«Hoy, con ocasión de su centenario, sufrimos una campaña orquestada según la cual Gloria Fuertes era una grandísima poeta a la que debemos tomar muy en serio», refunfuñaba Javier Marías desde su habitual sección en El País Semanal. Corría 2017 y, si bien es cierto que los homenajes que se le estaban tributando a la escritora no eran pocos, para el autor de Corazón tan blanco o Mañana en la batalla piensa en mí eran siempre demasiados.
«Quizá yo sea el equivocado (a lo largo de mi ya larga vida), pero francamente, me resulta imposible suscribir tal mandato. Es más, es la clase de mandato que indefectiblemente me lleva a desconfiar de las reivindicaciones y redescubrimientos feministas de hoy, que acabarán por hacerle más daño que beneficio al arte hecho por mujeres», remataba Marías, con esa seguridad que da el saber que no va a ser rebatido por la interpelada que, a esas alturas, llevaba casi dos décadas muerta.
A pesar de ello, ya en 1976 Gloria Fuertes había compartido en una entrevista con Ana María Moix en Vindicación feminista unas reflexiones que resultaban una más que ajustada respuesta para los desdeñosos como Marías: «De haber sido hombre me hubieran reconocido mucho antes. Una mujer, para que se la reconozca como pintora, músico, escritora, investigadora… años atrás, e incluso ahora, tiene que ser una fuera de serie. En cambio, el mundo está lleno de famosos mediocres«.
«Gloria Fuertes escribía con mucha facilidad. Decía ‘si se me resiste, paso’, y eso es algo que les molesta mucho a los grandes guardianes de la poesía. Parece que la narrativa en torno al poeta es que tiene que costar escribir y, si no eres el tipo al que le cuesta mucho…», comentaba ayer Darío Gael Blanco durante el encuentro virtual de prensa organizado por la editorial Dos Bigotes para presentar Gloria. La poeta de los amores prohibidos, un ensayo colectivo que llega a las librerías el lunes 16 de septiembre.
De Luna Miguel a Carmena
Coordinado por la Lola Lapaz, el volumen incluye, además de la de Gael Blanco, colaboraciones de Luna Miguel, Gloria FortúnAna Isabel Simón Alegre y Manuela Carmena, exalcaldesa de Madrid bajo cuyo gobierno se celebraron los actos por el centenario del nacimiento de la poeta madrileña y que, entre otras cosas, recuerda en su texto las dificultades que encontró durante los años 60 y 70 para conocer la obra para adultos de la poeta de Lavapiés. Una experiencia que, a pesar de las diferencias generacionales, es también compartida por Lola Lapaz.
«Soy filóloga de formación y Gloria Fuertes nunca salió en ninguna asignatura. Estudié en los 90 y ella, como tantas otras, no estaba en los temarios. Por eso, aunque la conocía como ese personaje extravagante que aparecía en los programas infantiles, no la conocía como poeta. Hubo que esperar a 2017, con el centenario de su nacimiento, para que se hablase de ella y se conocieran aspectos de su vida como su lesbianismo», explica Lapaz, que ha conseguido armar un volumen con textos en los que los autores participantes comparten con el lector el poso que Gloria Fuertes ha dejado en ellos. «Son textos muy diferentes unidos por un hilo invisible, que es la figura de Gloria Fuertes, que los abraza a todos», concluye Lapaz.
Dolor y Gloria
«Desde 2014, cuando comenzamos con la editorial, hemos publicado obras sobre Madonna o John Waters. Personajes que consideramos relevantes, analizados desde una óptica diferente, en la que se mezclan las visiones académicas con los testimonios más personales. Son libros con los que se puede aprender, disfrutar y conocer nuevos referentes para la sociedad en general y para el colectivo LGTBIQ+ en particular», explicaban los responsables de la editorial Dos Bigotes que, además de los ya mencionados, también han publicado un ensayo sobre el artista Ocaña y en breve lanzarán un libro dedicado al realizador español Eloy de la Iglesia que ha sido coordinado por Carlos Barea, quien también ha participado en el libro de Gloria Fuertes con un texto sobre los amores que tuvo la poeta a lo largo de su vida.
«Todos sabemos que Lorca tuvo tal amante, que Cernuda se lió con no sé quién, pero no conocíamos esas mismas cosas de Gloria Fuertes —recuerda Lola Lapaz—. Sin embargo, creo que es necesario que se conozca que tuvo novios, que tuvo novias, y aunque no me gustaría etiquetarla porque ella misma no quería ser etiquetada, es cierto que estaba fuera de lo normativo. Era una persona que estaba gorda, que se ponía corbatas, que fumaba, bebía güisqui… Era alguien universal, ni hombre, ni mujer, ni lesbiana, ni heterosexual, ni siquiera queer y a la vez todas esas cosas».
«A las que éramos niñas, niños, niñes y tenemos ahora treinta y pico o cuarenta años, Gloria Fuertes nos ha influido muchísimo», explicaba la poeta Gloria Fortún, participante también en Gloria. La poeta de los amores prohibidos. «Aunque ella vivió casi toda su vida en Lavapiés, en sus últimos años su casa estuvo en Alberto Alcocer, cerca de donde estaba la mía, lo que hizo que, en ocasiones, la viera por la calle. Por eso, he titulado mi colaboración Cómo ser Gloria F., porque hay muchas cosas que tengo en común con ella. Por ejemplo, yo también soy Gloria F., también soy de Madrid, soy poeta, gorda, bollera y he estado en EEUU. De hecho, cuando allí me hablaban de poetas españolas, era a Gloria Fuertes a la que mencionaban«, comenta Fortún, que lamenta cómo esas personas que disfrutaron de la obra de Fuertes cuando eran pequeñas a través de sus libros infantiles o apariciones televisivas, no continuaron leyéndola cuando se hicieron adultos.
«Conozco gente que tuvo contacto con su obra de crío, pero de adulto se desinteresó. En mi caso nunca dejó de estar ahí. Aunque la forma de caminar junto a su obra cambió a lo largo de los años, nunca se detuvo —comentaba Darío Gael Blanco, que reconocía su interés por esa Gloria Fuertes más crepuscular—. Me interesa mucho esa Gloria que habla con humor de, por ejemplo, el suicidio. Son facetas menos conocidas de su obra, pero en las que he profundizado últimamente, especialmente por lo sucedido dos días antes de que acabase el plazo para entregar mi texto: Roberta Marrero decidió dejarnos. Ella adoraba a Gloria Fuertes y yo había comentado con Roberta que era su gran heredera porque las dos hacían esa poesía que parece sencilla pero que conecta con el dolor».