A pesar de su posición estratégica en el Atlántico, debido a limitaciones presupuestarias, la defensa de las Islas quedó relegada durante los siglos XVI al XIX -concretamente en 1886 cuando pasaron a ser ejército territorial- a un cuerpo especial bajo la denominación de Milicias Provinciales de Canarias, con una organización singular no profesional y gratuita, en la que muchos campesinos quedaron integrados en sus filas con objeto de obtener el fuero militar que les permitía una serie de privilegios y unas ciertas ventajas ante la justicia. Se trataba de un cuerpo mixto, civil y militar, donde las personas con cierto renombre, propiedades y posición social podían alcanzar la oficialidad. Podía ser miliciano cualquier vecino, excepto negros, mulatos borriqueros, arrieros y molineros. Quedaba estructurado en diferentes Regimientos, al mando de un coronel y diferentes grados (sargento, subteniente, teniente, capitán y teniente coronel), correspondiendo tres regimientos a Gran Canaria: Las Palmas, Guía y Telde. Durante el siglo XVIII y parte del XIX, etapa que comprende la vida de nuestro protagonista, Tomás Sánchez, el Regimiento de Telde que comprendía la zona oriental y meridional de la Isla se componía de catorce compañías de unos cien hombres, más una reserva en Tirajana. El armamento debía ser adquirido por el propio miliciano y era guardado en sus casas, dándose el caso que los más modestos solo disponían de armas rudimentarias como chuzos (palo con puñal en su extremo), picas y hondas. En tiempos de paz, sus servicios y ensayos eran poco frecuentes, con la obligación de acudir en domingo a instrucción y maniobras, pero en guerra se veían en la necesidad de abandonar sus hogares y ocupaciones en una zona muy extensa que comprendía desde Tirajana a Veneguera para evitar los ataques de corsarios, de manera preferente los puertos de Melenara y Gando, contando tan solo con las fortalezas de Gando y Romeral. En casos extremos les correspondía defender el orden público, motines y asonadas contra sus propios paisanos, como fue el famoso Motín de Agüimes de 1718. Capítulo importante fueron las expediciones de las Milicias Canarias en apoyo de las tropas españolas con más o menos fortuna en la Guerra del Rosellón (1795) y Guerra de la Independencia (1808-1811).

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