Las nuevas informaciones que el documental ‘Colón ADN. Su verdadero origen’, de RTVE, ha puesto sobre la mesa tras su difusión anoche dejan dos cosas incuestionablemente claras: que la procedencia del descubridor de América continúa apasionando a miles y miles de personas 550 años después y que, por mucha sorpresa que pueda causar al lector, éste no era de Madrid. Al parecer, según apuntan en este elaborado trabajo, el navegante procedía de una familia de judíos conversos que se dedicaba a la confección de la seda en la entonces incuestionable potencia económica y cultural que era la ciudad de València. La ocultación deliberada estaba plenamente justificada: la muerte, en forma de Inquisición, arramblaba sin compasión ante cualquier atisbo de ‘suciedad’ moral, religiosa o étnica. El compañero José Luis Garcia Nieves contaba hace pocas semanas en este periódico como el Santo Tribunal mandó a la hoguera a toda la familia del filósofo y pensador Joan Lluis Vives. Era 1534 y en un espectáculo público quemaron, por ‘prácticas judaizantes’, al padre, la abuela y otros familiares del humanista valenciano, que se había exiliado para evitar, precisamente, este horror. El trauma de quien fue masacrado o tuvo que ocultarse bajo una religión, ideología e identidad falsas para poder, simplemente, vivir, no es poca cosa. Y hasta nace nada, todavía lo sufría gran parte de la población, bajo la amenaza del paredón.
Sea como sea, proseguimos, los nuevos apuntes hacía la ‘vía valenciana’ de Colón, de confirmarse, es un balón de oxígeno a la autoestima de nuestro pueblo, muy tocada por una infrafinanciación injusta, una invisibilización total frente a otras comunidades autónomas con más poder de interlocución con el Gobierno (da igual cuando se lea esto) y unas señas de identidad que se van diluyendo como un azucarillo en el café. Lenta e implacablemente. Si Colón es valenciano, primer aviso, la capital que dirige Catalá debería plantearse ponerle una escultura o algo donde poder realizar dignamente eso que tanto nos apasiona a los valencianos, por miles, que es ofrendar. Aunque no parece que la calle Colón, con todo lo que ya lleva en sí misma la pobre, pueda asumir también un nuevo elemento más para el colapso, en este caso de oda al descubridor. Habrá que pensar más.
Pero, sabiendo como somos los valencianos, seguro que ahora mismo, en cualquier mesa donde se da cuenta de un buen esmorzar, el debate profundiza hacía detalles más concretos y suculentos. ¿Y si fuera de València pero de algún municipio? ¿ Y si el hecho de que se dijera que era genovés no era por Génova sino por la localidad de la Costera que también ha lanzado al mundo al pilotari Paco Cabanes y al escritor Paco Cerdà (¡Presente!)? ¿O si fuera de Catarroja, Requena o Sagunt, donde residía una notable comunidad de judíos conversos? Es más, igual hasta cabe la posibilidad de que alguien en Alicante (ya sabemos de sus debilidades) apunte a que el navegante más conocido del mundo era de la ‘provincia’. Lo que está claro, dardos aparte, es que Colón no era de Madrid DF, como le denomina brillantemente el periodista Enric Juliana. Con tanta pompa en todo, con tanto de todo que hay en la capital de España, con todo lo mejor que tienen ahí, que cuando llueve en la Puerta de Sol hay telediarios que abren sus informativos nacionales con ello y hay dos cosas que no tienen: la primera, playa, como ya cantó en su momento Los Refrescos, y ahora Colón. El ADN y las probetas han dado a Carlos Mazón un balón de oxígeno para negociar con España de los de envergadura: el símbolo que dio orígen a la Hispanidad. Con la de problemas de identidad que tenemos, ya solitos, los valencianos, y nos tenía que caer Cristóbal Colón como pariente. A ver ahora, donde decía mi abuela cuando le regalaban un perrillo de porcelana, dónde lo ponemos.