La vida de Caroline Darian cambió el 2 de noviembre de 2020 al recibir la llamada de su madre, Gisèle, en la que le contaba, sin muchos detalles, que su padre había sido detenido por grabar por debajo de la falda a varias mujeres en un supermercado. Tras su arresto, la policía encontró en su teléfono miles de archivos, en los que aparecía su madre drogada y siendo violada por desconocidos. “Mi vida literalmente se puso patas arriba (…). Quería al hombre que creía conocer”, cuenta Caroline en su libro, ‘Y dejé de llamarte papá’, que se ha convertido en el rastro de su trauma: “La terapia de palabras es también una forma de curar mis heridas”, explica.
Para Caroline, ese hombre amable, ese padre presente y protector, desapareció, y empezó su batalla por saber quién era realmente su progenitor. La pregunta la respondió semanas después de que la policía destapara la doble vida de Pelicot, al saber que ella también aparecía en los archivos sexuales de su padre con imágenes en las que se le durmiendo semidesnuda: “Entonces entendí que era un monstruo”.
Imágenes suyas durmiendo semidesnuda también aparecen en los archivos de Pelicot
Tres años y medio después de la llamada de Gisèle, un ingreso en psiquiatría y muchas horas de escritura han ayudado a Caroline a convertir su ira en un combate contra la sumisión química: la Asamblea Nacional debatirá en los próximos meses un proyecto de ley centrado en este tipo de abusos. Aunque para llegar hasta aquí, tal como explica en su libro, tuvo que vivir todas las fases de un duelo: “Cada uno tiene que hacer su duelo. Mi madre renunciará a su marido. Nosotros a nuestro padre. Mi padre arruinó lo que más quería, el ‘nosotros’, mis raíces”.
‘Shock’ traumático
Tras la llamada de su madre, Caroline sufrió un ‘shock’ traumático que la dejó KO física y mentalmente, momentos de los que solo recuerda pequeños detalles, como la hora que marcaba el reloj del horno: “Más tarde me enteré de que las personas que han sufrido un ‘shock’ traumático a menudo recuerdan solo un detalle. En este momento veo el reloj del horno. Muestra las 20:25 en números blancos. Una frontera cifrada. Estoy viviendo los últimos segundos de una vida normal”, explica.
“No fuimos capaces de proteger a mi madre,
Esa escena se repetirá durante las siguientes semanas, cuando la policía la llama para mostrarle más imágenes. Esta vez, de ella y de sus cuñadas. “Señora, tiene que venir a comisaría, es urgente”. Dominique había grabado a su hija y a las mujeres de sus hijos durmiendo mediante una cámara oculta escondida en el baño. De nuevo, Caroline volvió a sufrir un brote y, esta vez, tuvo que ser ingresada en un psiquiátrico.
“No fuimos capaces de proteger a mi madre”, se culpabiliza Caroline al repasar meticulosamente sus recuerdos y detectar algunas ‘red flags’ que no supieron ver en su momento: “Mamá, ¿qué día es hoy?”, le preguntó Caroline a su madre por teléfono tras notarla desorientada. Ella no fue capaz de responder.
“Ya sabéis cómo es vuestra madre, se estresa rápidamente”, decía Pelicot a sus hijos cuando empezaron a detectar la desorientación y las pérdidas de memoria de Gisèle
Gisèle estaba cada vez más delgada, se desorientaba en algunos momentos y sufría pérdidas de memoria. Situaciones que siempre se producían cuando el matrimonio se encontraba en Mazan, pero no cuando Gisèle viajaba a París para ver a sus nietos. Las pruebas médicas descartaron el alzhéimer. Dominique insistía a sus hijos que se trataba de estrés: “Ya sabéis cómo es vuestra madre, se estresa rápidamente”, decía. Situaciones que aumentaban la preocupación de sus hijos, pero que jamás despertaron ninguna sospecha sobre su padre.
La ira
“Mi padre es un monstruo”. Caroline ya no se pregunta quién es Dominique: para ella no existe. Gisèle, por su parte, reaccionó de foma distinta al trauma: lo hizo mediante la disociación y el síndrome de Estocolmo en ciertos momentos. “La separación de la realidad puede actuar como un amortiguador psicológico, al dividir la experiencia en fragmentos, la mente puede crear compartimentos donde el dolor y la angustia son mantenidos a distancia, lo que puede ayudar a la víctima a sobrellevar la experiencia en ese momento, es un acto reflejo”, explican desde ‘Psicología y Mente’.
Al principio, Gisèle reaccionó al trauma mediante la disociación y el síndrome de Estocolmo en ciertos momentos: incluso le lavó y le planchó la ropa al ser detenido
Los primeros días, Gisèle apenas hablaba sobre lo que estaba pasando e incluso lavó, planchó y preparó una maleta con ropa para Dominique, quien ya se encontraba en prisión. “Trabajaba como un robot”. Gisèle se recluyó en sí misma. A su hija le costó aceptar la actitud de su madre. Como ella misma explica, en algunos momentos parecía que Dominique también le hubiera arrebatado a Gisèle.
Mientras se esforzaba en canalizar la ira, Caroline intentaba recordar cuándo y dónde fueron tomadas las fotografías en las que ella aparece dormida: “Se supone que estoy durmiendo medio desnuda. Sé que no estoy durmiendo”, dice. Sin embargo, «sin pruebas tangibles”, su padre no será procesado por estos hechos, puesto que hasta el momento ha negado haber llevado a cabo el mismo ‘modus operandi’ con su hija: “Crean que nunca he tocado a mi hija, ni a mis hijos, ni a mis nietos. Les pido disculpas”, afirmó Dominique el pasado martes ante el tribunal. El acusado insiste en ponerse en contacto con su familia desde la cárcel, incluso en el aniversario de Caroline.
Duelo
Pasado el tiempo, Caroline ha conseguido poner un nuevo nombre al que hasta el 2 de noviembre de 2020 era su padre. Ahora, para ella, Dominique Pelicot es “el mayor depredador sexual de los últimos 20 años”.
En 2022, Francia registró 1.229 agresiones sexuales por sumisión química, un aumento del 70% respecto a años anteriores
A pesar del trauma, su voz ya no tiembla. Es más, ha creado la asociación M’endors pas. Estas “violencias invisibles”, como las llama Caroline, son un problema creciente en Francia. “Una semana antes de que empezase el juicio de Pelicot tuvimos otro proceso por violación por sumisión química. Cada vez nos encontramos con más casos en el tribunal”, cuenta el procurador del caso Mazan. “La mayoría de las víctimas no saben que han sido abusadas -añade-, porque no tienen ningún recuerdo, y los agresores se aprovechan de ese silencio”.
En 2022, en Francia se produjeron 1.229 agresiones sexuales por sumisión química. Un aumento de casi el 70% respecto a años anteriores que las autoridades también atribuyen al mayor conocimiento de la población sobre este tipo de agresiones.
Con M’endors pas, Caroline ha conseguido llevar el debate sobre la sumisión química al Parlamento francés, para que haya una mejor formación de profesionales de la sanidad, de las fuerzas del orden y del sistema judicial, y poder detectar estos casos. «En Francia todavía hay mucho por hacer”, sentencia.
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