Nunca antes una campaña presidencial estadounidense había estado tan ajustada. A tres semanas de las elecciones todo depende de lo que ocurra en los siete estados bisagra donde nadie sabe quién va a ganar: Wisconsin, Pennsylvania, Michigan, Georgia, Carolina del Norte, Arizona y Nevada.

En seis de ellos todas las encuestas coinciden que la diferencia de intención de voto entre Kamala Harris y Donald Trump es inferior al 1%. En el séptimo, Nevada, Trump tiene un ventaja un poco superior pero dentro del margen de error. Es decir, cualquier candidato puede ganar en cualquiera de estos estados.

Antes de continuar hay que aclarar un malentendido frecuente: el hecho de que la diferencia en intención de voto sea tan pequeña no quiere decir necesariamente que quien gane vaya a ganar por poco. Si uno de los candidatos gana en 6 de los 7 estados indecisos por solo un 1%, su victoria final será abultada. Porque lo que cuenta son los ‘votos electorales’ asignados a cada estado según el censo de población. Y aunque se gane por solo un 1% se ganan todos los votos electorales de ese estado.

Así pues, todo estaría abierto. Pero, naturalmente, hay más datos, y esto es más preocupante para los demócratas que para los republicanos. Primero, porque ha habido dos meses seguidos de crecimiento de intención de voto para Kamala Harris pero esa tendencia se estancado.

Segundo, porque en los perfiles de votantes que tradicionalmente votan demócrata hay significativas lagunas en estas elecciones. En particular, el voto de varones afroamericanos es preocupante para la demócrata. Un 85% de ellos votó por Biden en 2022 y solo un 70% asegura ahora estar decidido a votar por Kamala Harris. Esto puede ser decisivo en estados con diferencias totales de votos de solo unos pocos miles de votantes.

Tercero, hasta ahora la realidad ha demostrado que las encuestas no recogen un voto oculto por Trump. Es decir, que hay gente que no reconoce que va a votar por Trump y al final sí lo hace. Las encuestas cada vez se hacen mejores y consiguen tener en cuenta ese factor. Y, además, parece razonable pensar que ese fenómeno cada vez ocurre con menos frecuencia. Pero igual de razonable es pensar que, aunque en menor medida, se va a seguir produciendo. Y también puede ser decisivo.

En conclusión, quien ahora necesita un revulsivo en su campaña electoral es Kamala Harris, porque es quien no parece beneficiar la trayectoria en la recta final. Esta es la razón por la que Trump no ha aceptado un nuevo debate. Para qué darle oportunidad a quien la necesita. Kamala Harris habría hecho lo mismo.

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