Termina un año hidrológico seco en el litoral mediterráneo. Cataluña pudo salir de la situación de agobio gracias a las lluvias de primavera. En Baleares han almacenado también lluvias importantes en los últimos meses. Pero ni la Comunidad Valenciana, ni Murcia, ni la Andalucía mediterráneo han tenido esa suerte.
En verano se han sucedido noticias sobre restricciones de agua para la agricultura y desabastecimientos en núcleos de interior e incluso de costa, con los turistas teniendo que abastecerse de agua en garrafa. Que nuestro país, ya bien entrado el siglo XXI, siga viviendo este tipo de situaciones es vergonzoso. Porque tenemos investigación y equipamiento posible para evitar estas coyunturas.
Vengo señalando hace tiempo que nuestro país no superará sus problemas de agua hasta que no se racionalice su gasto. Y ello va a obligar a reducir regadíos y a penalizar a los municipios aquellas pérdidas de agua en la red de agua potable que rebasen el 10%. Y sobre todo seguiremos siendo un país de desabastecimientos hídricos mientras no superemos nuestra dependencia en una lluvia cada vez más irregular en muchas regiones españolas, especialmente en el área mediterránea.
Pero no, aquí se prefiere seguir engañando a la gente con promesas de trasvases de agua que nunca se van a poder cumplir. Mientras no fomentamos los sistemas de abastecimiento multi-fuente y comarcalmente interconectados que permiten una mayor resistencia ante las secuencias de sequía. Mientras desperdiciamos el 90% del agua depurada, que podría ir destinada al uso agrario preferentemente, pero también a usos urbanos e industriales. Y mientras ponemos pegas al desarrollo de la desalación como único recurso que puede atender la seguridad hídrica a que nos obliga la ley de cambio climático.
Pues nada, sigamos así. Recuperemos a las rogativas pro pluvia como mecanismo de solución para la gestión de la sequía. A ver a quién le toca pasar sed el año hidrológico que ahora iniciamos.