Un lanzador de misiles balísticos intercontinentales Yars de Rusia. / EFE

Llevo toda mi vida escuchando decir que el pesimismo es de derechas. Toda la vida de Dios y toda la vida del diablo, en serio: el pesimismo es de derechas, el pesimismo es derechas, el pesimismo es de derechas. Millás, no caigas en la trampa del pesimismo, por favor, me recomiendan. Pero la gente de derechas que yo conozco no es pesimista porque por lo general no tiene razones para serlo: les va bien. Se ensombrecen cuando se arruinan o les sobreviene una úlcera de estómago: lógico. De ahí que quien vive permanentemente en la ruina o cagando sangre sea pesimista. La sentencia se ha repetido tantas veces que yo mismo, cuando amanezco triste, me pregunto si me estaré volviendo de derechas. Sé que estas categorías (derechas e izquierdas) dejaron de funcionar hace tiempo como explicación del mundo, pero ya que se siguen utilizando en las tertulias radiofónicas, me apuntaré provisionalmente a su vigencia.

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