Hace más de dos décadas que el tenis masculino de Estados Unidos inició en los Grand Slam una travesía del desierto. Desde que en 2003 Andy Roddick alzó en Nueva York el trofeo, ningún hombre envuelto en la bandera de las barras y estrellas ha vuelto a conseguirlo en un grande, La sequía no ha acabado pero al menos estos días en Flushing Meadows llueve la esperanza. 

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