Un estudio genómico realizado sobre más de 700 ciervos rojos europeos ha permitido identificar cuáles son las cuatro áreas de distribución de este animal en el continente (Noruega, Escocia, España y Europa Central) y determinar que cada una de ellas tiene sus propias características genéticas, que es necesario preservar. Los ciervos de la Península ibérica son los que se han conservado más aislados durante 20.000 años en todo el continente y tienen, por ello, una mayor diferenciación genética.
Examinar, a través del DNA, la distribución actual y los orígenes del ciervo rojo europeo, uno de los principales mamíferos del continente, ha supuesto un viaje a través de miles de años para llegar a la situación genética actual del animal. Esto es lo que ha hecho un equipo de 25 personas, coordinado por la Unidad de Investigación en Recursos Cinegéticos y Piscícolas (UIRCP) de la Universidad de Córdoba.
A partir de la información de 35.701 marcadores genéticos (SNPs) de cada uno de los 736 ciervos de la muestra, procedentes de toda Europa, el equipo ha podido identificar cuatro áreas principales de distribución del ciervo (Noruega, Escocia, España y Centroeuropa), sus diferencias, y confirmar la singularidad de los que habitan en la Península Ibérica.
Debido al carácter periférico de esta población, estos ciervos han mantenido una mayor variación genética respecto al resto, lo que hace aún más necesaria, en este caso, una adecuada gestión y políticas de conservación.
El estudio, publicado en la revista Molecular Ecology, ha consistido en analizar la estructura genética actual de las poblaciones para deducir los procesos por los que los diferentes linajes genéticos se han extendido geográficamente, formando la estructura actual, lo que se conoce como filogeografía.
Mientras que con las técnicas anteriores se analizaban marcadores de ADN en un número que oscilaba entre 15 y 30, en este estudio se ha utilizado una herramienta desarrollada en el Reino Unido para el ciervo que permite observar 50.000 marcadores genéticos en puntos concretos del ADN, obteniendo una imagen más precisa del genoma del ciervo.
Dos poblaciones diferentes en España
Estas modernas herramientas también han conseguido confirmar lo que el equipo de la UIRCP ya había publicado en 2016: la existencia de dos linajes de ciervos en España, bien diferenciados genéticamente y procedentes de épocas glaciares. Uno de estos linajes ocupa el centro-sur de la Península Ibérica y el otro se sitúa en el oeste.
Junto a las españolas, el equipo ha identificado otras poblaciones de ciervos en el continente europeo: Ciervos escoceses y noruegos, que también son periféricas como las españolas; es decir, presentan características genéticas más bien diferenciadas, mientras que las poblaciones correspondientes al centro de Europa están más homogeneizadas, ya que se han mezclado entre sí.
Una historia de distribución
Las diferencias genéticas identificadas por el estudio, unidas a las de estudios anteriores, han permitido al equipo comprender mejor cómo se produjo la distribución actual de los ciervos, a lo largo de miles de años. Estos animales llegaron en cuatro grandes oleadas migratorias, que contribuyeron a la singularidad de los ciervos españoles y a sus relaciones con el resto del continente.
Con el norte de Europa helado, en las dos primeras oleadas de distribución (una a finales del Pleistoceno, hace unos 70.000 años, y otra antes de la última gran glaciación, hace 22.000 años) los ciervos se desplazaron desde su ubicación original en el este de Europa a otras dos: una en el sur del Reino Unido (en una zona actualmente cubierta por el mar) y otra en la Península Ibérica, primero al oeste y luego en el centro.
Una vez que el hielo retrocedió, los ciervos se expandieron hacia nuevos territorios al norte. Hace unos 10.000 años (en el Holoceno), los ciervos del sur de las Islas Británicas emigraron a Escocia, los del centro de Europa a Escandinavia y los del sur de Francia al centro del continente. Estos últimos, durante el Holoceno tardío (los últimos 4.000 años aproximadamente), se mezclaron entre sí.
Los ciervos ibéricos, más tiempo aislados
De este modo, se establecieron las cuatro áreas de distribución actuales del ciervo. En primer lugar, la de Europa central y, en segundo lugar, las tres zonas periféricas protegidas por mares o montañas: España, Escocia y Noruega, siendo los ciervos de la Península Ibérica los que han permanecido más tiempo aislados.
«Durante 20.000 años, los ciervos de la Península Ibérica no se han mezclado con el resto», afirma Juan Carranza. De ahí que los ciervos españoles mantengan sus propias características físicas, y sus propias llamadas de apareamiento, diferentes a las de otras zonas.
Durante 20.000 años, los ciervos de la Península Ibérica no se han mezclado con el resto
Además, debido a esas dos primeras oleadas de distribución que cita el estudio, los ciervos más parecidos genéticamente a los españoles son los escoceses, a pesar de que los del centro del continente (incluida Francia, por ejemplo) están geográficamente más cerca.
Apuesta por las políticas de conservación
Aunque, aparentemente, la Península Ibérica se ha llenado de ciervos en dos ocasiones, dando lugar a la distribución actual, con dos linajes que presentan características diferentes entre sí, esto no significa que no haya habido cruces producidos por proximidad o introducción humana.
Por ello, el equipo de investigadores apoya políticas adecuadas de gestión y conservación que preserven la singularidad de las poblaciones, tanto en zonas periféricas de Europa, como España, Noruega y Escocia, como en las áreas de distribución de los dos linajes españoles.
Estos dos linajes «no se describen como dos subespecies diferentes, pero, genéticamente, sí tienen características suficientes como para que merezca la pena protegerlos», explica Carranza, y añade: «Una vez que conoces lo que hay, y la historia de cómo se creó, le asignas valor y, al asignarle valor, merece la pena conservarlo».
Estudio de referencia: https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/mec.17508
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