«A las dos semanas de conocernos, me mudé a su casa. Dejé a mi mujer y a mis dos hijas por ella. Juani era la mujer de mi vida. Fue un flechazo». El que habla es Jesús Pradales, el hombre que quitó la vida (accidentalmente o no) a Juana Canal, la descuartizó en la bañera del piso que compartían y enterró sus restos «cerca de una carretera» en Ávila. Hoy, veintiún años después del crimen, ha contado su versión de lo sucedido ante un jurado popular y parte de la familia de Juana en el arranque del juicio en la Audiencia Provincial de Madrid.
La noche de autos es la del 22 al 23 de febrero de 2003, apenas un año antes de que España apruebe su primera Ley Contra la Violencia de Género. Jesús, un hombre que en ese momento pesaba alrededor de 100 kilos repartidos en sus 182 centímetros de altura, vuelve a casa de trabajar. Allí, dice, se encuentra a Juani, con la que discutía «habitualmente» y a la que ya había amenazado en más de una ocasión con abandonar. No llevaban ni seis meses juntos.
«Cada vez que yo recogía mis cosas, ella ponía una canción de Álex Ubago, la de ‘Me muero por suplicarte, que no te marches mi vida…’. Era nuestra canción, cada vez que la escucho me acuerdo de ella. Rebobinaba el casete y la volvía a poner hasta que me convencía de que me quedara», recuerda Pradales, que ha insistido en dibujar a Juana como una persona a la que el alcohol volvía «agresiva». Una estrategia marcada desde su defensa para intentar evitar que sea condenado a los 15 años de cárcel que piden para él.
La noche del crimen
Esa noche, al volver de trabajar, discutieron, aunque no sabe por qué. Sí que recuerda que supuestamente Juana le quemó con un cigarrillo, le arañó, le amenazó con clavarse un cuchillo y culparle a él y se encerró en un cuarto de baño con 600 euros en efectivo para tirarlos por el retrete. Y puñetazos, muchos puñetazos. Nada de esto ha sido probado, pero sí se sabe que quien llamó a la policía fue ella, aunque los agentes que acudieron, y que testificarán el miércoles, no reportaron nada.
Eso sucedió alrededor de las 2:26 de la madrugada. Él, dice, se puso otra vez a hacer las maletas, y, según su versión, mientras empacaba todas sus pertenencias Juani seguía agrediéndole.
«Yo me defendía con los antebrazos, y, en una de esas ocasiones, la empujé. Solo oí un golpe, imagino que el de su cabeza contra la mesilla, pero no la miré. Seguí bajando mis cosas al coche». No se dio cuenta, asegura, hasta pasados un par de viajes. Esa noche ya no sonaba Álex Ubago en el piso de Ciudad Lineal, Madrid.
«La canción no la oí ese día, no. Me la encontré ahí, tumbada en el suelo, con la cabeza un poquito girada… Esa imagen no la voy a olvidar. Fui hacia ella, le cogí de la cara… Juani tenía unos ojos preciosos, pero tenía las pupilas súper dilatadas. La intenté reanimar con palmaditas en la cara, le miré el pulso, a ver si respiraba… Y nada», ha relatado Pradales.
La acusación, sin embargo, no lo tiene tan claro. No se encontraron restos de sangre en la moqueta ni en la mesilla, pero este es un caso en el que las pruebas físicas son prácticamente inexistentes porque, según explica la fiscal, «la persona que mató a Juana Canal hizo todo lo posible por ocultar cualquier prueba”.
La diferencia entre que la muerte fuese accidental o que fuese intencionada, como sostiene la acusación, es que se le pueda condenar, pues un homicidio imprudente cometido en 2003 estaría ya prescrito. «No hay ningún precedente de un descuartizamiento que se produzca después de un homicido accidental”, zanja el abogado de los Canal.
Descuartizó el cadáver
Hasta este momento de su relato, Pradales solo trasluce su nerviosismo a través de un tic en la ceja. Pero su tono cambia. Se afina. Empieza a romperse y a contradecirse con declaraciones anteriores. En su relato aparecen grietas.
«Entré en pánico. La policía iba a pensar que había sido yo. Su hijo iba a llegar e iba a ver a su madre muerta», recuerda. Luego, dice que arrastró el cuerpo de Juani hasta el rellano, pero se «acojonó» cuando escuchó a una vecina en el portal.
No sabe «cómo», pero se le ocurrió llevar su cuerpo hasta la bañera, donde partió su cuerpo en dos con un cuchillo de cocina. «No era yo [en ese momento]… No podía llevarme el cuerpo entero, estaba aterrado y era imposible sacarlo sin que nadie me viera».
Fue entonces cuando, supuestamente, metió los restos en dos maletas y los bajó desde un cuarto piso sin ascensor hasta el coche. Luego limpió el baño, aunque tampoco sabe cómo. Algo que la familia de Juana, a la salida del juicio, dijo que era mentira, pues ellos fueron al día siguiente y «no había sangre ni olía a lejía«.
Ya con las maletas en el coche, Pradales dice que condujo hasta una finca familiar en Ávila, cogió un azadón y cavó dos hoyos «poco profundos» cerca de una carretera, donde dejó los restos. Luego, volvió a Madrid, dejó una nota falsa en la que decía a los hijos de Juana que esta les había abandonado y se fue a una comisaría a ponerle una denuncia por presuntas agresiones.
El riesgo de la prescripción
Los restos de Juana Canal permanecieron ocultos hasta que un golpe de fortuna hizo que un hombre los encontrase por casualidad el 18 de abril de 2019. No se informó a la familia, sin embargo, hasta el 28 de octubre de 2022, tiempo que aprovechó la policía para investigar y detener a Pradales, que lleva en prisión preventiva desde entonces.
Hubiese o no premeditación, la Audiencia no podrá juzgarle por asesinato. No puede porque ese delito, igual que el de profanación de cadáver o el de denuncia falsa, habría prescrito, por lo que la Fiscalía y la acusación particular, que piden 15 años de prisión para él, están pidiendo que se le condene por homicidio doloso.
“No tengo la más mínima empatía ni preocupación por Jesús Pradales. Si este señor saliera absuelto estaríamos matando a Juana Canal como ya la matamos cuando no investigamos su desaparición como era debido; como ya se la mató en el transcurso de estos 19 años”, explicó Juan Manuel Medina, abogado de los Canal. “Si se concluye que esto es un homicidio imprudente, fortuito, estaría prescrito, e insisto: estaríamos matando nuevamente a Juana Canal. No hay ningún precedente de un descuartizamiento que se produzca después de un homicido accidental”.