La maldición de los octavos de final volvió a cruzarse en el camino del vóley playa valenciano en unos Juegos Olímpicos. Así ocurre desde Atenas 2004, evento en el que Pablo Herrera se colgó la medalla de plata. Desde entonces, el cruce de octavos se ha convertido en una frontera insuperable, en un muro impenetrable, en una pesadilla. También ayer, jornada en la que Liliana Fernández y Paula Soria cayeron eliminadas ante las suizas Huberli y Brunner, vigentes campeonas de Europa. Por cuartos Juegos consecutivos, Liliana (Benidorm, 37 años) acabará en la novena plaza. Es decir, a las puertas del diploma. Mientras, Paula tampoco regresará con premio. Para la oriolana, París 2024 es su primer intento estéril.
Como en tantos y tantos encuentros de vóley playa, ceder un primer set tremendamente igualado resultó mortal de necesidad. Y más, si la cesión se produce ante una pareja superior. En esos casos, hay un impacto visible, el numérico, el que se refleja en el marcador. Pero también hay una consecuencia invisible, la emocional, la anímica. Liliana y Paula disputaron una excelente primera manga. De tú a tú, de poder a poder, ante el durísimo conjunto suizo. Las alicantinas dispusieron de un resultado favorable de 19-17. Es decir, se vieron ganadoras, con todo lo que ello podía suponer. Pero no lo cerraron. Y desaprovechar esas oportunidades ante unas rivales de altura se paga caro. Qué distinta podía haber sido la historia en el caso de haber adquirido ventaja. El primer capítulo finalizó 23-21 para las helvéticas.
Lastradas por perder el set
Liliana Fernández y Paula Soria forman parte del Proyecto FER, impulsado por la Fundación Trinidad Alfonso, cuyo Presidente es Juan Roig. Por mucha experiencia que acumulen, a las alicantinas les afectó el desenlace del set inicial. Quedaron noqueadas. El camino hacia el precipicio se despejó con el pésimo inicio de la segunda manga. Un parcial inicial de 7-2 a favor de las suizas acabó de sentenciar a la pareja FER. No son Liliana y Paula de descomponerse, de abdicar. Y mucho menos, en unos Juegos Olímpicos. Y mucho menos, cuando está en juego el pase a cuartos de final. Remaron y remaron. Opusieron resistencia, pero el esfuerzo resultó tan admirable como baldío. El epitafio estaba escrito desde la conclusión del primer set.
La noticia no estuvo sólo en la eliminación. Tan importante, o más, que el adiós deportivo a París 2024 fue el improvisado homenaje que recibió Liliana Fernández. No fue el epílogo soñado en lo puramente deportivo. Pero sí disfrutó de un hermoso colofón en lo personal. La suiza Nina Brunner sabía que Liliana abandona el vóley playa. Por ello, tuvo el gesto de abrazarla y de incitar al público para que la aclamara. El efecto es fácilmente imaginable: la alicantina no pudo contener la emoción. Se fundió en un prolongado abrazo con Paula Soria. No se dijeron nada. Sólo hubo lágrimas, sollozos y silencio. De duelo, de tristeza, pero también, de orgullo. Ambas han protagonizado una proeza con la presencia en París. Y han competido a un gran nivel. Para Liliana, no habrá más Juegos. Paula sí quiere intentar el asalto a Los Ángeles. Liliana no se llevó un diploma de Francia, pero sí, una medalla dibujada por sus hijos. «La mejor mamá», rezaba el simulado premio. Este lunes, a las 10 de la mañana, turno para Pablo Herrera. En sus manos, está el desquite.