Vint-i-un es el adelanto del nuevo trabajo de Tolo Servera (Palma, 1971), un disco que llevará por título Fragments y que irá publicándose en plataformas digitales single a single. El primero, en el que canta Buika, verá la luz este viernes.
«Hablé con Buika, con la que llevo treinta años de amistad, y le mandé el disco. Mem, Conxa, escolta això mem si t’agrada, le comenté. Me ha encantado, me dijo. Y como la vi tan emocionada le pregunté si le gustaría cantar en alguna canción. Sí, claro, respondió. Y escogí la del single: Vint-i-un. Barajamos dos: Ses mans dels meus pares, que habla sobre mis padres, y Vint-i-un, que trata de una pareja en la que el chico se va a la guerra. La de los papás es muy bonita, me dijo, pero es muy personal. La de Vint-i-un me estira, tiene este puntito casi medieval, me confesó. Y así se vino en julio a grabarla. Fue un viaje relámpago, porque ella no para. Estuvo encantadora», relata el guitarrista, productor, compositor y cantante.
Una amistad de largo recorrido
La amistad entre ambos se remonta a la década de los 90, cuando coincidieron en jam sessions, recitales en el Bluesville y, más tarde, en el estudio de Tolo Servera, Renou de Fons. «A Buika siempre la he tenido en mi estudio. Grabó unas voces muy graciosas en un disco que se llama Volumen 1 (2000), junto a Israel Sandoval. Todavía sigue diciendo que es su disco favorito. Contar con ella para este disco ha sido un lujo», subraya.
«La de Buika —añade— es una voz maravillosa, como también lo es el rollo que le da a la canción. Su dicción te pone los pelos de punta. Una frase suya hace que valga toda la canción. A mí me pone en alerta: ¡es una cantante de verdad!».
Voz y guitarra
Fragments contendrá once temas en total y a diferencia de Nu, el que fue primer disco en solitario de Servera tras su etapa en grupos como Avalon, Quo Vadis o Contraband, incluye diferentes detalles: «Hay bajo en todas las canciones, no hay batería per se, hay percusión, pseudocajones y otras cosas que te llevan al groove, guitarras evidentemente, alguna eléctrica, algún piano… Son todo detalles, lo que lleva el peso es la voz y la guitarra. Quería probarme y la verdad, el resultado me gusta».
Además de Buika, el álbum se presenta con un único colaborador, su buen amigo Norbert Fimpel, con títulos como Ciutadà lunar, que «cuenta la historia de un homeless que suele pasear felizmente por la playa»; Matèria prima, con estrofas rapeadas y con un solo de guitarra final, «algo que no hacía en un disco desde hacía siglos»; Tercer grau, que aborda la lacra de la violencia de género; o Intravenós, sobre amores tóxicos o amores para toda la vida.
Una relación tóxica con la industria
«Mi relación con la música siempre ha sido de amor, lo que ha sido tóxico es mi relación con el negocio de la música. El mundo de la industria está lleno de parásitos, son unos aprovechados. Para este trabajo tuve contactos con discográficas pero no llegaron a ninguna parte. Un sello catalán, no diré el nombre, me ofrecía un contrato leonino: ¿también queréis la sangre de mi hija?, les solté. Me pedían mi alma sin darme nada a cambio, publicidad haremos la que podamos, me dijeron literalmente. Imagínate que un arquitecto te diga: bueno, haré lo que pueda con tu casa, después de pagarle un pasta», espeta.
Así se explica que Fragments vaya a tener una autodistribución y su escucha únicamente será posible online. «La idea es ir sacando singles poco a poco. El disco no lo sacaré físicamente. De Nu hice 100 copias, para distribuir en bolos, pero esta vez no lo haré. ¿Para qué? El precio de estar al margen de la industria es que te lo tienes que currar más».