No pidamos, exigentes, alargar nuestro tiempo, no sea que se nos conceda soledad y sufrimiento. Nos lo pueden hacer eterno.
Ni lo acortemos voluntariamente por miedo, desesperanza o abatimiento.
Dejémoslo en manos de su Dueño. Sólo el sabe cuando es para cada uno, de terminarlo, el mejor momento.
Regalado y en usufructo, mientras se tenga, nos toca agradecerlo y sacarle rendimiento.
En cualquier situación y acontecimiento, bueno, malo o regular, nunca se tiene para perder o dilapidar y, mucho menos, maldecir. No es para otra cosa que no sea dar y compartir. La única forma para ganar de verdad.
Gran paradoja de la vida en el tiempo, que el gran místico San Juan de la Cruz describía magistralmente así: «Pierde si quieres ganar, baja si quieres subir, sufre si quieres gozar, muere si quieres vivir».

Da que pensar. Bien la entendía también otra gran mística, Santa Teresa, que sabía ver la realidad de la vida en su auténtica talla. Por eso, a sus penalidades las consideraba, simplemente, una mala noche en una mala posada. Y tan alta vida esperaba, que llegó a decir: «muero porque no muero», como expresión máxima de su mayor anhelo.
Nunca pidamos, inconscientes, alargar (o acortar) nuestro tiempo. Mostremos siempre confianza, responsabilidad y agradecimiento.

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