El reciente hallazgo de un torreón romano en un sótano del Coso Bajo y las catas arqueológicas realizadas este verano en esta misma calle y la plaza San Miguel han vuelto a recordar que el subsuelo de Zaragoza esconde la historia misma de la ciudad. Como era de prever, los restos hallados en las citadas catas no fueron tan relevantes como para desenterrarse y quedar al descubierto (lo que podría haber condicionado la reforma de la céntrica calle), pero evidencian que cualquier zanja abierta en el corazón de la ciudad puede sacar a la luz vestigios de civilizaciones pasadas. De hecho, muchos de los yacimientos que se han musealizado en las últimas décadas en Zaragoza (como el Foro o el Teatro Romano) tienen su origen en unas obras y aparecieron sin excesivos esfuerzos y por casualidad.
El decano del colegio de arqueólogos de Aragón, José Ignacio Lorenzo, asegura que la capital aragonesa debe estar orgullosa en ese sentido: «En mi opinión, pocas ciudades han sabido preservar y musealizar tan bien los yacimientos encontrados». La pena es que Zaragoza no ha podido mantener en pie y claramente bien conservados muchos de esos vestigios. La razón es sencilla. «La ciudad ha albergado tantos pueblos distintos que estos han ido arrasando con las construcciones precedentes», apunta Lorenzo a este diario.
Con todo, la mera relación de los yacimientos más conocidos ya es más que suficiente para recorrer la historia de la capital aragonesa, una ciudad que, según los hallazgos arqueológicos, viene siendo ocupada ininterrumpidamente por el hombre desde al menos finales del siglo VII a.C.
Cabaña de la Edad de Bronce
El viaje comienza en la Prehistoria, más concretamente en la Edad de Bronce y en la Edad de Hierro. Así lo atestiguan las ruinas de una cabaña encontrada en un solar de las calles Gavín y Sepulcro o los restos hallados en los años 80 en la calle Palafox y la plaza de Asso (en el actual barrio de la Magdalena).
La Salduie ibérica
Por esos años se constató también que la Salduie ibérica (citada por Plinio en sus textos y documentada en monedas) estuvo asentada también en el corazón de la actual Zaragoza. Los sedetanos, predecesores de los romanos, contaban con su propia muralla defensiva. Más de 30 metros se desenterraron en el año 1990 en la plaza de San Bruno. «Esos vestigios, que pueden ser del siglo IV a. C., evidenciaron por primera vez ese asentamiento íbero, y se descubrieron al acometer las obras del colector del paseo Echegaray», recuerda Lorenzo, que participó en la excavación.
La Caesaraugusta romana
Sin duda, el mayor número de vestigios corresponden a la época de la Caesaraugusta romana. Algunos siguen en pie a la vista de todos, como la muralla en el entorno del Mercado Central o en el monasterio de las Canonesas del Santo Sepulcro, en el Coso bajo. De hecho, en este último punto, en el sótano del nuev o Centro de Arte Edificio Mirador de Zaragoza, se acaba de dar a conocer un nuevo torreón. No hay que olvidar que la Caesaraugusta romana estuvo rodeada de una muralla con más de 100 torres. En 2017, por ejemplo, también se halló otro tramo de torreón entre el Coso y la plaza de la Magdalena que también databa del siglo III d. C.
El Teatro es otra de las estructuras romanas más visibles. Fue hallado por casualidad en 1972 en el transcurso de unas obras de derribo en el solar de la calle de la Verónica. Se trata del «tercer o cuarto» teatro más grande de la península y fue construido en la primera mitad del siglo I d. C. Hoy se encuentra musealizado. También lo está el Foro Romano. De hecho, este fue el primero de los Museos de la Ruta de Caesaraugusta (se construyó en 1995). Alberga los vestigios de un área comercial y tuberías de agua potable, una cloaca y muros de la época del emperador Augusto (finales del siglo I a.C.), así como los restos del gran foro de la ciudad de época de Tiberio. El hallazgo se produjo a finales de los años 80, durante la remodelación de la plaza de La Seo. «Nos dimos cuenta muy pronto de que los restos eran importantes», apunta Lorenzo, que también participó en la excavación.
Sin embargo, no siempre los vestigios descubiertos han sido bien tratados. Uno de los casos más sangrantes fue el hallazgo del basamento de un templo romano en la plaza del Pilar en 1990, rápidamente destruido para construir el parking subterráneo. «Se hizo con alevosía y premeditación; y eso que debía de ser un templo importante, aparecía incluso en algunas monedas romanas», apunta el decano del colegio de arqueólogos.
En Zaragoza también se han encontrado vestigios de villas romanas, donde vivían las familias más adineradas. Es el caso de la domus (algo así como las casas unifamilaires de la época) hallada en 1991 en la calle Heroísmo. En ella se halló además un bonito mosaico, algo que ha sucedido en más casos.
De la época romana también se han encontrado cementerios, como el de la calle Pedicadores hallado en 1987. «Salieron más de 200 enterramientos y aparecieron hasta zapatos en alguno de ellos», comenta Lorenzo.
La Saraqusta musulmana
Saraqusta fue una de las grandes ciudades de la península bajo la dominación musulmana y tan solo Córdoba, Sevilla y Toledo la superaban en población. Se han hallado diversos vestigios de esa época, como los restos de una barriada del siglo XI descubierta en 2001 en el patio del antiguo cuartel de Sangenis, en la calle Madre Rafols.
Pero, sin duda, los más conocidos son los restos del arrabal encontrado en 2001 en el subsuelo del paseo de la Independencia. La aparición planteó un conflicto de intereses entre la conservación de los vestigios y el desarrollo del proyecto urbanístico, que incluía un parking subterráneo. Finalmente, los aparcamientos no se construyeron y se optó por conservar los restos, pero cubiertos. «En mi opinión se actuó bien. Los restos aparecieron en una cuota muy superficial, algo incompatible con el paseo, y los muros eran de barro y cantos de río. Pero es que además no se destruyeron, siguen ahí», comenta Lorenzo.
La Zaragoza cristiana
De esta época cabe destacar los baños judíos hallados en el Coso, que datan del siglo XIII y que aún no se han musealizado. «Si no se hace es por una cuestión política, ahora hay soluciones técnicas para todo», opina Lorenzo. Además, en 1991 aparecieron restos de la Iglesia del Temple (1204), en el Casco Histórico, mientras que en el Arrabal se descubrieron en 2007 los vestigios del convento de San Lázaro, musealizados dos años después.
Por supuesto, este viaje al pasado de la ciudad podría tener muchas más paradas; algunas de ellas descubiertas este mismo año, como la necrópolis islámica hallada junto al Huerva. Con el paso del tiempo se seguirán creando otras nuevas. El subsuelo de la vieja Zaragoza las recibirá con los brazos abiertos.