Utilizar el aceite de freír un huevo en la sartén para llenar el depósito del coche. Repsol quiere convertir el aceite de cocina usado en bicombustible para reducir el consumo de petróleo. La primera petrolera española ha comenzado a adaptar de forma gradual sus refinerías para producir un producto equivalente en prestaciones a los combustibles tradicionales, pero fabricado a partir de materia prima orgánica, como el aceite usado de cocina o los residuos.
El primer paso ha sido la reconversión de una de las más de 40 unidades que componen la enorme refinería de la petrolera en Cartagena, la más grande de los cinco complejos que la compañía tiene en España (a Cartagena se unen A Coruña, Tarragona, Puertollano y Bilbao). La planta se puso en marcha a principios del segundo trimestre de este año tras una inversión de 250 millones de euros y dos años de construcción.
A simple vista la imagen es la misma que la de sus pares fósiles, formada por una maraña de tuberías, escaleras y depósitos en el interior del enorme complejo industrial cartagenero, pero una inmensa lona azul anticipa su carácter renovable. Formada por una superficie de unos 46.000 metros cuadrados está compuesta por cuatro áreas. Las tres principales son una planta que convierte los residuos en combustible, otra de hidrógeno tradicional para alimentar el proceso y el área de almacenamiento del producto final. Mientras que la cuarta se ubica fuera del complejo y se corresponde con cuatro grandes tanques que almacenan los residuos tras su llegada en barco al Puerto de Cartagena.
El proceso de producción es muy similar al del petróleo tradicional y se basa en cortar las moléculas de residuos urbanos, calentarlas y luego transformarlas en combustible a partir de una reacción química, según explica el director del complejo Antonio Mestre. El combustible renovable generado a partir de materia orgánica no es inocuo porque en la combustión también emite, pero lo hace en menor medida que su alternativa fósil, según la compañía. El motivo es que el C02 que libera en su uso es igual al que absorbe la materia orgánica de la que proceden durante toda su vida útil.
La nueva planta prevé recibir unas 300.000 toneladas de residuos al año para producir unas 250.000 toneladas de diésel renovable y combustible sostenible de aviación. Se trata todavía de cantidades muy pequeñas, si se tiene en cuenta que la refinería cartagenera produce aproximadamente unos 5 millones de diésel y 2 millones de queroseno y gasolina al año.
A nivel económico, el proyecto aspira a alcanzar 50 millones de ganancias (Ebitda) este año y alrededor de 90 millones en un año normal a pesar de que el aterrizaje no ha sido fácil por la bajada de los márgenes del diésel renovable (influenciado por la sobreoferta en Estados Unidos y la llegada de productos asiáticos), según reveló en las últimas presentaciones de resultados su consejero delegado, Josu Jon Imaz. En 2023 la petrolera obtuvo un beneficio bruto de 9.254 millones de euros.
Más caro que el fósil
Desde enero, la empresa ha vendido 30 millones de litros de combustible renovable y cuenta ya con más de 500 estaciones de servicio que lo suministran, lo que supone el 10% de las ventas de estas gasolineras. El objetivo es cerrar el año con 600 establecimientos y alcanzar los 1.500 el año que viene, casi la mitad de su red en España y Portugal. «Estamos ofreciendo una alternativa (a los combustibles fósiles), pero la realidad es que a día de hoy nuestros clientes eligen el otro (el combustible tradicional)», reconoce la directora de Combustibles Renovables Repsol, Berta Cabello.
En términos prácticos, para el consumidor la experiencia es la misma que la de repostar diésel o gasolina porque a pesar de que el producto renovable tiene una densidad menor que el mineral, la empresa utiliza aditivos para compensar esa diferencia y evitar cualquier cambio en la potencia del motor o en el consumo del vehículo.
La única diferencia es el precio, que es entre 10 y 12 céntimos más caro que la alternativa fósil, en línea con las soluciones premium que también comercializa la petrolera. En el caso de la aviación, la solución ‘limpia’ duplica el coste del queroseno. “Al tratarse de una nueva tecnología tiene una estructura de costes mayor porque requiere una logística específica y pruebas para demostrar su origen renovable”, afirma Berta Cabello.
El impulso regulatorio
El primer empujón está llegando de la mano de la regulación. La normativa europea obliga a las petroleras a suministrar a partir de 2025 un porcentaje de combustible renovable en los aeropuertos que ese primer año será del 2% pero evolucionará de forma gradual hasta el 70% en 2050 y en el caso de los vehículos están obligadas a incorporar un 10% en la mezcla del diésel y de la gasolina habitual.
Pero también de los objetivos finalistas de las grandes marcas. Los clientes de muchas compañías logísticas lo piden porque se lo reclaman los inversores y financiadores. Un ejemplo es el grupo Sesé, que distribuye productos de Cocacola, según Repsol. Aunque el gran avance sería un cambio en la política energética europea que asemeje el combustible renovable a la electricidad para generalizar su uso en los turismos y facilitar ayudas a la inversión.
En los próximos meses, Repsol replicará el proyecto de Cartagena en las refinerías de Puertollano y Bilbao, tras una inversión conjunta de otros 250 millones de euros con el objetivo de convertir a la Península Ibérica en un gran productor de biocombustibles.
30 céntimos por botella de aceite
Para fomentar la recogida de residuos, Repsol ofrece 30 céntimos por litro de aceite usado en las gasolineras de Madrid, Galicia y Castilla La Mancha, así como de Aragón y Castilla y León ubicadas en municipios de más de 100.000 habitantes. Según la empresa, solo el 5% del aceite usado de las casas se recupera. «Es una cuestión de responsabilidad ciudadana. Si tiene utilidad y podemos reutilizarlo en el coche tiene más valor», afirma Antonio Mestre.
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