La tensión acumulada en el Cáucaso meridional, en el confín sureste de Europa, ha terminado por explotar en forma de conflicto armado este martes. El Ejército de Azerbaiyán (país musulmán rico en gas y protegido de Turquía) ha bombardeado objetivos dentro de la autodenominada República de Artsaj (una zona de la región montañosa del Alto Karabaj donde viven 150.000 personas, de mayoría armenia y cristiana ortodoxa y que se sienten parte de la Gran Armenia). Según Azerbaiyán, se trata de una operación antiterrorista después de presuntos ataques de las fuerzas armenias que habrían provocado seis muertos, algo que tanto Armenia como Artsaj niegan. De momento se desconoce el número de muertos en la ofensiva azerí (gentilicio de Azerbaiyán) y si esto será el inicio de la tercera guerra abierta entre Armenia y Azerbaiyán.
La deflagración expone uno de los giros geopoliticos más relevantes en la región en los últimos años: el Gobierno de Armenia ha ido alejándose de Rusia, socio histórico, y se ha echado en brazos de Occidente, al tiempo que Azerbaiyán recibe apoyo y mucho armamento de Turquía, especialmente los temibles drones de ataque Bayraktar.
«Armenia ha ido buscando en la Unión Europea y Estados Unidos aliados para buscar una paz prolongada, porque están muy cansados de las tensiones bélicas con Azerbaiyán», asegura a El Periódico de España, del grupo Prensa Ibérica, Mira Milosevich, investigadora principal para Rusia, Eurasia y los Balcanes del Real Instituto Elcano. «Rusia ha tenido excelentes relaciones históricas tanto con Azerbaiyán como con Armenia, pero ha sido el principal valedor de Armenia. La guerra de Ucrania ha exigido toda la atención de Moscú, y eso ha dejado a Armenia en una posición vulnerable y difícil».
Los ejemplos del realineamiento son abundantes. Armenia está llevando a cabo unos ejercicios militares con Estados Unidos. Las maniobras se llaman Eagle Partner 2023, comenzaron el pasado lunes 11 de septiembre y está previsto que terminen este miércoles.
Cerca de 300 soldados de ambos países que, oficialmente, pretenden preparar a los armenios para misiones de paz. No se ha utilizado armamento pesado, asegura Washington. La ofensa para Moscú es mayor si cabe porque, a principios de año, el Gobierno de Ereván (capital de Armenia) rechazó realizar ejercicios militares conjuntos con la CSTO, una alianza de seguridad de países ex soviéticos liderada por Moscú.
Hay más muestras del alejamiento armenio de Moscú. El 6 de septiembre, la primera dama armenia, Anna Akobyan, viajó a Ucrania y llevó ayuda humanitaria al país invadido por Rusia. Además, Armenia ha pedido incorporarse a la Corte Penal Internacional, que tiene una orden de busca y captura contra Vladímir Putin.
Demasiadas afrentas para una Rusia que considera Armenia su patio trasero. El Kremlin convocó hace dos semanas al embajador armenio para hacerle llegar una «dura» protesta por todos los últimos movimientos armenios.
Rusia tiene una base militar en Armenia. Sus soldados supervisan el alto el fuego y protegen el llamado corredor de Lachín, una carretera de montaña que une el territorio armenio con el Alto Karabaj, y que es el cordón umbilical que conecta al enclave con el mundo.
Pero ese paso lleva meses bloqueado por Azerbaiyán, sin que los soldados de paz rusos hagan nada para evitarlo. A veces, Bakú usa excusas para justificar el cerrojazo al territorio que rodea. En enero, había cerrando el paso de los convoyes unos presuntos ecologistas, según contó desde el lugar El Periódico de España. El hecho es que no al Alto Karabak no les entra casi de nada desde hace meses: ni alimentos, ni medicinas ni gasolina. Denuncian que se trata de una suerte de limpieza étnica, informa Ricardo Mir de Francia, y que los azeríes quieren matarlos de hambre antes de echarlos y de quedarse con el territorio.
Un siglo de enfrentamiento
Las espadas llevaban meses en alto, y en la región todos lo sabían. El Gobierno armenio había ido avisando de que Azerbaiyán preparaba «una provocación militar» y que la guerra abierta era “muy probable”, en palabras del primer ministro armenio Nikol Pashinián. Hace ahora un año, un choque militar frontal provocó la muerte de 105 militares de uno y otro bando.
Los problemas en la región comenzaron con la caída del imperio ruso de los Romanov a manos de la revolución bolchevique de 1917. Tras la abolición de la monarquía, en el Cáucaso se crearon tres Estados independientes: Armenia. Azerbaiyán y Georgia.
Armenia estaba compuesta mayoritariamente por cristianos. No en vano, según la Biblia allí estaba situado el jardín del Edén de Adán y Eva. Los azeríes, por su parte, son casi en su totalidad de religión musulmana. En aquellos años comenzaron los primeros choques por el Alto Karabaj, de mayoría armenia.
Tras la integración de ambos en la URSS, el problema quedó latente. Se volvió a activar como consecuencia de la desintegración de la Unión Soviética en 1991. Ese año se proclamó en el Alto Karabaj (también llamado Nagorno Karabaj) la República de Artsaj, un estado independiente de escaso reconocimiento internacional, de mayoría armenia pero en territorio azerí. Un año después estalló entre ambos países una primera guerra total que acabó en 1994, tras más de 30.000 muertos, con la victoria de Armenia. Los azeríes fueron expulsados de Nagorno Karabaj.
En 2020, estalló una segunda guerra, pero esta vez Azerbaiyán aplastó a su enemigo. Murieron más de 7.000 personas. Se produjeron crueles matanzas y crímenes de guerra. Azerbaiyán tomó el control de buena parte de los territorios del Alto Karabaj, sobre todo de los valles. La República de Artsaj se redujo a su mínima expresión, con los territorios más montañosos, y quedó conectada con Armenia por un estrecho paso de montaña, el conflictivo corredor de Lachín. Se firmó un precario alto el fuego mediado por Rusia, que seguía vigente hasta hoy, aunque se rompía con frecuencia.
Preocupada por la tensión en al zona, en enero de este año la Unión Europea estableció la misión en Armenia (EUMA), con el acuerdo de ambas partes y para irritación de Moscú. Se trata de una misión de observación llevada a cabo por un centenar de policías de los distintos países de la Unión. Se habían comprometido a elevar las misiones de observación para detectar movimientos de tropas. Los acontecimientos sobre el terreno se han adelantado al compromiso europeo.