Canarias continúa soportando, en solitario, una crisis migratoria sin precedentes que va camino de un récord que sigue poniendo contra las cuerdas a la red de acogida de menores. Todo ello en medio de una tensión política que hace complicada una solución para los 5.300 menores no acompañados que están bajo la tutela del Gobierno de Canarias. Solo en los últimos dos meses, coincidiendo con el repunte migratorio por la bonanzas de las mareas desde África, han llegado a las costas canarias 10.374 personas de las que 1.509 son menores no acompañados, un 14,6% del total. En lo que va de año, según el Ministerio del Interior, han llegado a las Islas 32.878 personas, casi un 40% más de las que lo hicieron en 2023 por estas mismas fechas. De ellos, 4.422 eran niños y niñas que llegaron solos.
Mientras el Ejecutivo regional espera por los 50 millones comprometidos por el Estado para atenderlos –aunque la factura de gasto pendiente se eleva a 160 millones– , algunas de estas instalaciones, con capacidad limitada, acogen al doble de menores de su capacidad. Se les da la atención que requieren si bien no es la idónea para sus edades, admiten las ongs que gestionan estos centros.
El mar en calma, fenómeno meteorólogico que ocurre en las Islas entre agosto y noviembre y que provoca unas buenas condiciones en las corrientes marinas, es el principal motivo de este repunte migratorio. Pero no el único. La situación política de Mauritania hace que las previsiones para los próximos meses apunten, según un informe de Frontex, a unas 16.000 personas de aquí a final de año.
Sea como fuere. Ya 2024 ha hecho historia en la ruta canaria y supera la cifra alcanzada en la crisis del 2006, año en el que llegaron 31.180 personas, y solo está a 7.000 de sobrepasar la del año pasado cuando lo hicieron 39.910 migrantes.
Además, se consolida como la ruta migratoria más mortal del mundo. Solo en los primeros meses de este año perdieron la vida 702 personas.
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