando comienzo también a su relación con el cine, colaborando como guionista en diversas películas», explican. También cuando su literatura comenzó a ser considerada por los críticos y los miembros de los jurados de los premios literarios. Durante esta época en la capital, publicó el primer volumen de la trilogía Los gozos y las sombras, El señor llega, que consiguió el Premio de Novela de la Fundación Juan March. Y el segundo, Donde da la vuelta el aire, que lo escribió durante una estancia en Mallorca aunque sin haber cambiado su sede familiar.

‘Los gozos y las sombras’, primer volumen de la trilogía. BNE

Todo lo compaginó con las clases en la Escuela de Guerra Naval hasta que, a principios de los sesenta, su firma en una manifiesto a favor de los mineros asturianos en huelga le dejó sin su trabajo como profesor y sin su empleo como crítico teatral. «Tras ser expulsado de todos sus trabajos por firmar el manifiesto de intelectuales que pedían explicaciones por los graves sucesos ocurridos en Asturias, tuvo que retomar su labor docente y periodística en Pontevedra», aseguran desde la BNE, y también que fue en esta época cuando publicó la tercera entrega de su trilogía y su obra Don Juan, que recogió tan pocos lectores y le enfrentó tanto a la censura, que le llevó a dejar de lado la literatura y a aceptar «la invitación para trabajar como profesor permanente en la Universidad de Albany (EE.UU.)».

Algo que pensó que sería a largo plazo, porque metió todos los libros de su biblioteca y a todos sus hijos en un barco -entonces ya tenía cuatro de su matrimonio con Josefina Malvido, su primera esposa, y habían nacido casi la mitad de los siete que tuvo con la segunda, María Fernanda Sánchez-Guisande- para comenzar una nueva vida.

Gonzalo Torrente Ballester posando en las escaleras del Museo del Prado. BNE

Pero, en 1970, la muerte de su madre le hizo regresar y, aunque volvió a Albany esporádicamente, su casa a partir de 1973 fue Vigo, donde estuvo destinado como profesor en un instituto y donde escribió La saga/fuga de J. B.-«novela que tuvo una recepción crítica entusiasta, galardonada con el Premio de la Crítica y el Premio Ciudad de Barcelona»-, y también donde recibió la noticia de que había sido aceptado como miembro de la Real Academia Española.

Además, apareció una plaza con su nombre en el instituto Torres Villaroel. «Por eso, su etapa de madurez la pasó en Salamanca, hasta su muerte en enero de 1999, y transcurrió entre su actividad docente durante casi veinticinco años y la participación en la vida cultural de la ciudad universitaria, al tiempo que se consagraba como un prestigioso novelista y sus obras se popularizaron gracias a sus adaptaciones al cine y la televisión (Los gozos y las sombras, El rey pasmado…)», explican desde la BNE sobre cómo se convirtió en un superventas. También que «en estos años se sucedieron los premios y honores, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias 1982 (ex aequo con Miguel Delibes) y el Premio Cervantes en 1985».

Fue durante esta recepción en la que aseguró que su vocación había sido siempre la de profesor y «la otra, la complementaria». También fue al final de sus días, con once vástagos y la vida ya tranquila y con su trayectoria más que reconocida, cuando alegó que ninguna novela le dio nunca «tanta satisfacción como el ver crecer sano» a cada uno de sus hijos.

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