El 9 de noviembre de 1984 el activista César Chávez, nacido en el seno de una familia mexicana afincada en Arizona, se dirigió al público congregado en el Commonwealth Club, un foro californiano, en los siguientes términos: «Hemos investigado el futuro y ese futuro nos pertenece».

Se estaba refiriendo a los latinos de Estados Unidos.

Cuando Chávez pronunció aquellas palabras los latinos estadounidenses –ya fuesen inmigrantes o nativos– sumaban 15 millones de personas. El 7% de la población. Cuatro décadas después suman 65 millones, suponiendo un 20% de los habitantes de la primera potencia del mundo, un tercio en estados como Arizona o Nevada y más de la mitad en ciudades como Miami, San Antonio o Tucson.

Además, tal y como explica en conversación telefónica con EL ESPAÑOL el investigador Jens Manuel Krogstad, del Pew Research Center, los latinos son el grupo demográfico “de más rápido crecimiento en los Estados Unidos”. Es decir: no solo crecen sino que lo hacen más que el resto de minorías. Un crecimiento, añade Krogstad, que no bebe tanto de la inmigración como de las altas tasas de natalidad registradas entre quienes ya viven en el país.

Esto último, lo del crecimiento rápido, lo ilustra muy bien el panorama electoral del próximo noviembre. De los 65 millones de latinos, 36 millones podrán votar si así lo desean y, de esa cifra, el 22% lo hará por primera vez. Hace ocho años, en las elecciones del 2016, ‘solo’ estaban llamados a las urnas 27 millones.

En otras palabras: César Chávez tenía razón. O como declaró recientemente Jorge Ramos, el presentador estrella de Univisión, la cadena en lengua española más importante del país, a la periodista Stephania Taladrid: “Desde hace una década vengo diciendo que nadie puede llegar a la Casa Blanca sin el voto latino”.

Pero ese voto latino no es fácil de diseccionar.

Aunque han estado históricamente asociados a corrientes progresistas, o sea al Partido Demócrata, los expertos señalan que el Partido Republicano ha ganado atractivo entre los latinos durante la última década. En las elecciones del 2016, por ejemplo, solo el 28% de los que acudieron a las urnas se decantaron por Donald Trump. Cuatro años después, sin embargo, esa cifra había ascendido hasta el 36%.

Consciente de ello, fue el propio Trump quien invitó el pasado otoño a su mansión de Florida a Enrique Acevedo, un presentador de la cadena mexicana Televisa, para una larga entrevista que emitió Univisión (Televisa se fusionó con Univisión en 2022). Una aparición que vino precedida por la visita que pagó en junio del año pasado a un famoso restaurante cubano de Miami llamado Versailles y que precedió, asimismo, a la que realizó hace unos meses a una bodega de Harlem; un barrio neoyorquino en el que cada vez se habla más español.


El candidato presidencial republicano y expresidente estadounidense Donald Trump en un mitin de campaña en Wilkes-Barre.

Reuters

«Es un grupo diverso en muchos aspectos», explica Krogstad, el analista del Pew Research Center. «Factores como el país de origen, la generación a la que pertenecen o la creencia religiosa pueden generar una diferencia de opiniones notable».

El país de origen suele ser, de hecho, el ejemplo recurrente a la hora de manifestar esa diversidad. «Los cubanos y los venezolanos, que son básicamente emigrantes políticos huyendo de regímenes comunistas o dictatoriales, suelen votar al Partido Republicano», cuenta Mike Madrid, ex asesor de la formación conservadora, en un ensayo titulado The Latino Century. How America’s Largest Minority is Transforming Democracy. En sentido contrario, dice, estarían aquellos votantes de origen mexicano: el 70% de los cuales todavía opta por el Partido Demócrata.

En cuanto al factor generacional, Madrid dice lo siguiente: «Existen muchas razones para pensar que conforme van cumpliendo años, consiguiendo títulos universitarios, propiedades, casarse, acceder a empleos en empresas tecnológicas, de cuello blanco y que exigen requisitos académicos los latinos se acercan al Partido Republicano». Tres de las cuatro últimas elecciones generales avalan su razonamiento, concluye.

La creencia religiosa tampoco es anecdótica. «Para alguien que es evangélico el tema del aborto tiene mucha importancia», explica Krogstad haciendo alusión a uno de los principales caballos de batalla del Partido Demócrata. Es decir: a un latino evangélico –y actualmente son unos 10 millones– le cuesta trabajo escoger la papeleta de un candidato favorable al aborto. Un dato que la formación progresista debería tener en cuenta si la tendencia que dice que los latinos están dándole la espalda al catolicismo, y que por eso en el 2030 más de la mitad se declararán evangélicos, resulta cierta.

En materia ideológica, Krogstad señala que sus preocupaciones son muy parecidas a las preocupaciones del votante medio estadounidense. Y cita la economía, la atención sanitaria, la educación y la seguridad pública (o sea: el crimen) como los asuntos que más se repiten en las encuestas que conduce entre ellos el Pew Research Center.

¿Y la inmigración?

El tema estrella de estas elecciones también está presente entre los latinos, pero no como piensan muchos en el Partido Demócrata. O sea: no de una forma exagerada ni tampoco uniforme.

«Muchos líderes latinos comenzaron sus carreras políticas en torno a las movilizaciones a favor de los derechos de los inmigrantes, en 2006, cuando tanto el Partido Demócrata como la facción más moderada del Partido Republicano llegaron a la conclusión de que luchar por una reforma migratoria –incluyendo una vía para que los millones de indocumentados pudiesen obtener la ciudadanía– era la mejor manera de ganar el apoyo de los latinos», explicaba hace unos días el historiador Geraldo Cadava, autor del ensayo The Hispanic Republican: The Shaping of an American Political Identity, from Nixon to Trump, en un artículo publicado en The New Yorker. Sin embargo, añadía, las cosas han cambiado.

Hoy en día cada vez son más los latinos que apoyan un control estricto de la frontera con México y no es casualidad que más de la mitad de los 20.000 agentes que conforman la controvertida Border Patrol (Patrulla Fronteriza, en español) pertenezcan a este grupo demográfico.

Ello no quiere decir que el votante latino sea contrario a la inmigración. Al revés. Cuando se habla de la posibilidad de emigrar o de dar facilidades a la hora de obtener una green card –la tarjeta de residencia permanente– el sentimiento es favorable. En parte porque, como bien le explicaba Matt Barreto, encuestador del Partido Demócrata, a Cadava muchos tienen algún pariente queriendo instalarse en Estados Unidos o, si ya está en el país, queriendo regularizar su situación. Pero en lo que a la inmigración masiva y descontrolada se refiere, la sensación de que tiene que haber un control y unos cauces ha crecido sustancialmente.

Con todo, y pese a las simpatías cada vez más evidentes que despierta el Partido Republicano entre el votante latino, a día de hoy la mayoría continúan alineados con el Partido Demócrata. Una mayoría que con Joe Biden al frente podía peligrar pero que ahora, con Kamala Harris a los mandos, vuelve a asentarse.

«Hicimos una encuesta a principios de julio y otra a principios de agosto y pudimos ver un cambio sustancial en lo que al candidato del Partido Demócrata se refiere», explica Krogstad. «En julio el 36% de los latinos registrados para votar dijeron que apoyaban a Joe Biden, pero un mes después, siendo Kamala Harris ya candidata, el nivel de apoyo subió hasta el 52%».

¿A costa de Trump? No, concluye Krogstad. Trump se mantiene más o menos igual: en torno al 36%. El apoyo ganado por Harris lo perdió un tercero: Robert Kennedy Junior. «En la encuesta de julio salió que el 24% de los latinos registrados para votar apoyaban a Kennedy y en agosto esa cifra cayó hasta el 11%», sentencia el analista.

Fuente