El nombre de Pablo Martínez está marcado en rojo en el mercado de ventas del Levante. Su temporada, sostenida en seis goles y cinco asistencias a lo largo de 36 encuentros, le sitúa en una posición de privilegio dentro del escaparate del Ciutat de València, cuyas arcas aún tienen la necesidad de recibir ingresos económicos mediante traspasos, y su rendimiento despierta un elevado interés en la élite del fútbol español, conscientes de que sus facultades son los suficientemente válidas como para tener un hueco en una de las cinco grandes ligas. El ‘10’ del Levante cuenta con distintas ofertas sobre la mesa al igual que con multitud de intereses, por lo que en las profundidades del coliseo de Orriols se preparan para vender a uno de sus jugadores más talentosos. El club, consciente del escenario, apura sus opciones de obtener máximos beneficios pretendiendo quedarse con un porcentaje de sus derechos en cada una de las propuestas. No obstante, su traspaso coge temperatura, y la semana que viene apunta a ser clave para cristalizar la operación.
Pablo Martínez, actualmente, cuenta con seis ofertas por escrito de Primera División y otras dos de Segunda, procedentes de Granada y Almería, que le ofrecen un salario casi prohibitivo dentro de la categoría de plata del fútbol español, pero que no entran en los planes del futbolista madrileño ya que, de continuar en Segunda, lo haría en el Levante. De hecho, si fuera por él, seguiría más años en Orriols, ya que se siente muy identificado con el club tanto a nivel profesional como personal, pero sabe, desde los primeros coletazos del mercado de fichajes, que el club, por necesidad, debe venderlo. Por ello, el centrocampista otea las propuestas procedentes de la élite, donde, entre otros, habitan Valladolid, Alavés y Osasuna, mientras que el Espanyol planea lanzar una oferta con tal de convencer al canterano granota y unirlo a sus filas. A su vez, equipos de la zona media de la Bundesliga andan también tras la pista del ‘10’, pero su futuro apunta a estar en LaLiga EA Sports. No en vano, el Levante estira el chicle con la intención de que su próximo destino esté sujeto a un porcentaje de futura venta que le pueda aportar más beneficios en el futuro.