Del Palacio de Cibeles al Círculo de Bellas Artes, pasando por el Instituto Cervantes o el Hospital de Jornaleros de San Francisco de Paula. Todos estos emblemáticos edificios tienen la misma firma e incluso las paradas de metro que te llevan de uno a otro la comparten. Antonio Palacios (Porriño, 1874-Madrid, 1945) fue el arquitecto responsable de llevar a cabo la modernización de la capital y ahora, en el 150 aniversario de su nacimiento, la Comunidad de Madrid ha decidido que sea el punto fuerte del festival Madrid Otra Mirada, que se celebra entre el 17 y el 20 de octubre.
Se trata de un gallego de Porriño que llegó a Madrid para estudiar en 1892 y que aunque empezó ingeniera acabó cursando arquitectura. Hijo de una familia en la que el padre era ayudante de obras públicas, pasó su infancia viviendo en barracones rodeado de planos y de bocetos de puentes. Además, mientras estudiaba la carrera, con profesores como Eduardo Rosales, Aníbal Álvarez o Ricardo Velázquez Bosco; el eclecticismo, el modernismo y la creciente utilización del hormigón armado marcaron sus primeros proyectos.
Terminó con la calificación más alta y con Velázquez Bosco abriéndole las puertas de su estudio. Pero Palacios encontró a su antiguo profesor demasiado académico y se juntó con uno de sus compañeros de carrera, Joaquín Otamendi, que gracias a su posición social «le proporcionó interesantes contactos entre la burguesía madrileña», tal y como aseguran en la página web dedicada al arquitecto del ayuntamiento de Madrid.
Este dúo no tardó en funcionar bien. Se presentaron a varios concursos y ganaron la mayoría. Suyo fue el proyecto para el Puente Señorial de la ría de Bilbao o la decoración del puente Princesa de Asturias de Madrid. «Participaron también en el concurso para el Casino de Madrid, donde el diseño de los jóvenes arquitectos destacó. Sin embargo, el concurso se declaró desierto. La directiva compró los proyectos presentados y los fusionó en uno solo, de tal forma que la escalera correspondía con la ideada por Palacios y Otamendi», explican.
Y, en 1904, tras ver su corto pero brillante currículum, le nombraron arquitecto jefe del Ministerio de Fomento y vocal de la Junta de Urbanismo aunque él puso la condición de poder seguir trabajando junto a Otamendi fuera del ministerio. Y es gracias a esta unión por la que consiguen ser los ganadores del concurso para proyectar el Palacio de Comunicaciones de Madrid, actual sede del ayuntamiento, y pegar un empujón a sus carreras.
Aunque tuvieron que empezar con cierto alboroto social, el edificio iba a ubicarse en un espacio que pertenecía al Retiro, unos jardines que el pueblo no quería perder y que retrasó el comienzo de las obras. Al final, parece que a la mayoría le convenció el resultado. Un edificio, de los primeros modernistas de la ciudad, con una fachada de «evocaciones neoplaterescas y barroco salmantino» que daba un aire nuevo a la capital española. La primera piedra se puso en 1907 y se terminó en 1914 como sede para la Sociedad de Correos y Telégrafos de España aunque ahora se conoce como el Palacio de Cibeles.
Y tras este encargo llegaron muchos otros. Entre ellos los talleres para el Instituto Católico de Artes Industriales o el Hospital de Jornaleros de San Francisco de Paula, ahora sede de la consejería de Vivienda, que se aprobó con el ahora Palacio de Cibeles en construcción. Este último es un edificio que se encuentra en el barrio de Chamberí, en la calle Raimundo Fernández Villaverde, y que estaba destinado a ser un hospital gratuito. Es de los pocos que se construyeron de piedra en el siglo XX y los recubrimientos de las fachadas, de cerámica, fueron obra de Daniel Zuloaga.
Un poco más tarde, en 1910, año que comenzó la construcción de la Gran Vía, les encargaron el del Banco del Río de la Plata, que ahora conocemos como el Instituto Cervantes. «El lugar donde se construiría el edificio lindaba con los terrenos del Palacio de Buenavista, sede del Ministerio de la Guerra en ese momento, y estaba muy cerca del Banco de España y del Palacio de Comunicaciones. Palacios y Otamendi eran conscientes de esta ubicación clave y de que este edificio configuraría en gran medida su entorno», aseguran desde la web del ayuntamiento y añaden que por eso el edificio tiene el «porte» que podemos seguir observando casi 115 años después.
Además, el mismo año que les aprobaron el proyecto para la sede del banco, Palacios fue nombrado presidente de la Sección de Arquitectos del Círculo de Bellas Artes con la misión de encontrar una localización para el nuevo edificio, del que se encargaron, en cuanto eligieron el terreno, los dos amigos. Como explican desde la institución, «el edificio, situado en el entorno de las dos arterias urbanas madrileñas, la calle Alcalá y la Gran Vía, adquirió un destacado valor iconográfico en la escenografía urbana de principios del siglo XX». «La heterogeneidad de su ordenamiento, así como el antagonismo entre la composición semántica del interior y el exterior, lo convirtieron en un símbolo destacado de la arquitectura de una ciudad que avanzaba hacia la modernidad con suma parsimonia», añaden.
Tras el éxito de todos estos edificios emblemáticos de Madrid, les pidieron que entraran a formar parte del proyecto del Metropolitano de Alfonso XII. Los dos participaron en la proyección de las líneas 1, 2, 3 y 4; además de diseñar las Cocheras de Cuatro Caminos o la subestación eléctrica del barrio de Salamanca. Palacios permaneció colaborando con las obras del suburbano durante 25 años, aunque ahora, tras las constantes remodelaciones, poco queda de su obra original.
Dos de las estaciones que se mantienen en pie de Antonio Palacios.
La Guerra Civil encontró a Palacios en Madrid y tras el conflicto su estilo arquitectónico no tuvo el éxito de las primeras décadas del siglo. Su último trabajo en Madrid es el del edificio del Banco Mercantil e Industrial, que aunque proyectó en 1935 no se llevó a cabo hasta medios de los cuarenta. Luego se encargó de diseñar casas y oficinas y lo único que edificio fue su propio hogar en El Plantío.
Allí murió el 27 de octubre de 1945, con algún proyecto sin acabar en Galicia y con Madrid ya siendo otra ciudad que la que él comenzó a imaginar a principios de siglo. «Sus edificios reflejaron el momento histórico del país, que experimentaba una modernización sin precedentes mientras se reponía de la pérdida de las últimas colonias», sentencian.