Manos a la cabeza y aluvión de críticas para un Real Madrid que todavía no sabe bien qué ocurrió el pasado miércoles en Lille. Sin autoridad, dejándose llevar y, sobre todo, permitiéndole al rival transitar con comodidad, sin sentirse intimidado por el supuesto nivel de un bloque que, a priori, y sobre todo a nivel ofensivo, está llamado a marcar las diferencias, el naufragio se terminó consolidando. Ni la épica, buscando un gol a última hora, como ese niño que se deja los deberes para el último momento, le funcionó al conjunto merengue que, en un formato que muchas otras veces le acabó dando resultado, esta vez no fue suficiente ni para firmar el empate en el encuentro, concluyendo con una derrota que ponía fin a 14 partidos sin perder en la máxima competición europea, y 37 partidos en general entre todas las competiciones.

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