Como quiera el azar de la vida nos va azotando con pérdidas de amigos cuyo vacío nos deja momentos inolvidables, en este caso, para la historia de Altea. Maties era sobre todo hombre de pólvora, que es una de las esencias del pueblo valenciano, de nuestra idiosincrasia y de la manera perfecta que tenemos de adonar las fiestas que tanto amamos. Y así Mati nos ha iluminado, ensordecido, y siempre asombrado con su buena praxis pirotécnica, su simpatía y compromiso para honrar cada festividad de la vila blanca.
Perteneciente a una saga de coeters iniciada por su abuelo Blai y seguida por su padre Domingo, ha sido, es y será un hombre de oficio, de los que hacen las cosas por devoción, con sentimiento y tuvo la suerte de dedicarse a lo que amaba, que es una de las grandezas que tiene el ser humano a su alcance, en definitiva, vivió a su manera porque así se sentía bien.
En la Cofradía Castell de l’Olla estamos en shock por tantos momentos entrañables junto a él, su sonrisa, sus gamberradas y su atrevimiento que siempre nos acompañó desde nuestros inicios allá en 1987. En este atardecer de la vida podemos apenarnos o mejor recordarlo así: apasionado del fuego, el humo, el brillo, el color y el estruendo, disfrutando a tope de su modus vivendi, o sea siendo feliz. No sé si en el cielo se celebrarán disparaes pero seguro que allí estará mirándonos, mecha en mano, chispeando desde su corazón para iluminar Altea como siempre hizo. D.E.P.