Javier Milei fue el anfitrión días atrás de una cena opípara con 87 legisladores que vetaron una ley por la cual a cada maltrecho pensionado se le otorgaba un aumento de unos 15 euros. El agasajo, con su alfombra roja y algunos comensales vestidos como si fueran a recibir un Oscar, provocó perplejidad porque estuvo precedido por el linchamiento policial de un grupo de abuelos que reclamaban en las calles que el Congreso ratifique la iniciativa. Los palos y gases, de un lado, y las copas levantadas al final del agasajo a los parlamentarios, por el otro, muestran a los ojos del escritor Martín Kohan que «la crueldad está de moda». Hasta el papa Francisco expresó su perplejidad. «En vez de pagar justicia, pagaron el gas pimienta». Una pregunta sobrevuela la ciudad de Buenos Aires después de esas escenas que han provocado un extendido enojo en las redes sociales: ¿ha comenzado el declive político del presidente? El Gobierno de ultraderecha lo descarta de plano mientras que la oposición presta mayor atención no solo a los números de la crisis económica y social sino lo que aparece en los sondeos con un menor nivel de tolerancia a los rigores del ajuste y la exclusión que, ha insistido siempre el anarcocapitalista, constituyen la medicina y a la vez el escarmiento a una sociedad que creyó en las bondades de un socialismo imaginario.

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