En casos de agresión sexual la carga probatoria recae principalmente en el relato de la víctima, el cual debe cumplir tres parámetros para ser considerado prueba de cargo suficiente para enervar la presunción de inocencia. Uno de ellos sería la persistencia en la incriminación, de ahí que la estrategia de la defensa del futbolista Rafa Mir, acusado de un delito de agresión sexual con acceso carnal a una joven de 21 años, pase por encontrar contradicciones en el testimonio de las víctimas, que hasta el momento no se han dado.
Si bien en el parte de la Policía Local de Bétera, que acudió en un primer momento al chalet del futbolista, alertados por un vecino y la seguridad privada con la que cuenta la urbanización Torre en Conill, no se refleja ningún tipo de abuso u agresión sexual que refieran las jóvenes, que fueron tiradas del chalet del futbolista prácticamente desnudas, ello no supone una contradicción en sí misma. No es relativamente extraño que una víctima de un delito que afecta a su intimidad no lo cuente inmediatamente a la primera persona con la que se encuentre. Es más, las jóvenes indicaron posteriormente en sus declaraciones formales (ante la Guardia Civil y la jueza de instrucción 8 de Llíria, y una de ellas también ante la Policía Nacional), que la actitud de los policías no les generó confianza.
La defensa del futbolista, ejercida por Jaime Campaner, ha aportado al juzgado que instruye la causa dicho parte de intervención de la Policía Local de Bétera para que se haga constar la contradicción de la víctima. El mismo tendrá que ser refrendado por los policías que acudieron al servicio, que serán citados ante la juez como testigos de referencia.
Otro de los elementos que está circulando, posiblemente de forma interesada, es un incidente de la joven de 25 años con otra chica, esa misma noche, previo al momento en el que las dos denunciantes conocen a Rafa Mir en una conocida discoteca de València.
La idea de relacionar un episodio con la escoriación en el labio que presentaba la joven y que refleja el parte de lesiones cae por su propio peso con las declaraciones de los propios investigados. Ninguno de ellos manifestó que antes del episodio en el que el también detenido, Pablo Jara, en su caso por agresión sexual sin acceso carnal (unos tocamientos), tiró a las dos chicas a la calle de malas formas y semidesnudas, que antes de ello tuvieran lesión visible alguna.
El propio Rafa Mir, según ha podido saber este periódico, reconoció ante la jueza las lesiones que corroboran el testimonio de las denunciantes, aunque restándole importancia al golpe: “Vi la sangre, era un arañazo nada más”.
Su declaración, como ya adelantó Levante-EMV, se centró en insistir que todo fue “sexo consentido”. “Todo fluía de forma consentida”, manifestó el futbolista ante la jueza en la mañana del pasado miércoles, antes de ser puesto en libertad con medidas cautelares, que incluyen el alejamiento de 500 metros de ambas víctimas.
Las corroboraciones periféricas
Además de la persistencia en la incriminación, que las víctimas mantengan una misma versión en los elementos esenciales a lo largo de todo el proceso, otro de los requisitos para estimar su testimonio como prueba de cargo sería la ausencia de incredibilidad subjetiva, es decir que no se aprecie un móvil espurio, de resentimiento, enemistad o venganza. Y el tercer elemento que exige la jurisprudencia es la verosimilitud, que viene apoyada por corroboraciones periféricas.
En estos elementos periféricos va a estar la clave de la causa abierta contra el futbolista del Valencia C.F.