En las tertulias radiofónicas se habla de Venezuela como si estuviera aquí mismo. Casi consiguen que preste más atención a los discursos de Maduro que a los de la presidenta de la comunidad de Madrid, ciudad en la que vivo y donde la sanidad pública funciona a trancas y barrancas. Me pregunto por qué Rusia o China continúan lejos (vamos, lejos no, en su sitio) y Venezuela se nos ha metido hasta en la cocina. Está aquí mismo, se acuesta y se levanta con nosotros. Se analizan sus problemas como si fueran los problemas de Cuenca (mucho más en realidad: Cuenca apenas aparece en los periódicos). No sé si todo esto me debe parecer raro o me debe parecer normal. Si pusiéramos en todas las autocracias del mundo la misma intensidad emocional, no viviríamos porque tenemos unos límites sentimentales, creo yo. A mí con el problema de la vivienda en España ya me basta. Ahora bien, como tiendo a culparme de todo, siento mucho no haber pensado hasta ahora en el precio de los pisos en Caracas. ¿Alguien sabe cómo están? Me resulta raro que Esteban González Pons no haya metido el dedo ahí todavía. Se lo explico a mi psicoanalista para que se haga cargo de mi angustia.
-Explíquemelo otra vez -dice ella.
-Es que no entiendo -insisto- que me agobien más los problemas de Venezuela que los de Valladolid, aunque en Valladolid deben de estar bien porque los tertulianos políticos de la radio ni la nombran.
La terapeuta suelta un suspiro de impotencia. Suele usarlo para reprocharme que lleve diez años con ella y todavía no haya logrado entender lo básico.
-Es lógico -dice al fin como quien se dirige a un niño- que a usted le preocupe más el precio de las hipotecas españolas que las venezolanas o que se inquiete más por la salud de sus hijos que por la de sus sobrinos.
-Entonces, ¿por qué Feijóo está tan afligido por lo que sucede en aquel país y tan poco por lo que ocurre en Soria?
-Contéstese usted mismo.
Me contesto a mí mismo, aunque sin exteriorizar la respuesta porque Feijóo sale muy, pero que muy mal parado. Y eso también me proporciona malestar.