Su cartel es un secreto hasta el mismo día de su comienzo, no se ven colas en las barras ni grandes escenarios, tampoco puestos de comida rápida genérica ni baños sucios, no está masificado ni pretende crecer más. La temporada de festivales musicales de verano se acaba y de esta tardía clausura se encarga el SON Estrella Galicia Posidonia en Formentera, un antifestival que ha consolidado su éxito gracias a la apuesta a contracorriente que hicieron ocho años atrás.

«La clave era intentar hacer algo diferente a lo que había en ese momento. Había un buen número de festivales y estaban todos cortados por el mismo patrón, si queríamos hacer algo tenía que ser algo diferente», cuenta a El Independiente Víctor Mantiñán, director del SON Estrella Galicia Posidonia.

Llegaban un poco tarde al boom de los festivales de música pero tampoco demasiado, la ola estaba alcanzando su cresta y lo fácil hubiera sido subirse a ella. En su lugar, probaron por ir en la otra dirección con un formato más cuidado y exclusivo, donde primase la experiencia por encima de los grandes nombres y en el que el entorno, Formentera, juega un papel fundamental.

«En la primera edición -reconoce su director- estábamos con mucha ilusión, pero también teníamos muchas dudas. Empezábamos poniéndonos una barrera bastante alta al no anunciar el cartel, pero tuvimos la suerte de que planteamos algo diferente para un público que buscaba ya algo diferente, ahí estuvo el secreto del éxito». Había que contar que el festival solo vendía 350 entradas, que el cartel era secreto y que el impacto positivo y la sostenibilidad eran tan importantes como la música. En concreto, SON Estrella Galicia buscó una alianza con el proyecto Save Posidonia de Formentera, con la intención de utilizar el festival para concienciar y proteger la posidonia oceánica como responsable de gran parte de la supervivencia de la fauna y la flora única que hay en el Mediterráneo.

Ahora, en plena crisis del modelo macrofestivalero, su apuesta por un formato pequeño, con valor diferencial y capaz de fidelizar a un público cansado de los grandes problemas que acechan a los festivales, parece triunfar más que nunca.

La experiencia por encima de todo

«Eso fue en 2017, llevábamos unos ocho años de proyecto y apoyábamos muchos festivales que ya suponían una alternativa, por ejemplo nuestros partners aquí en Posidonia son los sinsaleros (Sinsal Festival), el WOS de Santiago, muchas propuestas que poco tenían que ver con los festivales que se estaban haciendo. Nosotros los llamamos festivales inimitables», explica Mantiñán. Para el desarrollo de este nuevo «inimitable» se fijaron mucho en el ejemplo del Sinsal, celebrado en el archipiélago de San Simón, donde conceptos como ocio y sostenibilidad van de la mano.

Si la música ha dejado de importar y lo que realmente cuenta es la experiencia, por qué no apostar por cuidarla al máximo y después dejar que la música te acompañe y te sorprenda. Con esa idea aterrizaron en Formentera para crear algo más que un festival, un evento total, pensando en el qué, el cómo y el dónde.

Paseos musicados con distintas rutas por la isla en las que puedes se forman conciertos en lugares insospechados como una cueva o en una explanada junto lado del mar. Además, la gastronomía juega un papel fundamental, igual que la cerveza. «Todos los años traemos a un chef de estrella michelin que nos ayuda a comisariar toda la propuesta gastronómica para que los asistentes se vayan conociendo la gastronomía local mediterránea, con el toque personal del chef.

Otro concepto de música en vivo

«Es un festival distinto a todos, a excepción del escenario de la plaza del pueblo, no hay un recinto cerrado, si no distintos rincones de la isla que se convierten en escenarios improvisados. La experiencia es preciosa. Exquisito y relajado», rememora Christina Rosenvinge, que estuvo en el festival en su primera edición de 2017.

De aquel año se acuerda de estar con María Arnal «de aquí para allá» y conocer a Víctor Herrero, «un guitarrista formidable» que tocaba con Vinicio Caposela. «Me gustó mucho la charla que nos dio una persona del grupo ecologista de Formentera», cuenta a este periódico.

El cartel suele reunir a una mezcla de artistas nacionales e internacionales consolidado y también emergentes. Todos ellos en un ambiente íntimo prácticamente inédito para algunos artistas capaces de llenar grandes recintos como Jorge Drexler, que estuvo en 2021 tocando para los apenas 350 asistentes que tienen la oportunidad de ir.

«En 2021, por ejemplo, estaban las chicas de los Bichos y al final acabó Jorge Drexler subiéndose al escenario con ellas. En 2022, Israel Fernández se quedó a los conciertos de los dos días como uno más. Pasó también con la gente de Lori Meyers que acabaron bailando entre el público el domingo casi hasta la hora del cierre. Es un ambiente en el que te sientes muy cómodo y da para actuaciones y anécdotas muy especiales», insiste Mantiñán.

«Es un festival para la gente que odia los festivales. No hay grandes producciones ni aglomeraciones. Solo un grupito de gente pasándolo bien sin ensuciar nada y sin hacer mucho ruido», apunta Rosenvinge.

Quien lo prueba, repite

El precio del festival ronda los 400 euros por persona, a lo que hay que sumar la logística de llegar hasta Formentera, más el alojamiento. Pero aun así no es fácil hacerse con una de las entradas que salen dos meses antes. Jonathan es uno de esos afortunados, siendo un habitual en distintos festivales de música, fue a la primera edición y desde entonces no ha fallado, incluso implicando a más adeptos a la causa.

«Aunque no sepas el cartel, sabes que vas a vivir una experiencia única», el mantra se repite también entre los asistentes. «Este año vamos un grupo de unos 12 amigos, aunque luego hay mucha gente que nos vemos de año en año», explica a El Independiente. De hecho, el año pasado, antes de irse ya dejaron reservado el alojamiento para repetir en 2024.

A lo largo del fin de semana, se establecen relaciones, una familiaridad entorno a un paraíso terrenal como Formentera y su otoño con sabor a verano. «Al final llega el domingo y nadie se quiere ir de allí, por eso todo el mundo intenta quedarse por lo menos hasta el lunes, el domingo es todo un drama con las despedidas».

¿Utopía hippie o realidad ejemplar?

Impacto positivo, descarbonización, biodiversidad, economía circular, son conceptos que se repiten continuamente en la conversación con cualquiera de los implicados en este reportaje. No son precisamente los atributos que se suele asociar a los festivales de música. Este año, cuenta orgulloso su director, el SON Estrella Galicia Posidonia ha recibido la certificación TRUE Platinum como Zero Waste, con una tasa de desviación de residuos del 99,3%.

«Hay una estación de residuos para hacer compost, se hace una recogida de plásticos por playas y se trituran, se reutilizan y se les da una nueva vida. Todo eso forma parte de la experiencia, más allá de la música, de la gastronomía y de la cerveza. Es muy auténtico todo», cuenta Jonathan. Como un campamento de Boy Scouts, pero para adultos. Más allá del ocio y el disfrute, hay una intención didáctica y lo curioso es que las dinámicas que se crean parecen orgánicas. Se alude a una necesidad coherente por justificar su aprovechamiento de la isla más allá de la relación económica, y esto hoy en día es difícil de ver.

La clave está en generar un tipo de turismo que vaya acorde con el lugar y no tratar de transformar el espacio en función de las exigencias turísticas. En esta especie de utopía hippie, todo está hecho al revés de cómo estamos, y parece que funciona. Es cierto que no es un festival barato, pero al menos genera una simbiosis entre el festival y la isla en la que hay un beneficio común y en la que todas las partes implicadas parecen contentas.

De hecho, es la isla de Formentera y sus particularidades la columna vertebral sobre la que se sostiene un evento de estas características. Cada año sus entradas se agotan, pero la posibilidad de aumentar sus dimensiones no se acerca ni a hipótesis. La pregunta es si la idea sobre la que se asienta este formato se podría extrapolar y convertir en norma en vez de excepción.

De momento la burbuja sigue sin explotar y nadie sabe qué pasará. Pero los hechos están ahí, SON Estrella Galicia Posidonia se ha convertido en un éxito entre el público, los artistas y los habitantes de la isla, y gracias a su marcada identidad antifestivalera ha logrado esquivar los vicios habituales en los que tantos otros han caído.

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