Si la medición de audiencias televisivas cayera en manos de Tezanos tendríamos la certeza de que las encuestas mentirían e inclinarían la balanza siempre del mismo lado. Por fortuna no ocurre así con el “share” televisivo, pero no deja de sorprender que en “prime time” el neófito Broncano consiga unos números disparatados en su debut y su contrincante, el veterano Motos, con diecisiete temporadas a sus espaldas, mejore los suyos, que ya eran de liderazgo asombroso. Quienes pensaban que uno le quitaría la clientela al otro, se equivocaron. Quienes cavilaron acerca de una pugna televisiva como experimento para reforzar la polarización, erraron también.
¿Hay trampa en el cartón? ¿Cómo es posible que ambos comunicadores, tan distintos en el fondo y en las formas, logren a la misma hora unos resultados de audiencia tan espectaculares? La respuesta está en haber sabido atraer a esa franja horaria a usuarios que habían abandonado la televisión. Broncano y Motos, Motos y Broncano, han logrado recuperar para el entorno catódico a decenas de miles de seguidores de edad temprana. La captación de esa clientela se lleva a cabo mediante una hábil captación en las redes sociales, ofreciendo contenidos que les son afines e incluyendo en la nómina del programa a “streamers” e “influencers”.
Broncano ya lo hacía y ahora se favorece del efecto multiplicador de la televisión pública para atraer al redil a un ejército de seguidores que se mueven al sonido de la flauta de este deslenguado de Hamelin al que hay que reconocer la inteligencia de su descaro. Motos, por su parte, que hacía un programa afable al sector maduro, también ha logrado pescar en las redes ejemplares jovenzuelos con argumentos tales como enterrar bajo tierra durante dos días a uno de los creadores de contenidos más importantes del país, YoSoyPlex, un chaval de 23 años que acumula 13,7 millones de suscriptores en su cabal de YouTube.
El medio es el mensaje, pero sobre todo el mensaje es el emisor. Una buena lección para los medios tradicionales, si pretenden atraer a lectores: no enterrar a nadie, pero sí adaptar sus mensajes a un sector ajeno a la información tal como hoy se ofrece.
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