«Una mujer arrugada también puede ser interesante», reivindica Mónica López (Las Palmas de Gran Canaria, 1969), consciente de que protagonizar una serie española con 55 años, como está haciendo ella en ‘Rapa’ (que acaba de estrenar su tercera y última temporada en Movistar Plus+), no es demasiado corriente. Habitual del teatro (sobre todo catalán, ya que lleva más de media vida viviendo en Barcelona), la hemos visto en producciones televisivas como ‘Nissaga de poder’, ‘Antidisturbios’, ‘La cocinera de Castamar’ y ‘Hierro’. Ella, sin embargo, no tiene plataformas de ‘streaming’ en casa.
-Este año, ‘Rapa’ no solo aborda asesinatos, sino que también introduce el tema de la eutanasia.
-Tenían que ser honestos con el tema de la enfermedad de Tomás, el personaje que hace Javier Cámara. Él siempre dice una cosa que a mí me gusta mucho, que es que esto no es una alegoría sobre la eutanasia, sino que es abrirle la puerta a la libertad de decidir.
-A lo largo de las tres temporadas de la serie hemos visto una relación muy peculiar entre su personaje, Maite, y Tomás. Se hacen amigos siendo muy distintos y al principio dudas si habrá algo romántico pero luego ves que no.
-Cuando en la primera temporada vemos que hay ese enamoramiento intelectual y los guionistas acaban decidiendo que no iba a haber una historia de amor convencional me parece un acierto total. A mí, al menos, es lo que más me pasa.
-¿En qué sentido?
-Me refiero a que no tengo muchas historias de amor, acaban siendo más amistades. Cuando veo en las películas que siempre acaban enamorándose me encanta, pero creo que esto es más realista. Estos dos personajes encuentran esa amistad imposible entre un huevo y una castaña, porque mira que son distintos… Ella es superconvencional, sigue el protocolo de su trabajo, y encuentra a un tipo que le hace pensar distinto. Eso a veces es casi mejor que un enamoramiento, porque un enamoramiento se acaba.
-Su caso es bastante excepcional. No solía hacer protagonistas en el audiovisual, y le llega uno en ‘Rapa’, con más de 50 años.
-Me ha tocado la lotería, porque no es frecuente. Las compañeras de mi edad no trabajan. Tampoco soy el paradigma de la mujer bella y joven, así que le tengo que agradecer a los directores de la serie que me dieran un protagonista, y que Movistar lo aceptara. Me parece un milagro, a ver si se acostumbran, porque las mujeres maduras tenemos mucho que decir. Una mujer arrugada también puede ser interesante. Se ha hecho una apuesta no valiente, sino evidente, que debería hacerse más a menudo.
-¿Es cierto que no tiene plataformas?
-No tengo, y eso que me dan de comer… Pero me da un poco de miedo. Es como cuando surgieron las mutuas de privadas, yo pensé que eran el hundimiento de la sanidad pública, y el tiempo me ha dado la razón. Con las plataformas me pasa lo mismo, es la privatización del audiovisual. Es fantástico que estén, pero cuidado, que los grandes monstruos no se coman a los pequeños. Además, no me gusta ser consumidora del audiovisual como si fueran pipas. Sé que los grandes creadores están en las series y que me estoy perdiendo obras maestras, pero tal vez no lo sean tanto, o no lo sean más que todo lo que he visto por mi edad.
-¿No es contradictorio? ‘Rapa’ está en una plataforma.
-Es contradictorio, pero ¿qué es la vida? ¿Qué somos los seres humanos? Es mi pequeña revolución que hago en contra de la privatización del arte.
-El año pasado hubo polémica porque no fue a ‘El Hormiguero’, asegurando que nadie de la cultura debería visitar el programa porque «blanquea el fascismo».
-Luego me enteré de que nunca me habían invitado. Fíjate qué contradicción, ¿no?
-Este año tampoco ha estado, sino que ha repetido Javier Cámara como protagonista de ‘Rapa’.
-Es que no me van a invitar nunca después del conflicto, así que problema solucionado. No estoy nada orgullosa de ese capítulo. Primero, porque no me gusta la gente vehemente que dice cosas sin pensar, y yo fui exactamente eso. Y lo peor es que yo puedo hablar por mí misma, pero mencioné a terceras y cuartas personas, y me arrepiento completamente de eso. Creo que todo el mundo entendió lo que pienso con lo que dije. Pero estoy superarrepentida de la manera como lo dije, porque no lo hice bien. Cuando se hace una cosa así, hay que ser mucho más inteligente que yo y tener más sentido del humor. Y yo me enfadé y hablé sin pensar. Me pasó por ingenua, porque no conté con las redes sociales y que se iba a convertir en algo viral. Mira qué lección para mí, bienvenida al mundo moderno.