Es esta una historia de cómo a veces empiezan las cosas bonitas. De forma absolutamente casual. La de dos hermanas, Silvia, azafata de vuelo y Raquel, peluquera, que cuando la primera enferma de cáncer de mama, decidieron abrir un negocio familiar, Galán Estética Oncológica, para ayudarse a ellas mismas y hacerlo con otras mujeres. Un pequeño local de pelucas, turbantes, prótesis, lencería… frente al madrileño hospital Gregorio Marañón (las hermanas tienen otra peluquería dentro del Hospital Infanta Leonor, de Vallecas, donde crecieron) en el que las pacientes se abren en canal. Un lugar, en el barrio del Retiro, donde se ríe, se llora, se hace mucha terapia y donde las mujeres que, además de un pecho, han perdido su pelo… vuelven a sentirse bien. A atreverse a mirarse al espejo. «Para una mujer no tener pelo es superdramático», sostienen.

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