-Un año más, pero no es un año cualquiera…
-Ninguno lo es porque siempre lo vivimos con total compromiso, total responsabilidad y total ilusión. Pero ahora celebramos la década de la Princesa de Asturias como Presidenta de Honor. Parece que fue ayer…
Teresa Sanjurjo, directora de la Fundación Princesa de Asturias, ha entrado ya en el vértigo que precede a la entrega de los premios el 25 de octubre, esta vez con muchos extras que amplían la agenda de actos entre los días 12 y 26. Diez premiados de ediciones anteriores repetirán visita.
-Leonor, vaya estirón…
-Es muy impresionante, personal y profesionalmente. Recuerdo verla entrar en el teatro por primera vez… Su programa formativo es muy exigente, requiere muchas horas, mucha concentración, mucha disciplina e, indudablemente, está contribuyendo a forjar ese carácter que ya pudimos ver cuando era una niña y que se está haciendo más sólido y más comprometido todavía. La Princesa y la Infanta han recibido una educación excelente en una familia muy unida y eso ha contribuido también a dar esa fortaleza y esa conciencia de su propia responsabilidad. El papel que asume ya lo ha dicho, y lo cree y lo demuestra.
-¿Esta ampliación del programa exige más medios y esfuerzos?
-Hacemos lo mismo los mismos, pero con algo de refuerzo porque son muchas actividades y con el mismo nivel de exigencia y de calidad.
-¿Cómo se eligió a los ganadores de otros años para repetir?
-Pensamos en varios factores. Mucho, en el programa educativo «Toma la palabra» y en esas participaciones, y mucho también en los clubes de lectura. Además, hay premiados con los que tenemos una relación más cercana que con otros, que siempre es buena. Y buscamos, por último, la diversidad de disciplinas, de géneros y otros motivos. Todos, encantados de volver a participar.
-Se van encantados, incluso los que tienen fama de «difíciles»…
-La respuesta son dos palabras: la gente. La gente. Esperan una ceremonia normal, algo protocolario. Y vamos y les pedimos que vengan una semana. ¿Una semana? Sí, sí, una semana. Pero, ¿qué voy a hacer? Pues vas a ir a dos institutos, vas a tener un encuentro con el público, vas a ir a Tabacalera, o vas a ir a La Vega, o vas a ir al Jovellanos, o vas a ir al Filarmónica, y vas a encontrar que hay gente que ha pasado meses leyendo tus libros, entendiendo tu trayectoria, siguiendo tu actividad… Y ven que es real y ven que hay una sociedad detrás que participa y siente los premios como propios. Nos dicen: Esto no lo hemos visto nunca, es algo totalmente diferente. Lo explicó muy bien Michael Sandel: esto es una celebración cívica como no he visto otra igual.
-Y se conocen Rodrigo Cortés y Scorsese y amigos para siempre…
-El punto clave es que la Fundación y los premios ponen el foco en lo mejor del ser humano. Eso convoca a muchas personas que quieren entrar en contacto con manifestaciones culturales diferentes, quieren aplaudir la importancia de la ciencia y la labor de los investigadores, las actividades humanitarias, el talento, y nos convoca eso, nos convoca lo mejor. Eso teje una red muchas veces invisible, pero fuerte, que inspira a muchos y está sembrando mucho en muchas personas. Por eso funciona.
-Las peticiciones de entradas al Campoamor no van a menos…
-De hecho, van a más. Es lo único frustrante porque siempre hay más demanda que aforos. Nos pasa así con todo. Para el Campoamor y para todos los actos en todos los lugares. Intentamos ser muy rigurosos en la manera de hacer las cosas, poner las entradas a disposición del público, aplicar criterios objetivos, pero es inevitable. Este año nos ha pasado que nos han empezado a llamar a alcaldes de diferentes sitios de España diciendo que por qué no van los premiados. Porque vienen aquí a los Premios, les decimos, no podemos multiplicarlos, ni podemos decirles quédese usted tres meses en España para ir por todos los ayuntamientos.
-¿Se ha quejado algún premiado de tanto curro?
-No, de ir a los sitios nunca se han quejado. Algunos más mayores nos han podido decir «estoy un poco cansado, pero me ha encantado». El que a veces me ha preguntado por esto ha sido el Rey. «¿No te estarás pasando?» Pero después ellos mismos le cuentan a los Reyes lo que han disfrutado en las exposiciones, en los actos, en los encuentros con el público, en los clubes de lectura, en los institutos. Pues los Reyes ya se quedan tranquilos, y les gusta. Y en todo caso, les presentamos todo con mucha antelación y vienen sabiendo.
-El año pasado se lloró por la muerte de Nuccio Ordine y Hélène Carrère.
-Fue tristísimo, dos golpes muy duros para todos, pero creo que fuimos capaces de que el mensaje de esos galardonados fallecidos llegara a la sociedad.
-Este año será especial ver a Carolina Marín recoger el premio de Deportes tras su lesión en París…
-Espero que llegue lo mejor posible, que se vaya recuperando bien. Tuve oportunidad de comentarlo con su madre, que es una señora encantadora, y estaba segura de que va a recibir aquí mucho cariño, como un gran abrazo colectivo que, indudablemente, no resuelve su lesión, pero seguro que va a confortar.
-¿Canta aquello de «hoy puede ser un gran día…? Cortesía de Serrat.
-Esa frase la pienso mucho. Más que puede ser, me digo: hoy va a ser con independencia de lo que pase después. En el caso de Serrat lo que nos está pasando es que hemos recibido y seguimos recibiendo muchos correos electrónicos y cartas de personas que nos cuentan recuerdos y momentos de su vida muy entralazados con Serrat. Yo las leo todas y es muy bonito: «Cuando iba con mis padres de viaje, en viajes largos a ver a mis abuelos, íbamos con la música de Serrat… Es mi adolescencia, es mi infancia o es mi juventud o son mis viajes, la universidad, el trabajo, mi padre cantando a Serrat por la mañana, en casa antes de ir a trabajar», cantidad de cosas muy bonitas, escritas con un sentimiento y un agradecimiento a la Fundación y al jurado, que es el que decide, por haber concedido el premio a este artista, es muy bonito.
-Y el premio a Magnum Photos en estos tiempos de ira y dolor…
-Demuestra que todavía hay mucho que fotografiar, mucho que denunciar con el arte de la fotografía. Hay todo que fotografiar, desde luego, ya lo estamos viendo, y también pone el énfasis en algo importante, que es la independencia de la labor periodística, la absoluta relevancia de esa labor para que las sociedades democráticas lo sean y se defienda la veracidad, en un momento en el que estamos todos preocupados por las noticias falsas, las fake news, la manipulación. Este premio reconoce esa labor de esos fotoperiodistas que emprendieron ese camino con una vigencia absoluta en nuestros días.
-La historietista y cineasta Marjane Satrapi, otro ejemplo de trabajo imprescindible en defensa de los derechos humanos y la libertad…
-Por desgracia, esa denuncia tan valiente, tan enérgica, es más necesaria que nunca y lo estamos viendo. Y hacerlo con el arma del talento es una aportación muy valiosa.
-Meryl Streep puso el listón muy alto en tirón popular…
-Derrochó simpatía, cercanía, calidez, generosidad… Y fue también muy generosa con su tiempo, ha dejado una huella de cariño enorme, además de la admiración que todos ya le tenemos en Asturias.
-¿Qué críticas le duelen más?
-Mi disposición personal es siempre escuchar las críticas. Por sistema, hay que escuchar. Hay veces que puedes hacer las cosas mejor, hay veces que no haces algo que podrías hacer, hay veces que te equivocas y lo haces mal, hay que atenderlo todo. Lo analizas y luego ves qué medida puedes aplicar o no. Hay gente que se enfada mucho con nosotros porque no puede entrar a los actos de la Semana de los Premios. No es una crítica, pero la gente se enfada. Nosotros ponemos las entradas en la página web, cada vez ampliamos más la capacidad y la tecnología pero cada vez se colapsa más y las entradas vuelan. No podemos hacer más, no podemos ampliar los espacios y las entradas disponibles en las que son y somos muy rigurosos en la adjudicación.
-¿Hay cuotas en los premios?
-No. Cuando alguien suscita esta cuestión empezamos siempre explicando el origen de las cosas. Estuvimos viendo el número de candidaturas hace tiempo. Recibíamos un 7% de candidaturas de mujeres, y cuando después se achacaba a los jurados que elegían pocas mujeres, lo que nosotros explicábamos es que si hay un 7 por ciento de candidaturas necesariamente va a haber menos mujeres premiadas porque los jurados tienen menos donde elegir. El trabajo de la Fundación en estos años consiste en ampliar la base de las entidades y personalidades que invitamos a proponer candidaturas para que las haya más diversas en el sentido amplio, no solo hablando del género. Pero no diversas por el hecho de serlo sino por detectar el talento y la excelencia donde esté. En un hombre o en una mujer, en un continente o en otro. Tiene que haber más candidaturas de gente valiosa, sea de donde sea sea, del género que sea, de la raza que sea. Tenemos una base de proponentes de candidaturas de 5.000 personas e instituciones de todo el mundo que se renueva y se actualiza para que sean antenas que detectan esos posibles candidatos y son los que presentan las candidaturas. Hemos conseguido llegar a entre un 25 y 26% de candidaturas de mujeres. Estamos haciendo nuestros deberes con convicción y desde hace mucho tiempo antes de que esta cuestión estuviera en el debate público de forma tan activa. La Fundación también trabaja en la diversidad de los jurados, que son muy diversos no solamente atendiendo al género sino también a la orientación profesional y a las experiencias.
-¿Los premios ayudan al boom del turismo en Asturias?
-La responsabilidad la tiene Asturias y los asturianos porque es una región acogedora con una gran oferta cultural, deportiva, de costa y de montaña, de turismo rural, de gastronomía…
-¿Cómo desconecta de la presión?
-Eso debes preguntarlo el domingo después de los premios, ahora nadie del equipo está en situación de desconectar. Y después, como todo el mundo, la familia lo primero, los amigos, una caminata, un libro, el cine… Ahora que tenemos salas en el centro de Oviedo es fantástico. Vi «El Conde de Montecristo», y me gustó. Había leído el libro cuando era adolescente y lo pasé muy bien.
-¿Un momento inolvidable en estos años del que haya hablado poco?
-Con uno de los héroes de Fukushima. Fue estremecedor. Le pregunté por el miedo al entrar en lugares de radiación y él dijo con una convicción y una simplicidad totales que era su deber salvar a la gente. Yo me emocioné y me emociono ahora cuando lo recuerdo. Le dije que ya sabía que en la cultura japonesa no se dan abrazos pero que quería pedirle permiso para que me dejara darle un abrazo.
-Aquella niña que paseaba por Castropol, ¿qué quería ser de mayor?
-Nunca pensé que quería ser de mayor. Sólo sabía que quería tener un trabajo que me gustara y que me llenase y que me… Esto no lo pensaba de niña, lo pensaba de adolescente, ya casi adulta. Que me gustara y con esto que se dice ahora tanto, con el sentido de propósito, de creer en lo que haces y pensar que algo puedes contribuir. Y he tenido la suerte de estar en la Fundación.
-Tiene dos hijos de 16 y 10 años. ¿Le preocupa el mundo que viene?
-Estoy encantada con ellos, la verdad. Y no sé si preocupar es la palabra adecuada. Yo siempre me acuerdo de Julián Marías, que utilizaba ese lema de «por mí que no quede». Es decir, qué puedes hacer lo que esté a tu alcance como persona que trabaja, como parte de una familia, como amigo de tus amigos, como vecino de tus vecinos. Hasta donde llegues. Y por mí que no quede.
-Apareció en una lista de las cien mujeres más influyentes.
-Bueno, sólo sé que una de las definiciones de liderazgo que a mí más me han servido toda la vida fue una de Isidro Fainé, patrón de la Fundación, con quien trabajé y que fue de mis primeros jefes. Habló primero de la vocación de servicio que tiene que tener una persona que quiere liderar y también dijo que solamente se es un líder cuando los demás creen en sus intenciones, o sea, el factor de confianza. Servicio y confianza me parecen importantes. Ahora, que yo sea capaz de hacerlo, eso no lo sé.
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