Huérfanos tras el silencio, de RTVE. / RTVE
Comprendo a quienes afirman que estamos huérfanos de buena televisión en abierto. A esos espectadores que hace tiempo se refugiaron en las plataformas de pago y se desentendieron de las cadenas convencionales; a quienes ya no consultan las páginas de la programación porque perdieron el hábito o, por su corta edad, nunca lo tuvieron. Les comprendo, pero no comparto su criterio. No saben lo que se pierden. Literalmente. No lo saben porque no han buscado, no han separado el grano de la paja y no han descubierto los tesoros escondidos que esconde la programación en abierto al alcance de todos.
Ya que la cosa va de huérfanos, allá va una recomendación contundente. Busquen el ‘Repor’ titulado ‘Huérfanos tras el silencio’. No quiero hacer spoiler. Se van a encontrar con media hora de televisión que hiela la sangre y encoge el corazón. Sin estridencias. El trabajo realizado por Sara Boldú con la reportera Anna Grimau es de los que reconcilia con el periodismo y con la televisión pública. Se puede. Claro que se puede. ¡Cuánto se puede hacer y cuánto queda por hacer y por contar y por denunciar! Qué pena da que este formato de excelencia esté arrinconado en el Canal 24 Horas, aunque quizá haya sobrevivido a todas las mareas y todos los cambios precisamente por ello. Porque en ese emplazamiento no molesta a nadie. Por más que algunos de los temas que en él se tratan sean tremendos.
Invito a los desengañados, a los que creen que la televisión es un medio desgastado, a que aprieten el mando, respiren hondo, y se atrevan con ‘Huérfanos tras el silencio’. Seguro que se enganchan a la nueva temporada e incluso corren la voz. Después de ‘Repor’, todo lo demás es cosmética. Hasta los Telediarios.