Cuando dos personas deciden formar una nueva relación después de un matrimonio previo, a menudo se enfrentan a desafíos únicos. Uno de los desafíos más comunes es lidiar con los hijos o hijas de otro matrimonio. Y es que para muchas personas eso puede llegar a ser una paso difícil de conquistar. Eso es lo que debió pensar Elisabet cuando durante su cita con Kai, descubrió que el soltero no venía acompañado.
Kai tiene 48 años, es entrenador personal y viene desde Barcelona con una filosofía de vida muy tranquila, estoica y positiva buscando una persona con la que tener paz y una actividad sexual elevada. Por su parte, Elisabet tiene 39 años y está dispuesta a encontrar el amor de su vida en ‘First Dates’. Desde un primer momento la peluquera catalana aseguró que ‘tarzán’ no era su tipo de hombre.
La red flag del soltero
En un momento de la cena, Elisabet descubrió algo con lo que no contaba, Kai tiene un hijo de 10 años y eso fue algo que decantó la balanza durante toda la cita: «Me fijaría más en un hombre si no tuviera hijos. Es algo con lo que no puedo. Bastante complicado lo tengo ya, como para que venga alguien y me lo complique todavía más«, confesaba la soltera.
«Prefiero una persona como yo sin ataduras que podamos fluir, hacer viajes y todo lo que nos apetezca. Para mí es un dolor de cabeza. He perdido oportunidades muy buenas por ser un poco cuadrada con este tema, pero al final, es lo que pienso. No tengo instinto maternal, es así«, finalizaba Elisabet su explicación durante la cena.
La decisión final
Tras no acordarse del nombre de su cita, el programa preguntaba a Elisabet si tendría una segunda cita con Kai, algo que el soltero se esperaba: «No tendría una segunda cita con él porque no tenemos esa química, tienes un hijo y para mí es una cosa importante», recalcaba la soltera.
Por su parte, el soltero ha explicado que antes de una mujer lo primero de todo es su hijo y «no quiero quedar bloqueado» y aunque tendría una segunda cita con ella, «un revolcón sí lo tendría», dejaba en el aire Kai al despedirse que dejaba con cara de asombro a Elisabet.